Jordan Peele y James Tiptree, Jr.

NopNop / Nope es la tercera película de Jordan Peele, después de Déjame salir y Nosotros, y es, con mucho, la que más me ha gustado. Menos discursiva que las otras, que estaban bien pero veías por dónde iban, Nop es pura imagen, pura fascinación que no quiere explicarse. (En este sentido recomiendo la reseña de John Tones en Xataka, donde explica mejor este tema de no saber por dónde van los tiros de la película). Otras reseñas mencionan influencias de Tiburón, de Señales, de (la ultra reivindicable) Temblores, y sí, creo que todo eso está o puede estar ahí, pero también creo que si hay una película de Spielberg presente en el recuerdo de Nop esa es Encuentros en la tercera fase. De todos modos, por mucho que estén todas ahí, lo realmente importante es que Peele ha reformulado sus referentes, que no son pocos, en esta emulsión de western, ciencia ficción y terror que no pretende contarnos una gran historia ni tiene grandes sentencias. O, si las tiene, están disimuladas, atenuadas por el conjunto del imaginario.

Es como si con sus dos primeras películas Jordan Peele nos hubiera estado hablando o explicando, solícito, sus tesis, y con esta hubiera preferido callarse para mostrarnos solamente una imagen. Fascinante imagen de ciencia ficción lúgubre que me ha recordado a uno de los mejores cuentos del siglo XX, que sin mucha sorpresa es “Amor es el plan, el plan es la muerte / Love is the Plan, the Plan is Death“, de James Tiptree, Jr. Una obra maestra. (Como todo el mundo sabe, claro).

Ya de buenas a primeras se ve que Tiptree tiene una gracia particular, incomparable, a la hora de poner títulos a sus obras, pero no sé si es momento para eso, ahora. Viendo la película de Peele, encantado ahí en la butaca, no paraba de pensar en este cuento tiptreeano: la imagen de esa figura flotante en Nop, esa presencia medusiforme o medusea, su silencio inquietante, su hambre y su hostilidad, me recordaron al cuento de Tiptree. En “Amor es el plan” hay presencias arácnidas, o sea que tampoco eran antropomorfas ni tenían costumbres parecidas a los humanos, y tiene el encanto añadido de ser uno de los pocos cuentos del género protagonizado exclusivamente por no humanos (ahora mismo no recuerdo otro en el que pase lo mismo, aunque sé que hay). Todo es alienígena en el cuento. Y como en la película de Peele, el discurso, aunque presente, está atenuado, y lo que realmente importa es la imagen. Sí, el cuento de Tiptree puede convertirse en representación de muchas cosas, en la colisión entre subjetividades, sobre todo, pero el acento está puesto en la imagen de los alienígenas, en la pincelada de su manera de vivir.

Cansada ya de lo humano, Tiptree nos lleva de viaje a un universo –a otro– para que veamos cómo viven ahí unas presencias que desconocemos, y sin sorpresa alguna vemos que hay sufrimiento y violencia en un entorno hostil. Tanto en la película como en el cuento nos enseñan un momento en la vida de una presencia no humana. Lo humano está relegado a nota al pie en la película, y en el cuento a la nada.

Mundos cálidos y otros

Narrado por Moggadeet, el cuento empieza con esa presencia renacida (por así decir) después de hibernar (también por así decir), y así se inicia el ciclo de su vida. Nos llegan destellos, parcas referencias a su hermano, a un crecimiento y un desarrollo cuyas últimas etapas Moggadeet desconoce. Más que narrado, el cuento está disparado en ráfagas y cuando leemos cazamos al vuelo algunos destellos. Poco más. El lenguaje también está re-construido, re-configurado a la manera de esa otredad. “Estoy llena de amor, pero el rugido-muerte me recorre”, es uno solo de los muchos ejemplos de este lenguaje (que apresuradamente traduzco aquí).

Película y cuento están más cerca del poema que de la narración. No hay líneas rectas, evolutivas: cuento y película son esferas que irradian un haz continuo. En el caso de Tiptree, un salvaje poema de amor, de hostilidad y de muerte. De frustración, de la implacabilidad del poder. Es un instante en la vida, a day in the life, por decirlo con la conocida canción de los Beatles.

Sí que hay una breve introducción a esa presencia flotante en la película de Peele, pero más que introducción en el sentido del primer paso para conocer algo, lo que hay es un descubrimiento de algo que está ahí, que no entendemos y que no pretende entendernos a nosotros. En el cuento de Titpree nos inmiscuimos en la otredad alienígena, de frente y sin asideros humanos. No hay nada humano en el cuento igual que en la película no hay explicación del comportamiento del alienígena. Por eso la película me ha recordado tanto al cuento: porque vemos una presencia en estado puro, sin maquinarias ni naves ni razonamientos humanos, simplemente siendo como es en el plano de sus instintos. Siendo, sin más. Nos regala un instante de ser. Un fogonazo de otredad, inmutable y alienígena: la presencia de lo alienígena sin porqué.

En Ultimatum a la tierra, en Encuentros en la tercera fase, en La cosa, en The Abyss, en The Faculty, en Distrito 9, en tantas películas (en The Man from Planet X, de Edward G. Ulmer, por añadir otra), lo alienígena está en un contexto humano, y es en relación a lo humano que lo aprehendemos y dotamos de sentido. En Nop no sabemos ni sabremos nada, todo es conjetura. En “Amor es el plan, el plan es la muerte” vemos un día en la vida, como digo, de un ciclo vital que es sentimiento e instinto en un entorno no humano. Es. Simplemente es.

También se puede hacer una lectura política de este cuento: el ‘plan’ del título visto como la autoridad, como la institución que te arrollará, que te disolverá en el flujo de su ser constante y todopoderoso, ante el que nada puedes hacer. La rebelión está condenada en el universo del cuento, tanto la rebelión contra el poder de los instintos como contra el poder estructural que te precede, al que naces. Por eso quizá situaría el cuento por encima de la película (aunque a ese juego clasificatorio, jerarquizante, no le veo ninguna importancia ni interés).

Qué bien esta Nop de Jordan Peele, y qué secretos pasadizos ve (o crea), a veces, la mente de uno, entre obras dispares.

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