Los últimos días he estado siguiendo con interés cada artículo de la serie “Mis cinco libros de ciencia ficción”. Si pienso en los títulos y autores que me fueron formando como lector del género, seguramente estén todos o casi todos ahí; la mayoría los leí hace un porrón de años y unos pocos siguen aún en la pila. Encuentro, sin embargo, que estos últimos también están aparcados en la montaña inacabable desde tiempos remotos… ¿por qué? Me pregunto si esto se debe a que el género no ha evolucionado lo suficiente, pero lo descarto de inmediato: rechazo creer que todo quedó definido en una horquilla temporal cuyo punto más próximo se encuentra hace 40 años.
Por lo general, he visto que casi todas las listas se basan en el criterio de “lo que más me impactó / marcó”, etc. Un planteamiento sujeto a muchos condicionantes y quizás capcioso ya que, en mi humilde opinión, lo que tiende a salir son siempre los clásicos, las obras con más recorrido, aquellas que han pasado el filtro de los años y cuyas imágenes se han convertido en referente. Hay algunas excepciones, por supuesto. He contado cinco o seis cosas publicadas en el siglo XXI. En este sentido, quizá el artículo de Adolfina García sea el que más se acerca a nuestros días. Ella, que se define como un garbanzo negro en el fandom, ha hecho una lista valiente.
Este artículo pretende ser una respuesta que huya de los vicios con los que me he topado en la serie. A su vez, se inspira en las mismas ideas, pues se trata de libros que me han marcado profundamente y que reafirman mi fe absoluta en el género. La diferencia es que todos ellos se publicaron en el pasado reciente, ninguno tiene más de quince años. Tampoco los ha seleccionado nadie hasta ahora (por mucho que me pese prescindir de cierta novela). Si se convertirán en futuros clásicos, no lo sé. Pongo en la mano en el fuego por alguno. Quiero mirar hacia delante, no hacia atrás; ni siquiera voy a mencionar a mis autores favoritos de todos los tiempos. Que habrá polémica, eso es seguro. Igual alguien hasta me llama tramposo. Pero no adelantemos acontecimientos, voy directamente al grano: sin ningún orden en particular, estos son mis otros cinco libros de ciencia ficción.
La vegetariana, de Han Kang (2007)
La autora coreana se ha convertido en un fenómeno mundial y no es de extrañar que, con el hype que hay con todo lo salido de este país (muy similar a Japón en los 90), pronto tenga en España la repercusión que se merece. La vegetariana es su obra más conocida, y si no se la suele catalogar como ciencia ficción es quizá por el viejo prejuicio de que se trata de una novela demasiado buena como para llevar un apellido tan plebeyo (advertí que habría polémica, y aquí la primera taza).
La trama gira en torno a una mujer que renuncia a comer carne y que poco a poco empieza a transformarse en una planta. Su decisión levanta ampollas en su entorno familiar y social, que no duda lapidarla de todas las maneras posibles. Con un estilo próximo a esa variante neokafkiana que tanto gusta a los escritores asiáticos, algunos de los temas centrales de la novela son la violencia y la otredad; una otredad que para funcionar no necesita razas alienígenas o mutantes y que, del mismo modo que los grandes títulos del género, construye una feroz crítica contra el sistema. Aunque a veces llega a ser terrorífica por la cantidad de situaciones angustiosas y desasosegantes, para mí la novela se inscribe en la ciencia ficción social, uno de mis subgéneros predilectos. Por eso está aquí. Una obra maestra, perturbadora y extraña. Publicada originalmente en 2007, es la más antigua de mi lista.
El alfabeto de fuego, de Ben Marcus (2012)
No podía faltar algo del género apocalíptico. Esta novela es lo más loco que he leído en mucho tiempo y ha pasado inadvertida, aunque por supuesto en C tiene dedicado un artículo. Una extraña enfermedad asola la humanidad: las voces de los niños se han convertido en un veneno que mata a los adultos. La convivencia deja de ser posible y se produce una diáspora que deja las ciudades en manos de los enfermos, focos de epidemia aislados y vigilados de los que es imposible escapar. ¿Resulta familiar? Marcus añade un culto judío rarísimo cuyos miembros se comunican a través de un artefacto orgánico de origen desconocido, un puñado de científicos chalados que llevan a cabo sangrientos experimentos para encontrar la cura a toda costa y una sensación permanente de soledad y desazón no apta para estómagos delicados.
El alfabeto de fuego, que recibió críticas infundadas de antisemitismo (fue torpedeada, prácticamente hundida) es un pedazo de obra que funciona brutalmente tanto a nivel de trama como de los muchísimos temas que pone sobre la mesa: la palabra como herramienta de destrucción, el fracaso del lenguaje, la ruptura generacional en esta era nuestra gobernada desde las redes sociales, la post-verdad y la deep web. Sin olvidar la crisis de la familia como institución social, la más elemental, objetivo estratégico de un sistema voraz e insaciable. La pandemia ha vuelto a ponerla en la palestra y es un motivo más para leerla.
