Todavía me sigue sorprendiendo que haya libros que alcancen la fama sin el respaldo de una editorial que los promocione. Además los escritores que optan por este sistema de publicación suelen ser completos desconocidos, lo que convierte fenómenos como El marciano, de Andy Weir, en auténticos milagros. Me estoy refiriendo a los libros autopublicados. Pero para que un prodigio de este tipo se produzca tiene que haber siempre un primer lector, alguien que libre de prejuicios y que sin más información que la que proporciona la sinopsis se anime a leer la novela. Supongo que hubo un tiempo en que yo también era así de atrevido. Tenía que serlo para entrar en las librerías y escoger un libro sin apenas saber nada de él, salvo lo que decía en la contraportada, y comprármelo solamente porque era de ciencia ficción y me gustaba el título o la portada. Ahora, antes de decidirme a leer algo de un autor extraño leo reseñas, críticas, tengo en cuenta la editorial que lo publica y a veces incluso prefiero esperar un tiempo para no dejarme contagiar por el entusiasmo que ha provocado en las redes sociales.
Este rollo entre trivial y melancólico viene a cuento de que El ascenso de Senlin fue en un primer momento un libro autopublicado. Gran parte de su éxito se debió a que ganó en 2016 el SPFBO (Self-Published Fantasy Blog-Off), un premio concedido a libros autopublicados dirigido por Mark Lawrence. A pesar de las reservas iniciales con las que lo comencé he de reconocer que poco a poco la historia me fue atrapando, y más tarde, cuando llegué a la parte final, me sentí como si me hubieran transportado a la sala de un cine en mitad de la proyección de una película de piratas. Aclaro que los piratas sólo aparecen al término del libro y que en lugar de surcar los mares vuelan en zepelines y en grandes globos aerostáticos, lo que tampoco está mal.
El protagonista de la novela, al contrario de lo que con frecuencia suele suceder en el género fantástico más actual, no ha padecido una infancia tristísima ni ha sido maltratado por la vida. Senlin es un sensato director de escuela, un tipo timorato no exento de mojigatería, confiado en exceso y con unos principios morales muy firmes. Su única debilidad parece ser la atracción que siente por la Torre de Babel, la cual, por otra parte, tiene muy poco que ver con la que se menciona en la Biblia, aquella por la que Nuestro Señor, haciendo alarde de su gran sentido común así como de su inclinación por lo dramático, castigó a los habitantes de Mesopotamia a hablar idiomas diferentes condenándolos como consecuencia de ello a no entenderse. De ella Joshia Bancroft sólo ha tomado el nombre.
Situada en medio del desierto, la torre es el asombro del mundo (entre otras cosas porque nadie sabe con certeza lo que mide), lo que propicia que sea visitada de forma masiva por turistas, peregrinos, mercaderes y gentes de malvivir. La pasión de Senlin por ella llega al punto de que se convierte en el objetivo de su luna de miel. Pertrechado con su «Guía popular de la Torre de Babel», libro del que nunca se separa, y acompañado de Marya, su reciente esposa, se embarca en el tren que los llevará a la torre. Maravillas de todo tipo les aguardan o eso es lo que al menos les promete el libro. Senlin no tardará en descubrir que las cosas no son como él se imagina ni mucho menos como dice la guía. Ya incluso antes de entrar en la torre, en medio del caos que rige en el bazar que la circunda, pierde a Marya.
En este punto de la narración hay que concederle un voto de confianza al autor y evitar hacerse preguntas inoportunas. Porque tras buscar de manera infructuosa a su mujer por los alrededores, en lugar de ir como sería lo más razonable a esperarla a la estación de ferrocarril, piensa que podrá encontrarla en lo alto de la torre. El grueso de la novela está dedicado a narrar las diferentes aventuras que vive Senlin recorriendo los diferentes «circunreinos» que ocupan las plantas de la descomunal construcción. Se convierte así en una especie de Gulliver, y al igual que éste deberá enfrentarse a leyes y costumbres de todo tipo, en su mayoría desconcertantes, y a hacer cosas que desde su perspectiva carecen de todo sentido y van en contra sus principios. La diferencia entre la novela de Bancroft y la de Swift es que en Los viajes de Gulliver hay una intención claramente satírica por parte del autor, cosa que no ocurre en El ascenso de Senlin, que se conforma con entretener.
De las tres partes de las que consta el libro las dos primeras son las que me han parecido más originales, aunque habrá quienes echen de menos un poco más de acción y de pirotecnia. Los amantes de esto último no deben desesperar porque la parte final, a pesar de caminar por caminos más hollados, tiene una conclusión muy del gusto de Hollywood por lo que seguramente terminarán por disfrutar de lo lindo con el clímax con el que Bancroft concluye el libro. A tal efecto el autor pone toda la carne en el asador, situando los personajes más relevantes encima del escenario y haciendo confluir varias de las tramas. El primer libro de la tetralogía termina por tanto al rojo vivo dejando al lector con ganas de saber cómo continúa la historia.
La novela está escrita con sencillez y se lee de un tirón, sin embargo, a Bancroft le da de vez en cuando por crear unos símiles un tanto extravagantes, algo a lo que, por cierto, son muy dados algunos escritores norteamericanos. He aquí un ejemplo:
Un edificio austero de dos plantas, la única estructura destacable de la cavidad, se levantaba en medio de aquel desgobierno como un abuelo sordo, con unos hastiales de yeso blanco y una vigas cuadradas…
El ascenso de Senlin es una entretenida aventura que transcurre en un reconocible y siempre eficaz escenario steampunk, llena de personajes que caen bien junto con otros que son muy malos y con una tensión dramática que va en aumento. La edición en pasta dura con anchos márgenes resulta especialmente atractiva y convierte la lectura en un placer. Ahora que llegan los calores (sí, otra vez) y uno no tiene demasiadas ganas de meterse en lecturas complejas y comprometidas, de esas que hacen sudar la gota gorda, este libro puede ser una buena opción.
El ascenso de Senlin, de Josiah Bancroft (Red Key Books, 2024)
Los libros de Babel 1
Senlin Ascends (2016)
Traducción de Raul García Campos
468 pp. Tapa dura. 24,95 €
Ficha en la web de la editorial