En esta recuperación exprés de Harry Harrison afrontada por Minotauro este 2024, para el segundo volumen han elegido la opción a priori más sensata de las que había disponibles. Una vez que Bill, héroe galáctico era inelegible después de recuperarla Gigamesh hace una década, se han decantado por La rata de acero inoxidable. El inicio de una serie de once novelas de lectura independiente en la cual el autor de Mundo muerto y Al oeste del edén se arrojaba en los brazos del thriller de espías, de moda en el mundo de la guerra fría, aportándole un entorno de space opera escorada hacia el relato de pícaros. ’nuff said
Esto se hace evidente desde el primer capítulo, el momento de presentación de Jim de Griz después de que le hayan pillado en pleno butrón. Sumamente inteligente, rey del disfraz, hostil a cualquier forma de jerarquía, siempre necesitado de nuevos estímulos que eviten su aburrimiento, de Briz está condenado a encontrarse con la horma de su zapato en varias ocasiones. Primero, cuando cae en una celada de los Cuerpos Especiales, el MI6 que mantiene la paz en la Galaxia para el cual terminará trabajando. Y después cuando descubre un plan secreto para construir una gigantesca nave de guerra. Un subterfugio puesto en marcha por el personaje que será su némesis durante el resto de la novela y le llevará hasta el límite. Esto supone huir de los Cuerpos Espaciales, escapar por los pelos de una muerte segura, quedar inconsciente varias veces, y terminar en un escenario a la mayor gloria de El prisionero de Zenda. Todo en poco más de 200 páginas de letra y márgenes generosos.
Publicada en 1961 cuando tenía 36 años, La rata de acero inoxidable es un fix-up que cose sin fricciones dos relatos previos publicadas en Analog y su continuación; la historia principal que ocupa aproximadamente la segunda mitad del libro. En su composición se nota que Harrison venía de escribir los guiones de las tiras de prensa de Flash Gordon dibujadas por Dan Barry. En la apariencia pulp del escenario, el encadenamiento de peripecias, los villanos de opereta… y, sobre manera, el protagonista absoluto de de Briz. Un detalle que puede parecer de perogrullo al relatar sus andanzas en primera persona pero que da cuenta del carisma de un personaje del cual este sería su primer libro de memorias. El tránsito de ser el mayor ladrón de la galaxia a convertirse en el mejor agente secreto, enfrentado a nuevas amenazas. Un vaivén de antihéroe a héroe, de ida y vuelta, que se convierte en uno de los grandes atractivos de la novela.
En La rata de acero inoxidable se encuentran otras constantes de Harrison. Particularmente esos personajes reacios a integrarse en las estructuras de poder y reclutados a la fuerza, sin ningún tipo de respeto por sus deseos o necesidades. Personas resilientes cuya capacidad de supervivencia se pone continuamente a prueba con retos de los que siempre salen de pie, inquebrantables. También se siente la predominancia de un aire aventurero entre la space opera y la capa y espada, donde la acción (persecuciones a pie y en todo tipo de vehículos, peleas a vida o muerte, duelos de ingenio), no deja lugar para los tiempos muertos. Sí que, en este primer libro me cuesta encontrar humor más allá de algún diálogo ingenioso o cierta ironía en los giros de la trama. Esta carencia me ha hecho torcer el gesto en el último tercio de la novela. Y aquí voy a desventrar el argumento. A lo grande.
Uno presupone un cierto machismo en estas historias escritas con estas coordenadas hace más de sesenta años. Aunque ya había muestras de lo contrario, el papel de las mujeres en los seriales space opera de la época solía ser el de motor/alivio romántico de las peripecias. Harrison aquí hace muestras de su afán de cambiar las cosas convirtiendo a una en la gran villana. Un personaje con un talento equiparable al del protagonista, capaz de entrar en un toma y daca con él, de tú a tú. Queda como gran misterio la gran diferencia respecto a de Briz: el por qué de su absoluto desprecio por la vida humana.
Cuando de Briz consigue llegar hasta ella e interaccionar más allá del duelo de ingenios, uno para capturarla, la otra para deshacerse de él, llega lo habitual en los thrillers de espías cuando se han conectado los puntos: el perfil psicológico del villano. Y aquí Harrison se saca un hilo de pensamientos particularmente repulsivo. Resulta que Angelina, que así se llama la némesis de La rata, durante su adolescencia, era tremendamente fea y eso la anegó de un intenso odio hacia sus semejantes. Su inclinación a quemar el universo llegó como única respuesta posible una vez que no optó por el otro camino: el suicidio. Todo esto queda formulado por el protagonista sin el más mínimo asomo de un humor que podría desactivar lo aberrante de una idea propia de un incel dialogando con Elon Musk en Twitter puesto hasta arriba de Monster.
Cabe la posibilidad que no haya captado la fina ironía detrás del discurso. También que la alternativa (fue el sistema el que me hizo así) hubiera cantado cosa mala. Pero puesta en ese duelo de tú a tú con de Griz, con lo bien trabajado que está el protagonista, su formulación es entre abracadabrante y perezosa. Tal y como quedó entonces y se lee desde este 2024, en la cercanía del clímax final, me ha sacado tanto de la historia que me ha costado recuperar el gusto por un thriller hasta ese momento bien tirado. Trepidante, con un protagonista carismático, la misma carga ficcional de Bill, héroe galáctico, un discurso político menos rotundo y la traducción de José María Cruz para Púlsar de 1990.
La rata de acero inoxidable, de Harry Harrison (Minotauro, 2024)
The Stainless Steel Rat (1961)
Traducción: José María Cruz
Rústica. 240pp. 17,95€
Ficha en La tercera fundación
El perfil psicológico de la villana es el de la gran mayoría de los supervillanos de la Marvel de los 60, los cuales casi todos son hombres. Desconozco el pensamiento de Harrison, pero creo que te expusiste a un cliché de la época, que no obstante ya está en Homero, Aquiles y Tersites, aún hoy día vigente, aunque menos explícito, en la ficción estadounidense comercial. El problema es que tu desconocimiento de la época en que se escribió lo has llenado con tu perspectiva actual. Parece que Harrison hablaba de villanos en general, no de mujeres en concreto.