Tras el 11S

La crítica

Tras el 11S, alguien entrevistó a Umberto Eco y le preguntó qué opinaba sobre las causas y las consecuencias del atentado.

Eco respondió:

Imagino que me pregunta eso porque me considera un pensador, ¿no? Pues déjeme que lo piense.

Es una de las formas más exactas y sencillas con que he visto describir el trabajo intelectual: pensar mucho, durante mucho tiempo, aplicando sistemas de análisis.

Muchos críticos de cine o literatura o teatro o cómic ―de hecho, la mayoría― escriben sus juicios al poco tiempo de acabar la obra. No profundizan realmente en los textos, sino en sus impresiones inmediatas sobre los textos. Son dos tipos de acercamientos muy, muy diferentes a la realidad.

Hay críticos brillantes y experimentados que salvan bastante bien los muebles, pero ninguno de ellos negará que ni una sola de sus críticas escritas de ese modo está a la altura de un análisis cuidadoso de la obra. En los análisis cuidadosos, que requieren varias recepciones y examen riguroso de los diferentes elementos estéticos (personajes, estructura, imaginarios espaciales, temporales, voces narradoras, estilos, tradiciones, idiologemas…), la impresión cambia a menudo y, si no llega a cambiar totalmente, sí cambian numerosos elementos, salen a flote detalles no considerados, implicaciones inesperadas… Todo crítico sabe esto. Incluso cualquier estudiante de Filología debería saber esto.

¿Por qué entonces no solo los profesionales, sino casi todo el mundo, se muestra tajante y postulador e inflexible cuando emite un juicio sobre una obra que ha visto solo una vez?

Por muchos motivos. Ahí van algunos:

  • Necesidades mercantiles, como que la crítica debe salir publicada de inmediato.
  • Ego
  • Pereza
  • Costumbre
  • Demasiado alcohol.

Todas ellas suelen depender de una mayor: la herencia romántica de que la obra es un ente pseudodivino-mágico-místico-unióndedosalmasquesecomunicanmedianteunasensibilidadespecial y no sé qué más gilipolleces que dijeron románticos como Bécquer y que quedan muy bonitas sobre el papel, pero que olvidan que toda obra estética es solo un producto cultural, Raymond Williams dixit.

No os lo van a reconocer, como no se lo reconocerán a sí mismos, pero no hay muchas más explicaciones.

«Ej que é de sentido común que eto é bueno y eto é malo, joder».

Mola la manera en que se invoca el sentido común sin pasarse unas semanitas sin estudiar aquello de lo que se habla.

«Lo’ critico’ dicen que eta peli es una obra maestra, pero si é que é de sentido común que é una mierda porque menudo agujero de guion hay ahí.»

O del otro modo, que da igual:

«La gente, que é imbécil, dice que eta peli es una obra maestra, pero si é que é de sentido común que é una mierda porque menudo agujero de guion hay ahí.»

«Ninguna película se ha visto hasta que no se ha visto dos veces», François Truffaut dixit (por si a mí no me crees). Añade a eso la bienaventuranza de charlar sobre la obra con expertos en estética que también la hayan visto y tengan opiniones diferentes.

¿Cambia entonces totalmente la primera impresión si nos ponemos un poco serios y pensamos durante unas semanas las cosas?

A ver… «No hay segundas oportunidades para una primera impresión», no sé quién dixit. Esa primera impresión suele ser muy potente y, a menos que estés muy entrenado para cambiar la mirada en un segundo visionado, suele ser muy influyente veas la película cuantas veces la veas. Hay muchísima gente que se niega a mirar la obra de otro modo, la estudien las veces que la estudien, porque tienen muy interiorizado que cambiar su opinión sobre una obra implica traicionarse a sí mismos, como cualquier seguidor de grupos sobre Star Wars sabe.

