Ritos de madurez, de Octavia E. Butler

Ritos de madurezPuestos a inventar epítetos, uno útil o más o menos divertido podría ser ‘ciencia ficción orgánica’. Selvática también funcionaría. Pero ‘orgánica’ queda mejor, creo, sobre todo para incluir derivas del género en las que el novum es más cárnico que tecnológico, más biológico que científico. La novela Las estrellas son legión, de Kameron Hurley, que no me entusiasmó, fue la segunda en mi personal historia lectora, de todos modos, en proponer un imaginario tan orgánico, tan biológico y fagocitador que lo dominaba todo, y me pareció que estaba, como digo, por segunda vez ante un libro de lo que no podía calificar mejor que de ciencia ficción orgánica. La primera lectura fue el Amanecer de Octava Butler, primera novela de la trilogía Xenogénesis.

Acabada ahora esta Ritos de madurez, que es la segunda parte, ocho o nueve años después de leer la primera (espero no tardar tanto en ponerme con la tercera), he vuelto a tener la misma sensación de estar ante unas páginas de ciencia ficción orgánica. Sí, está la nueva carne cronenbergiana, pero no es eso: es que la carne y la vida son aquí en sí mismas y sin prótesis metálicas de ninguna clase lo que es cienciaficcionesco. Su metabolismo y su manera de funcionar, su evolución y sus necesidades y urgencias son de otro mundo. Para nosotros que leemos, un espectáculo. Y es un hallazgo natural, además, alejado de la carga de horror que predomina en Cronenberg o en Tetsuo, de Shinya Tsukamoto, donde la carne está entretejida en una maquinaria nueva, heridora, y es esa aleación la que hace de novum de terror.

Butler hace otra cosa: imagina una raza, los oankali, en continua relación simbiótica consigo mismos, capaces de estimular el crecimiento ajeno, de frenarlo o modificarlo para su mejor supervivencia. Es un novum puramente biológico, orgánico, fértil. La carne cambia y se amolda a las necesidades de cada circunstancia.

Jorge Fernández Gonzalo, en sus Políticas de la nueva carne, escribe, definiendo el cine de Cronenberg, sobre “los límites psicológicos entre el individuo y las prótesis tecnológicas que le sirven de extensión, así como la dicotomía clásica entre la materia y la mente”. Vale. Pero en Butler la mente es materia, y la materia es mente. Ahí el novum biológico de esta ciencia ficción social, selvática y sobre todo orgánica.

Octavia E. ButlerAdemás, transcurre la historia en un mundo derruido por la guerra, entre restos de países que ya no existen, que ya casi ni se recuerdan. Y la selva y la vegetación expansiva de los mundos incultos prehumanos son el contexto en el que vive esa raza alienígena, junto con los pocos humanos que sobrevivieron a la guerra que acabó con todo, y en el que parece que se dé con naturalidad ese recíproco cuidado y atención por vivir.

No sé si James Cameron ha leído o no a Butler o si en alguna entrevista la ha mencionado como influencia o modelo pero las criaturas de Avatar, tan ligadas a la vida de su planeta y en tan vinculante comunicación entre sí, parecen venir directamente de la raza metamorfoseante de estas novelas butlerianas.

Las naves mismas son seres sentientes. Pero es que los poblados mismos también son seres vivos, carne de otra carne que se amolda en relación simbiótica a sus habitantes. Cambian y modifican sus puertas según las necesidades de sus habitantes, y por eso no es un novum tecnológico y ni mucho menos científico, sino, como digo, orgánico. Es otra la vida que ha crecido así. Mientras plantea interesantes, irresolubles debates morales sobre el papel de ‘salvadores’ que tiene la raza extraterrestre, y por tanto abriendo un abanico de posibilidades temáticas y argumentales mucho más enriquecedoras para el debate que este curioso apunte que traigo hoy aquí, las novelas de Octavia Butler, además de tan bien escritas, son, como la cosa orgánica, inagotables. Racismo y colonialismo, expuestos ahí entre unas páginas silvestres, donde la vida es el novum que nos encanta.

Ritos de madurez, de Octavia E. Butler (Ultramar, Grandes Éxitos Bolsillo nº88, 1989)
Adulthood Rites (1988)
Trad. Luis Vigil
350 pp. Bolsillo.
Ficha en La tercera fundación

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