El corcel, de Carol Emshwiller

El corcelEl corcel es una novela a la contra. De los tiempos que vivimos, cuando cualquier texto de cf de más de 50 páginas destinado a tener éxito debe rendir pleitesía a la albaliñería de mundos, y del año en que se publicó originalmente; un 2002 en el que la ciencia ficción sostenida sobre la parábola llevaba décadas en retroceso. Su composición alegórica y juvenil parece más propia de los años 50 o los 60. Dicha construcción acarrea sus peajes: más allá del sabor añejo, la suspensión de incredulidad se mantiene en un equilibrio precario supeditada a nuestra capacidad de asumir el envite. Carol Emshwiller apuesta por un argumento dominado por la maduración de su protagonista que amenaza con encallar la lectura si la frustración de las aspiraciones de la niñez, una lenta apertura de mirada a la complejidad del mundo, una ambientación atrasada que ralla en lo pastoral, no conectan con nosotros.

Los chillones son unos alienígenas que se hicieron con el control de nuestro planeta hace siglos. Viendo el modo de vida que mantienen, parece del todo increíble: recuerdan a los nobles de la Inglaterra Georgiana, con una tecnología no demasiado superior a la nuestra más allá de un viaje interestelar que, en el escenario visto en El corcel, se antoja imposible. Tras transformar la vida de la Tierra, conservan los restos de la humanidad como si fueran sus vehículos personales; con unas extremidades inferiores infradesarrolladas que les impiden desplazarse largas distancias, se sirven de nuestros descendientes a modo de monturas. Su grado de selección ha sido tal que existen diversas razas (Seattle, Tennessee), cada una con sus puntos fuertes (velocidad, resistencia, fuerza) y débiles, diferentes grados de pureza… Hay comunidades “libres” que participan de una vida tribal en lugares alejados de las ciudades, pero los humanos de bien sirven a sus amos, supeditados a sus necesidades y a su función.

Salvo un par de capítulos que aportan contexto desde otras perspectivas del mundo, Emshwiller escribe El corcel desde el punto de vista de Charley, un joven Seattle con grandes ambiciones. Hijo de un cruce entre una montura legendaria al servicio de un Guardia y La Risueña Mary, separado poco después de su nacimiento, vive embargado por sus anhelos. Fundamentalmente por su entrenamiento para servir a El Pequeño Amo, un joven chillón, pretendido líder futuro de los extraterrestres. Sus expectativas se frustran cuando es liberado por su padre y llevado a un poblado de las montañas a vivir entre sus semejantes, unos “salvajes” cuyas costumbres y aspiraciones no se corresponden con las suyas. El primero de los múltiples reveses a los que se verá sometido e inicio de una transformación, previsible aunque bien trabado.

La escritura del primer tercio de libro abunda en un continuo extrañamiento cognitivo. El primer capítulo, contado desde el punto de vista de un chillón, describe la relación entre ambas especies desde la posición dominante y pone sobreaviso del lugar narrativo. Un entorno donde las relaciones de poder y la dinámica amo-esclavo han traspasado horizontes, caso del proceso de selección sobre la especie humana. Así lo define una de las mejores escenas de esa introducción: el narrador se encuentra con una hembra humana y la describe desde unos parámetros físicos que hacen pensar en un terrateniente describiendo un caballo recién adquirido para su granja. Le hace una pregunta sobre sus deseos para aparearse y descubre que no puede hablar, lo que le permite formular unas ideas pragmáticas sobre la inconveniencia de la palabra para mantener la docilidad en una especie inteligente. Esa visión del mundo y la reiterada voluntad de servicio presiden la vida de Charley y van a ser templadas por los sucesivos giros del argumento.

Carol EmshwillerEl caudal alegórico es incesante. La racialización extrema a la que se ha sometido a la humanidad, asumida por las monturas a multitud de niveles, y la estratificación social subrayan lo artificial de ambos como constructos sociales. Ahí están elementos como unas bridas que Charley aspira a llevar y que marcan un estatus que, cuando adquiere, revelan aspectos dolorosos. No es ya que su deseo de estar a disposición de su amo sea indiferente porque el más mínimo tirón le produce un dolor extremo; las heridas que en la boca le crearán, a no mucho tardar, la mudez que ha llevado a su padre a ser parco en palabras, incapaz de abordar un discurso elaborado.