¿Qué puede ayudar para salir de esas primeras impresiones? Estudiar Estética, desde luego, y estudiarla con la mente muy abierta. Conocer y aceptar numerosas formas de acercarse a una obra, de estudiarla, de sentirla, de aprenderla.

Admiro a grandes críticos y escucho fielmente sus recomendaciones sobre determinados tipos de obras, porque sé ya de base que sus gustos vienen de determinado aprendizaje en una escuela/familia/amigos/curro. Sé a qué atenerme con ellos. Creen tener claro lo que es bueno o es malo, pero en general se limitan a aplicar algo que han aprendido de la sociedad sin darse cuenta.

«¡Que no! ¡Que yo me he montado mi criterio estético yo mismo y es coherente y certero!» Sí, tus cojones.

Jamás esperaré de ciertos amigos críticos una valoración positiva de The Phantom Menace, por mucho que siga ciegamente sus análisis positivos sobre literatura de cf o policiaca, en general. Jamás esperaré de ciertos escritores una crítica amable sobre The Hobbit, de Peter Jackson, pero les escucharé atentamente sus juicios positivos sobre novela negra. Jamás esperaré de gente a la que sigo en ciertos podcasts una crítica positiva de Moon Knight, pero escucharé como un devoto religioso sus críticas positivas sobre cómic bélico o de westerns.

Los juicios negativos… Bueno… Les hago menos caso en general que a los positivos. Mucha peña tiene que insistirme en que algo no merece la pena ser visto como para que yo finalmente no me ponga con ello. E incluso así acabaré viendo Moonfall, ya veréis.

Sé la importancia que le van a dar esos juicios negativos a los agujeros de guion o a que se centre la película en un niño o a que se defienda algo salvajemente neoliberal o a que sea una película lenta o rápida o a que sea dura o blanda en su visión de la vida… Sus autores han decidido ya inconscientemente qué elementos que pueden percibirse de forma inmediata son los que hacen que una obra sea mala o buena: una plantilla complicadísima, de numerosos factores, hasta cierto punto cambiantes… Pero una plantilla.

¿Y yo? Pues más o menos lo mismo. Intento tener mil plantillas a partir de los mil sistemas de análisis estético que he estudiado (quizás hayan sido solo 985, no llevo la cuenta) y cuando algo no me gusta intento recordar que es solo que no ha encajado con mis plantillas. Por ejemplo, The Mandalorian no ha encajado mucho con mis plantillas, aunque sí ha encajado con las de muchas otras personas. Me alegro sinceramente por ellas. Disfrutan de una obra que yo no sé disfrutar. Tal cual. ¿Creo que son imbéciles? Para nada.

Desde hace tiempo, quedo para comer una o dos veces por semana con mi amigo y compañero Germán Garrido ―gran experto en poéticas románticas y en la Escuela de Frankfurt y en otras pedanterías de las nuestras― para hablar de Estética. Lee más que yo, por lo que suele ponerme al día de lo último que va saliendo y yo voy leyendo lo que puedo y voy explicándole teoría literaria dura, aunque cada vez me queda menos que él no sepa. Vamos coincidiendo poco a poco ―que él me corrija― con Raymond Williams y su principio de que no existen «obras estéticas», sino «productos culturales». Y los productos culturales son muy complicados de analizar con rigor, más aún cuando sus aspectos formales son complejos.

Los seres humanos, creo, somos muy rápidos opinando. No pasa nada. Joder, no vamos a quedarnos todos callados en el bar, tras salir del cine, a la espera de ver cinco veces la película cada uno con el ordenador delante y una biblioteca de teoría estética. No pasa nada, de verdad.

Solo me preocupan los postulados inamovibles y despreciativos. No los entiendo. Quizás porque todavía no he pensado lo suficiente sobre ellos.

3 comentarios en “Tras el 11S

  1. Que es una mierda como un piano!!!

    Vaaaaaaleeee… La veeeeeoooooo…

    Dos veces la veré, para un juicio riguroso.

    (La verdad es que siempre me ha apetecido mucho verla.)

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