La entrevista, de Manuele Fior (2013)
Alguno me llamará tramposo por colar este caballo de Troya: una novela gráfica, como dicen los clasistas empeñados en marcar diferencias entre el cómic popular, chusco, y su versión ilustrada, culta. ¿Homólogo a esa gente que habla con desdén y/o condescendencia de la ciencia ficción? Que cada uno lo vea como quiera, para mí tiene que estar. Igual hasta abre una puerta a otra serie de artículos sobre los mejores cómics (¿novelas gráficas?) del género. Segunda tacita de polémica.
Manuele Fior es un artista que está haciendo historia. Su inconfundible estilo gráfico y el viraje de sus obras hacia la ciencia ficción le colocan en mi lista con todo derecho. La entrevista está ambientada en una Italia muy cercana en el tiempo, con todo el encanto de su arquitectura y paisajes, pero cuya sociedad se ha fragmentado entre lo viejo y lo nuevo. Algo en el aire, una vibración, una moral que los conservadores ven como una especie de movimiento hippie, se está extendiendo sin control aparente. La gente empieza a sufrir alucinaciones… El amor conduce una trama llena de elementos interesantes en cuyo componente de ciencia ficción no quiero profundizar para no reventarle la lectura a nadie. Dadle una oportunidad y luego hablamos.
Fin, de David Monteagudo (2009)
Post-apocalíptico y español, dos cosas que quedaban por salir. Fin es un libro que se llevó muchos palos, y no entiendo por qué. Alguna gente no soportaba los diálogos, para mí toda una delicia al estilo de El Jarama. Otros parecían encajar mal la ausencia de una explicación a todo lo que sucede; yo me pregunto, ¿es necesario? Porque la novela engancha bien fuerte y uno se lo pasa de maravilla con ella. Debería bastar. Es cierto que tuvo una “adaptación” cinematográfica… NEFASTA, en mayúsculas, pero de la que el libro no tiene la culpa. Por favor, que me lo expliquen entonces.
Quien más, quien menos, conoce la trama. El caso es que un grupo de amigos de juventud cumple la vieja promesa de reunirse un montón de años después, cuando previsiblemente cada uno ya habrá hecho su vida. Las risitas y los inevitables cotilleos van dando paso a los recuerdos hasta que, en un determinado momento, ocurre algo extraño. El estupor se va transformando en angustia y pavor a medida que pasan las páginas y se suceden los acontecimientos. Hasta aquí, me parece imposible que algún lector no se haya visto arrastrado por el torbellino de adrenalina. Le sigue un viaje por un mundo devastado, cargado de imágenes espectaculares e inquietantes en busca de respuestas. Quizá esto último sea lo peor resuelto, pero para mí la gran pregunta es qué pasó con David Monteagudo, cuyas siguientes novelas no llegaron al nivel de expectación generado. Sea como sea, Fin es de lectura obligada.
La mucama de Omicunlé, de Rita Indiana (2015)
Decía hace muy poco en otro lado que me considero un pésimo crítico. Mis reseñas van más orientadas a quien ya ha leído, buscando generar conversación más que otra cosa. Por eso me encanta cuando un libro causa revuelo, y recuerdo con cariño la “teletertulia” con Nacho Illarregui y Santi Moreno en torno a La mucama de Ominculé. En esta ocasión me alineaba bastante con Nacho, que ya ha hablado de ella en C, por lo que nada de lo que yo diga aquí va a partir la pana.
La novela conjuga ciencia ficción y fantasía siguiendo una exótica receta cuyos ingredientes parecen difíciles de combinar: cyberpunk, distopía, ecologismo, viajes temporales (con asterisco), la música y el folclore afroantillanos, todo ello con el toque queer característico de Rita Indiana, artista extrañamente desconocida en España pese a publicar en nuestra lengua. La principal razón por la cual me ganó La mucama es por lo bien que representa y consigue fijar el espíritu de nuestro tiempo. Es una obra terriblemente actual que, en muy pocas páginas, encapsula el momento histórico que nos ha tocado vivir, y estoy convencido de que se trata de un título clave al que el paso de los años irá haciendo justicia.
¡Y hasta aquí lo que se daba! Empecé la selección con el libro más antiguo y la cierro con el más reciente. Gracias por leer.
Excelente toque, complementario y necesario. Echaba de menos tu texto, Javi.
Gracias, Santi. Supongo que sabes qué novela me fastidió dejar fuera por estar ya repetida. Y a lo mejor también adivinas en lugar de cuál iría. Un abrazo.
La de la tapa negra, supongo.
Vaya, pues un artículo que me ha abierto el apetito de probar cosas nuevas. Gracias!