Karin Tidbeck es una escritora sueca que tanto escribe en su idioma materno como en inglés; ese bilingüismo, supongo, explica por qué un libro tan breve como Jagannath ha tenido dos traductoras, una de ellas (Carmen Montes) Premio Nacional de traducción por Kallocaína. Ésta es su primera colección de cuentos publicada en inglés y apareció en España entre todo tipo de elogios. Me resulta difícil negar lo genuino de la escritura de Tidbeck, con una aproximación a lo fantástico bastante personal, dueña de unas señas de identidad rastreables en los trece relatos recogidos en Jagannath. Sin embargo, aun cuando he disfrutado de un puñado de ellos, tengo problemas para recomendarla.
Grosso modo, en la colección se pueden encontrar tres tipos de cuentos. En el primer grupo incluiría una serie de historias de cariz fantástico en las cuales Tidbeck parte de una situación entre ligeramente extravagante y surrealista para contarla con sencillez, sin caer en excesos. El primer relato, “Beatrice”, sería el ejemplo paradigmático: durante su visita a una feria, un hombre se enamora de un prototipo de dirigible y es correspondido. Como la compañía que los fabrica no puede desprenderse de él, adquiere otro que, para su frustración, no parece manifestar sentimiento alguno hacia él. En su camino se cruza una mujer que tiene una relación con una válvula de vapor, correspondida, consumada y con embarazo… obviamente contado de una manera mucho menos burda. Esto le permite a Tidbeck acercarse a temas como la obsesión, la entrega, el sacrificio, la comunicación o la no correspondencia en las relaciones de pareja desde la sugerencia, con mucha sutileza sin entrar a fondo en ellos.
A este tipo de historias breves pertenecen la turbadora “Mermelada de mora ártica” (con otro extraño caso de maternidad y entrega), el Dickiano “¿Quién es Arvid Pekon?” o el surrealista “Herr Cederberg”. Aunque he disfrutado de varios de ellos, caso del inquietante “Rebecka”, en su mayoría adolecen de lo mismo: el abuso del final abierto, en ocasiones precipitado. Desenlaces que unas veces, las menos, arrastran al lector a cuestionarse sobre todo lo que ha ido deslizándose de manera tácita en su lectura, mientras que en otras me han dejado con la sensación de deslomarse tras no haber acertado Tidbeck en un cierre que, lejos de generar una ganancia, no conduce a realimentación alguna; un “pues vale, pues bueno, pues me alegro” en toda regla. Supongo que esta falta de sintonía, además de como símplificación de Tidbeck y su obra, también puede verse como un autorretrato mío como lector.
El segundo patrón es formalmente más heterogéneo. En general, a partir de un relato en primera o segunda persona (carta, diario, testimonio…) su narrador nos cuenta una visita a una zona rural de Suecia. Un personaje desconectado del lugar pero con algún vínculo regresa y muestra ese reencuentro desde lo cotidiano, donde poco a poco se inmiscuye lo extraño; generalmente insinuado al inicio, y que resuena y se amplifica hasta que se hace evidente en su desenlace. Es este tipo de historia el que más me ha interesado. Me ha resultado muy atractivo cómo Tidbeck introduce elementos del folklore sueco, antiguas leyendas sobre gentes del bosque muy en la línea de los daoine sidhe célticos, que interactúan con nuestro plano en momentos señalados como los solsticios. Y cómo a través suyo se trata uno de los temas clave de Jagannath, las relaciones desequilibradas entre padres y medres y sus descendientes, en diferentes vertientes: cómo la pérdida de alguno de ellos durante la infancia termina afectando al llegar a la edad adulta, las extrañas sensaciones del reencuentro tras años de separación, el aire mitológico del pasado familiar cuando se desconoce prácticamente por completo….