Inevitablemente, en un escenario tan estoico y vacío de elementos, un futuro minimalista donde lo ciencia ficcional se expresa en factores psicológicos, varios detalles de atrezzo se antojan risibles. Los componentes de fábula son tan dominantes, el futuro alienígena se ha desprendido tanto de su tecnología, que en ciertos momentos veía a Carol Emshwiller guiñándome el ojo y preguntándome “¿lo pillas?”. Sin embargo, asumiendo esto, no todo es tan evidente y me ha entrado bien otro subtexto: la alternativa/demolición de las novelas juveniles á la Heinlein que otros autores estaban abordando de manera contemporánea a la escritura de El corcel (Trueno rojo, de John Varley). La fantasía de poder en la que Charley se ha criado se conjura con inevitables estallidos de violencia en los que él termina siendo víctima y líder desde una refundación de la faceta heroica. Una alternativa de cambio destinada a integrar las perspectivas que se dan cita: un pasado perdido que se vislumbra en pequeños fogonazos; las víctimas que aspiran a escapar del futuro ineludible; unos amos estancados en una relación que cercena su potencial.

El olvido de El corcel una década después de su traducción (y veinte años después de su escritura) me hace pensar en el injusto trato dado a este clásico menor. Quizás habría recibido más atención si hubiera sido escrito cuarenta años antes de lo que lo fue, o si hubiera tenido en España una historia editorial menos turbulenta. El libro estaba llamado a aparecer entre finales de 2004 y comienzos de 2005 como el número 22 de la colección Bibliópolis fantástica. Para que se hagan una idea, después de El último anillo, de Kiril Yeskov, aquella novela de espías en la Tierra Media disfrazada de relato alternativo al contado en El Señor de los Anillos, y Heredera del mar y de fuego, la segunda parte de Juego de enigmas, de Patricia McKillip. Sin embargo, terminó apareciendo en 2009 cuando la colección ya estaba por el número 60, enfocando sus últimos títulos antes de ser suspendida. Este lapso de cinco años sin duda se cobró su precio en visibilidad y en potencial de ventas, de un mercado que todavía tenía un cierto movimiento a los primeros años de la crisis que se llevó por delante tantas cosas. Sin embargo, este decisión también fue muestra del compromiso de una editorial que terminó sacando todos los libros anunciados aunque quizás lo más lógico habría sido no hacerlo. Este empecinamiento, satisfacer la palabra dada, tiene un extra de relevancia cuando es una obra tan especial. La novela más conocida de Carol Emshwiller, una escritora de producción limitada, con apenas una decena de relatos traducidos, de la cual Ursula K. Le Guin alabó su talento para la fabulación y la consideró una de las voces más maduras y complejas de la ciencia ficción feminista. El corcel es la única prueba que tenemos en España de ello.

El corcel (Bibliópolis, col. Bibliópolis fantástica nº22, 2009)
The Mount (2002)
Trad. Tina Parcero
208 pp. Tapa Blanda. 18,95€
Ficha en La Tercera Fundación

6 comentarios en “El corcel, de Carol Emshwiller

  1. Comparto totalmente los sentimientos en torno a la lectura. Como fan de PKD caigo siempre que encuentro algo relacionado aunque sea una novela premiada en su nombre. A veces esa locura ayuda a descubrir tesoros.

    • Que esté pensado para publicar novedades publicadas directamente en rústica quita de en medio los escritores consagrados, y la presencia de un jurado ayuda a decantar los mejores diamantes en bruto. Puede que muchas no sean novelas perfectas, ni se acerquen. Pero siempre suelen tener algo que las hace meritorias para llevar la marca con orgullo.

  2. Al hilo del último párrafo: llevo unos años reeditando en Alamut los titulos de Bibliópolis que se agotan (Visión ciega, El último anillo, Los tejedores de cabellos y La historia de tu vida; y pronto le tocará a Luz, Accelerando, La estación del crepúsculo…), pero quiero probar en algún momento a reeditar títulos de menos éxito a los que me apetece dar una nueva oportunidad, aunque sea en tiradas casi simbolicas. El corcel sería uno de ellos.

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