Formo parte del grupito que no siente demasiado aprecio por la literatura de Neil Gaiman. Para contextualizar esta opinión aclaro que lo mantengo por Sandman, con todos sus trabas como tebeo, o varios relatos. Y tiene bastante de prejuicio. Al poco de traducirse tropecé con American Gods, una novela irregular cuyo único atractivo, para mi, estuvo en las historias personales de esos dioses en su llegada al Nuevo Mundo y sus posteriores problemas para subsistir en competencia con las deidades surgidas durante el siglo XX. La materia que forma al personaje de Sombra y su viaje personal me parecieron, por ser fino, anodinos. Hice cruz y raya con esta faceta de su escritura hasta que en la Tertulia de Santander se propuso como libro de lectura Neverwhere; su primera novela en solitario escrita a partir de un guión del propio Gaiman para una miniserie de la BBC. Mis sensaciones han reproducido las pautas de mi recuerdo de American Gods, una opinión con su riesgo; a priori puede haber mucho de mímesis en este juicio.
Neverwhere es el enésimo relato de un personaje que se inicia en otro mundo en contacto con el nuestro, en la línea de Los que pecan, de Fritz Leiber, o el universo de “Entre líneas”, de José Antonio Cotrina. El gran tropo vertebrador de la obra de Gaiman. Fue la base de Los libros de la magia, era una de las pautas más repetidas en las historietas de Sandman y, poco después de Neverwhere, regresaría a él en Stardust o en Coraline. Richard Mayhew, un aburrido oficinista llegado unos años antes a Londres para buscarse la vida, se cruza en el camino de Puerta, una joven que está siendo cazada por el Sr. Croup y el Sr. Vandemar. Este par de sicarios utilizan todo su poder sin misericordia, con el pie pisando el acelerador sin importarles las consecuencias. Al ayudar a Puerta, Mayhew sella su destino y termina sumergido en el Londres de abajo, el submundo entretejido con nuestro Londres, poblado por criaturas legendarias y quienes han padecido esa misma “elevación”.
El argumento sigue el esperable camino de descubrimiento de Mayhew, con la excusa de proteger a Puerta y resolver el misterio detrás del asesinato de su familia. En ese viaje se atraviesan diversos compartimentos estancos, una serie de estaciones en las cuales se entremezclan el pasado real de nuestro mundo y sus leyendas. Así, Gaiman le da la vuelta al calcetín a Earl’s Court, Blackfriars, el Museo Británico, el puente de la Torre… se nutre de su base mitológica, aplica el cincel de su imaginación y los puebla con personajes con un cierto carisma cuyo bagaje apela a la curiosidad y la fascinación. Su cualidad más destacable como contador de historias. En la albañilería del mundo trasgrede alguna de las reglas que enuncia y en un principio se autoimpone, pero no me ha resultado particularmente molesto.
Más problemático es su tradicional flanco abierto con los protagonistas humanos: Richard Mayhew es un pan sin sal, una semilla arrastrada por el viento del resto de personajes que ni siquiera cuando aborda proezas impensables se sale del carril de su condición vehicular; el medio que lleva al lector de un lugar a otro, de un icono al siguiente, de una estación a la próxima. Mejor parados salen la mayoría de secundarios, caso de los sádicos Croup y Vandemar o la Cazadora, compañera del grupo protagonista, en busca de la Bestia de reino.
He leído el libro publicado por Norma en 1999, cuando como editorial de tebeos comenzó a traducir literatura en ediciones manifiestamente mejorables. Si alguien está interesado, hay una edición en reimpresión desde 2015 por parte de Roca. Sin haberla hojeado, es harto improbable que sea peor.
Neverwhere, de Neil Gaiman (Norma, col. Brainstorming nº4, 1999)
Neverwhere (1986)
Trad. Olinda Cordukes
305 pp. Tapa Blanda.
Ficha en La tercera fundación