Jesús Palacios es perro viejo. Un libro sobre películas con rodajes problemáticos y un aura de malditismo no sería tan atractivo como un libro sobre películas con rodajes problemáticos y un aura de malditismo en las que sus creadores bien desearan alterar la realidad a través de sus imágenes, bien hubieran puesto de manifiesto una serie de energías telúricas, imposibles de explicar desde el ámbito de la razón, que acarrearan un sino fatal para una parte de los involucrados. Más o menos esto es lo que defiende en Hollywood maldito. Desarrollarlo ya es harina de otro costal.
Cada capítulo de Hollywood maldito se centra en una película para, a través de ella, tratar los entresijos de su producción, los avatares que se produjeron durante sus rodajes o en etapas posteriores, las muertes asociadas, su halo misterioso/macabro, la supuesta base real en la que una parte se inspiró, la relación con el mundillo esotérico de alguno de sus creadores… Todo convenientemente mezclado y con las dosis de carnaza necesarias para enriquecer una exposición en la que varios de los hilos conductores funcionan adecuadamente. Por ejemplo el tránsito del cine de terror desde la voluntad de alentar sentimientos atávicos a partir de la imaginación, lo no-real, a trabajar con una materia prima extraída de supuestos hechos reales; cómo de las grandes criaturas del cine clásico se pasó a un grueso de producciones basadas en exorcismos, posesiones demoniacas, casas embrujadas y todo un cúmulo de variaciones. El discurso es sugerente y se ve enriquecido con todo tipo de reflexiones paralelas, como cuando expone cómo los falsos documentales y los efectos especiales han difuminado los límites entre realidad y ficción hasta el punto de cerrar la puerta a nuevas películas malditas.
Otro de los ejes se centra en cómo se ha alimentado la industria del cine de cualquier asunto que pudiera atraer la atención sobre sus productos. Esa colosal picadora de carne que ha poblado de cadáveres los aledaños del camino, un hecho de especial relevancia en el capítulo dedicado a la figura de Superman y los actores que interpretaron al personaje. O, en otro orden, los reflejos entre ficción y realidad y cómo ciertos hechos narrados en el cine acaban apareciendo en la vida de ciertas personas relacionadas con esa película.
Pero, aaaaaamigo, si lo que se busca es la constatación de ese cine utilizado como un artefacto mágico para cambiar nuestro mundo, apenas hay rastro. Palacios no deja que la falta de evidencia le arruine el discurso y se agarra a él con pasión, aunque sus posibilidades de éxito se tambalean desde el primer capítulo, dedicado a la figura de Murnau y “Nosferatu”, donde ya deja entrever que sustentar esa veleidad sobrenatural es un quiero y no puedo. Y mira que lo tenía fácil con Nosferatu y la figura de su productor, Albin Grau, supuesto miembro de la Fraternitas Saturni, una logia esotérica surgida durante la República de Weimar. Sin embargo apenas puede exponer un hecho relevante: la correspondencia entre el conde Orlock y su siervo, redactadas en un supuesto código todavía ininteligible a las que se asigna una procedencia ocultista, para después enlazarlo con la tradición hermética como si estuviéramos ante un eslabón de una cadena de siglos. Que el texto no pueda ser desentrañado porque sea un galimatías sin sentido no se contempla.
Esta técnica, fiar toda la argumentación a ideas incontrastables, enmarañadas con información colateral con la que no siempre se establecen conexiones, tan propia del discurso de la hermandad de lo sobrenatural, es la faceta más endeble de Hollywood maldito. En algún caso se llega a la vergüenza ajena, como el de las muertes de determinados actores donde la explicación sobrenatural para justificar el azar se toma como algo imposible de refutar para, a continuación, afirmar que justo por eso algo puede haber detrás. Una falta de rigor que me tomo con el choteo con el que me tomo cualquier programa de Cuarto milenio, y que puntualmente da lugar a argumentos sugerentes como la muerte en escaso tiempo por cáncer de dos de los actores de Poltergeist 2 que un charlatán psíquico explica como un efecto de su enfermedad y la necesidad de ambos de participar en esa película para, dada la cercanía de su final, explorar la cuestión de la vida después de la muerte. Puestos a ser inconsistentes, qué menos que serlo con clase.
Aunque pueda pecar de incoherente, reconozco que esto no me ha molestado. Por un lado se ajusta a lo esperado en un periodista que colabora con medios del pelo de Más allá. Además contribuye a crear una textura demencial que se amolda sin estridencias a las películas de terror sobre las que versa la mayor parte del libro. Sí que en las zonas más difuminadas dificulta discernir entre qué hay de cierto y qué de elaboración, algo realimentado por una estructura de citas al pie que debiera haber sido mejor atada por la editorial. Una labor de edición que también he echado en falta en varios momentos de la redacción durante la cual, por las repeticiones de determinados títulos, nombres o ideas, he llegado a preguntarme si estaba ante una obra escrita como un todo o ante un refrito de textos redactados y publicados por separado.
Como decía al comienzo, Jesús Palacios es perro viejo, conoce su oficio y si uno puede ser indulgente con la inevitable visión ocultista, Hollywood maldito depara una lectura provechosa. De hecho me ha animado a revisar varias de las películas, especialmente Nosferatu. Y eso no es tan sencillo de conseguir.
Hollywood maldito (Valdemar, col. Intempestivas nº26, 2014)
Rústica. 384pp. 20 €
Ficha en la web de la editorial