La mayoría de los libros que analizan un género suelen afrontarlo desde una perspectiva bien personal, bien académica, ajustándose sobre todo a cualidades narrativas, ideológicas, estructurales. En Soy lo que me persigue, Ismael Martínez Biurrun y Carlos Pitillas Salva no descartan esta base y, según avanzan las páginas, incrementan el acercamiento clásico al terror. Sin embargo, en su mayor parte se aproximan desde una herramienta utilizada en escasas ocasiones: la psicología. Algo insinuado con el subtítulo que acompaña al libro, El terror como ficción del trauma, pero que llega a tener una profundidad que cuesta anticipar. Esta propuesta rinde buenos frutos e ilumina nuevos recovecos de una poética bastante estudiada, sobre todo desde su reflejo de los acontecimientos históricos y sociales o su manera de despertar y alentar emociones de diversa índole.
En la primera parte del libro Martínez Biurrun y Pitillas Salva asientan las bases psicológicas del trauma. Lo inician con su equiparación con una fractura de Ronnie Janoff-Bulman, pasan por Freud, y llegan al meollo con el psicoanális de Lacan. Quizás la parte que más me ha costado aprehender por el uso de una nomenclatura (lo real, lo imaginario, lo simbólico) que tengo demasiado arraigada desde otros campos. Para proporcionar un asidero y una brújula al lector, cada concepto teórico se acompaña con su manifestación en el mundo de la ficción y cómo en el cine y la literatura han puesto de manifiesto cada una de estos aspectos. Así, por ejemplo, la mencionada ruptura les permite hablar del fenómeno de El doble o de las identidades diversas a través de películas como Enemy o La mitad oscura, o del cuestionamiento del yo como realidad sólida en La maldición de Hill House o La casa de hojas. Esa manera característica de dejar al espectador/lector inerme ante las atrocidades de las cuales puede ser capaz el ser humano, emergencias de un pasado olvidado y nunca dejado atrás, sucesos imposibles de conceptualizar… Todos los elementos habituales del terror desnudan sus significados y aportan claridad desde la psicología, siempre de la mano de los mejores ejemplos, en un equilibrio muy medido. Lo formal y sus representaciones se suceden con continuidad sin que ninguna de las dos partes monopolicen más de la cuenta un capítulo.
Aparte de los comentados, hay otra piedra angular en Soy lo que me persigue: John Clute. Su estudio del terror en El jardín crepuscular se menciona en las primeras páginas pero es imprescindible en la segunda (y última) parte del ensayo: “En busca de una estructura del horror”. Aquí el enfoque narrativo toma el protagonismo sin relegar al psicológico. Pitillas Salva y Martínez Biurrun entrelazan ambas vertientes en una serie de capítulos guiados por cuestiones a ratos más convencionales (las menciones a los arquetipos Jungianos o al Héroe de las mil caras de Campbell son recurrentes), con el propósito de extraer el común denominador de la construcción del relato. Aquí la nomenclatura ideada por Clute para su despiece en cuatro actos (Atisbos, Espesamiento, Trance, Después) domina el esfuerzo cartografiador en una secuencia donde los films clásicos (Alien, El exorcista, Tiburón) se suceden de otros más recientes (Babadook, Hereditary).
Desde un punto de vista personal me hubiera gustado un mayor presencia de la literatura frente a lo cinematográfico, y del horror cósmico. Una visión representada por films como El color que cayó del cielo o The Endless, pero sin llegar al peso que mantiene en la ficción contemporánea. También hubiera estado bien un Índice onomástico para facilitar la consulta, un ausencia demasiado extendida en la edición actual. Nada de esto pone en duda la necesidad de esta propuesta valiente que satisfará a los interesados en cualquiera de las manifestaciones del terror. Una pena la limitada distribución mantenga Soy lo que me persigue alejado de su público potencial.
Soy lo que me persigue. El terror como ficción del trauma, de Ismael Martínez Biurrun y Carlos Pitillas Salva, 2021)
Rústica. 352pp. 18,95€
Ficha en la web de la editorial