Hijos de Marte, de Carlos Heras y Ricard Barba

Hijos de MarteTengo un cierto apetito por lo pulp; no hasta el punto de convertirlo en parte regular de mi dieta, sí a la hora de acercarme a algún libro que lo cultive sin rubor. Esta faceta de la ciencia ficción, la fantasía y el terror lleva unos años incapaz de sobreponerse a la desaparición de sus principales medios de propagación: el bolsilibro y el kiosko. En ese tránsito fue decisivo un cambio generacional, con unos nuevos lectores más interesados en otras formas de literatura de aventuras o hambrientos por acercarse a este tipo de historias en otro tipo de ocio. Aun así, descartando las franquicias y los pijamas editoriales, el pulp todavía se puede encontrar en la pequeña edición o en el mecenazgo, y cuenta con una presencia muy testimonial en unas librerías necesitadas de recuperar la inversión con volúmenes de costes más altos; algo que con el formato bolsillo, a 7 u 8 euros el ejemplar, se antoja imposible. Sin embargo, inasequibles al desaliento, los escritores cultivan el formato y hay editoriales dispuestas a darles cancha. Tal es el caso del colectivo La Máquina y su colección Máquina negra; libros de bolsillo escritos con la idea de mantener esta manera de enfocar historias centradas en la intriga, la peripecia, la carnaza, eludiendo los desarrollos elaborados, propios de una ficción más extensa y alambicada.

En Hijos de Marte, Carlos Heras y Ricard Barba entrelazan al menos dos tramas. En la superficie, el argumento se sostiene sobre una intriga: descubrir qué ha ocurrido en Marte con una estación extractora de tierras raras. Estos minerales imprescindibles para la industria de alta tecnología siguen llegando a la Tierra con regularidad, pero se ha perdido toda comunicación con el personal encargado de su gestión en el planeta rojo. Se envía un pequeño grupo con la misión de retomar el contacto y descubrir por qué cesó el intercambio de mensajes. Este misterio se desentraña desde dos narraciones intercaladas: la primera sigue a Toni Hernán, el profesor universitario al mando del rescate; la segunda a Liam Keller, uno de los científicos de la mina, testigo de lo sucedido.

Unos dedos por debajo de ambas desventuras discurren el cúmulo de abusos que padecen Toni, Liam y quienes les acompañan. Toni sufre una inestabilidad laboral inherente a su condición de investigador universitario y, ante la amenaza de su superior, no le queda otra que embarcarse a Marte. Quedarse en la Tierra supondría perder sus opciones de llegar a profesor titular, estancarse por siempre jamás como parte del precariado. Liam padece no haber alcanzado los objetivos empresariales y unos cambios inesperados en el contrato del proyecto; más tiempo atrapado en otro planeta a saber en qué estado. Ajenos a estas tensiones quedan las quimeras, híbridos de chimpancé y ser humano criados para ser mano de obra esclava y sujetos de una crueldad creciente por parte de la mayoría de los humanos en la colonia.

La resolución del misterio y esta crítica social se enroscan desde las primeras páginas, algo inevitable y hasta necesario en un libro tan breve escrito desde esa sensibilidad en la cual la aventura se abre en canal a la violencia o lo grotesco. En ese sentido, puede funcionar si el lector está dispuesto a prescindir de otros aspectos sin espacio para desplegarse, Los personajes son vehículos de las ideas que se formulan y la acción que protagonizan; cualquier proceso de identificación, de empatía, queda reducido a la inclinación personal hacia los conceptos que representa cada uno; la suspensión de la incredulidad puede saltar por los aires a poco que se sopese el coste exagerado de explotar tierras raras en Marte en contraposición a hacerlo en el cinturón de asteroides, la composición de la misión de rescate y sus responsables, etcétera.

Esta despreocupación por la lógica interna de la historia, con una estructura espontánea lo acercaría al pulp si el color de esta literatura no apareciera muy mitigado. El argumento está completamente atado a lo que se espera de una reescritura del cómo se hizo la sociedad futura de La máquina del tiempo, la interdependencia entre los nuevos morlocks y elois. Un sota, caballo, rey con una cierta sobreexplicación (esos inicios de capítulos contando tecnologías o el pasado reciente de manera maquinal) que elude la sorpresa y la imaginación sin amaestrar. Estas cualidades apenas encuentra intersticios para colarse a través de los destellos de la brutalidad padecida por las quimeras, su respuesta hacia los humanos y un desenlace despiadado que se realimenta bien con lo leído. Hijos de Marte se queda a mitad de camino, sin mucho terreno para el impacto, la corrosión o la capacidad de asombro.

Hijos de Marte (Colectivo La Máquina, col. Máquina Negra, 2023)
Bolsillo. 128pp. 10€
Ficha en la web de la editorial

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