El relato que más he disfrutado ha sido “La montaña de los renos”, a la postre la pieza más extensa del volumen y donde mejor se mezclan todos estos elementos: el retorno de una familia con dos niñas a un valle, del cual habían escapado por un supuesto mal que produce demencia entre los que permanecen allí. Se abre con una frase en la que ya se vislumbra el desenlace final de la historia, y todo el cuento, a mi modo de ver el mejor enhebrado del conjunto (y supongo que también el más convencional), conduce con calma hacia él. También he disfrutado de “Pyret”, en primera instancia bastante diferente a estos relatos al tomar la forma de la entrada en una pseudo enciclopedia de seres mitológicos. Un artículo sobre unas criaturas capaces de metamorfosearse en animales de granja y convivir con unos seres humanos con los que establecen una relación demencial entre el parasitismo y la simbiosis donde destaca cómo se introducen en el texto objetivo el testimonio de gente expuesta a estos seres.
Y por último, en el tercer tipo de relatos la conexión con nuestro mundo se pierde prácticamente del todo y la imaginación domina el devenir de la historia. Así, “Augusta Prima” ocurre en ese mundo al otro lado del velo que no llegamos a ver en las piezas anteriores, donde el tiempo tal y como lo entendemos carece de sentido. Un moderno y siniestro cuento de hadas que da paso a los dos últimos cuentos, “Tías” y “Jagannath”. Los más destacados por Elizabeth Hand en la introducción del libro, de los cuales llega a escribir:
son comparables a la descripción clásica de la conciencia extraña, “Love is the Plan, the Plan Is Death”
Y no contenta con eso, añade
Pero la escritura de Tidbeck es más generosa e involucrada emocionalmente que la de Tiptree.
Palabras mayores y, me temo, erradas muy especialmente al encarar “Tías”, una estampa macabra en el cual Tidbeck describe un repulsivo banquete perpetuo donde unas criaturas orondas se atiborran de comida y terminan muriendo para ser reemplazadas por otras que ellas mismas alumbran… hasta que el ciclo se rompe. Hand escribe sobre empatía implícita, sentimientos de pérdida y asombro, pero servidor apenas los ha visto más allá de su perturbadora composición y su visión fatalista sobre el futuro en un sistema cerrado. Tengo la sensación que Hand debe releer de nuevo el relato mencionado de Tiptree, más encarrilado en esas coordenadas que este “Tías”, y repasar otros como “El humo de su cuerpo se elevó para siempre”, “La muchacha que estaba conectada” o “Y desperté y me hallé aquí en el lado frío de la colina” para recalibrar sus sensores.
Más entonado dentro de esas coordenadas que señala Hand me parece “Jagannath”. La revisión de Tidbeck de la historia de la nave generacional “perdida” donde un grupo de seres que habitan dentro de otro mayor y están entregados a una serie de tareas compartimentadas de la que han perdido toda noción, se enfrentan al fin de “su” mundo. Con una longitud muy adecuada y un buen personaje guía en la crisis, mantiene el tono pesadillesco de “Tías”, aportándole un mayor sentido y un desarrollo bien llevado desde el planteamiento hasta el nudo y desde este hasta su conclusión, abierta pero con una ganancia clara.
Al final Jagannath es una colección de relatos tan sugerente y con carácter como irregular, con un balance global positivo que, más allá del contenido, a la hora de recomendarlo choca también con el formato de publicación. Asumo a Fábulas de Albión como un sello pequeño, de circulación acorde a su tamaño, que gusta de hacer su labor de una manera profesional y con un coste final (20 euros) medido. Sin embargo, desde una perspectiva eminentemente materialista, y llevando la contraria al 90% de los lectores que lo tienen en Goodreads, me parece que la relación calidad/precio está desajustada. Porque aparte de la insatisfacción con varios de los relatos me he encontrado con más erratas de las permisibles: falta o presencia de guiones que transforman diálogos en acotaciones o acotaciones en diálogos, errores ortotipográficos e, incluso, confusiones de palabras (estático por extático). Tal y como está el mercado editorial, si hubiera sabido esto que he puesto negro sobre blanco, habría dedicado estos 20 euros a otro producto.
Jagannath (Fábulas de Albión, col. Fábulas de Albión nº7, 2014)
Jagannath (2012)
Traducción: Carmen Montes Cano y Marian Womack
Rústica. 166pp. 20 €
Ficha en La tercera fundación