Cuando escribí sobre la escasa atención suscitada por Supernovas, hubo una respuesta que me hizo bajarme un poco del burro: el fandom jamás ha prestado atención a este tipo de libros. Y en cierta forma, salvo las famosas listas canon, el resto de textos que estudian y profundizan cualquier aspecto de la ciencia ficción, la fantasía o el terror vuelan bajo el radar, apenas comentados en dos o tres webs del núcleo duro. Otro tanto se puede decir de los artículos. Hago notar una vez más la cierta vergüencilla de haber ganado un Ignotus con “Gigamesh, ¿qué fue de…?“. Una entrada vulgar de esas que hace diez años abundaban en los blogs, donde recordaba algunos de los asuntos editoriales más recriminables de la casa del vicio y la subcultura. El artículo recibió un efecto Streisand de libro cuando Alejo Cuervo se materializó en los comentarios sacudiendo el mazo a diestro y siniestro. Ganó una relevancia que de otra manera no habría tenido y coleó hasta el año siguiente en una votación en la que al menos perdió un texto de mucha más valía: el obituario que Juanma Santiago le dedicó a Juan Carlos Planells. Se pueden poner más casos donde labores de estudio que recuerdan con elocuencia alguna obra o autores concretos pierden frente a una reseña de una cuartilla escrita en 15 minutos o un articulillo que es una bibliografía enlazada con conectores.
Mi hastío viene porque en las últimas tres décadas ha habido grandes artículos y ensayos. Unos recibieron premios, otros no, mientras la mayoría corrieron el destino de las revistas, fanzines y webs donde aparecieron: el olvido. Apenas unos pocos han podido ser recuperados de alguna manera, bien a través de algún portal que, a los dos años, solamente encuentras si utilizas con arte un buscador; bien a través de una edición electrónica que suele correr la misma suerte que los ensayos; bien porque algún editor aventado decide correr el riesgo de reunirlos en un libro como este, un acto de justicia hacia uno de los mejores ensayistas españoles dedicado sobre todo a la ciencia ficción.
Director de revistas (Stalker o Gigamesh) y fanzines, seleccionador de multitud de antologías, corrector editorial, prologuista, bloguero… El curriculum de Juan Manuel Santiago se comenta solo. Seguramente es quien mejor conoce la ciencia ficción escrita en España durante las últimas tres décadas, pero es más interesante hablar de sus cualidades como ensayista o divulgador, capaz de contextualizar cualquier obra y autor en el momento y lugar donde surgieron; certero a la hora de referenciar las posibles influencias y semejanzas; incisivo al destacar las luces y constructivo, cuando no indulgente, al tratar las sombras; y vivaz en el uso de la anécdota o el chascarrillo para romper la gravitas endémica del mundo de la crítica. Supongo que esta última inclinación puede hacer que algunos de sus textos se perciban como demasiado informales, si se prefiere una perspectiva más seria. Sin embargo, personalmente agradezco ese desparpajo cuando se habla del fandom. Y aquí ocurre mucho.
Moriremos por fuego amigo contiene dos celebraciones. Primero, de más de dos décadas de historia de la ciencia ficción y fantasía españolas caracterizadas a través de las críticas de algunos ensayos fundamentales para entender su desarrollo; la recuperación de prólogos de libros parcialmente olvidados que merece la pena recordar (Jitanjáfora, los relatos de Fernández Madrigal, Concepción Regueiro, Jimina Sabadú…); la reimpresión de introducciones-estudio esenciales para entender la obra de César Mallorquí o la figura de Julián Díez; varias listas comentadas de relatos imprescindibles para cualquier interesado en sumergirse en las producción de las últimas décadas; el ya mencionado obituario de Juan Carlos Planells… Y a través de este material, un popurrí engranado con sentido, suena alta y clara la segunda celebración: la puesta en valor de una actividad aficionada que ha conectado a varios centenares de personas e impulsado una serie de comunidades que reciben un reconocimiento en papel antes de terminar de perderse por el sumidero del tiempo.
Ese espíritu, el aliento de un tropel de novelas, relatos, artículos de opinión, sinergias, diatribas…, es el corazón de Moriremos por fuego amigo. Los fanzines, las revistas, las tertulias, los premios, los vínculos personales donde se maceraban los autores y cocinaban sus escritos… forman el caldo de cultivo que se siente en un libro que grita memoria en una glosa trufada de sin sabores. Los propios de ver una legión de nombres y obras valiosas ya apenas recordadas y la amargura de los diversos frentes de las guerras del fandom, que aquí se relatan en varios momentos.
No obstante, también resulta un poco frustrante que, con tan pocos libros dedicados a recopilar la obra de uno de los mejores ensayistas que ha dado el fantástico en España, se haya prescindido de algunos de sus mejores escritos. Ya sea porque están pendientes de otro libro, es de suponer con el material dedicado a autores y obras foráneas (Su conferencia sobre Lem “Azar y orden“, sus ensayos para Gigamesh sobre Sturgeon o Bester la oportunidad de publicar por fin el de Tiptree, Jr., las críticas de libros extranjeros que aparecieron en Jabberwock) o porque no había permiso para recuperarlos. Con decisiones incomprensibles como la que atañe al primer volumen de las antologías de los premios Ignotus que, quizás, podría recibir algún lector extra con la recuperación de un texto más atractivo que el aquí impreso; un prólogo rechazado que permite a Santiago mostrarse de una manera más autobiográfica e informal. Una espontaneidad evidente en otro par de los artículos inéditos, caso de “Yo sobreviví a las guerras del fandom”, en algún tramo un bosquejo del texto que podría haber sido.
En el fondo, esta actitud repelente “está bien pero podía haber sido mejor” es la del elitista que levanta el dedo meñique mientras escribe desde la tranquilidad de su hogar: “Qué buen libro de acompañamiento sería Moriremos por fuego ajeno de (título random)” cuando ese libro que acabo de plantear no existe… y a saber si lo veremos. Sin embargo, también permite reivindicar la lectura de libros imperfectos. Moriremos por fuego amigo podría haber sido mejor pero, aun así, es un compendio insustituible para conocer tres décadas de ciencia ficción, fantasía y terror en España tal y como se vivieron desde el mundo aficionado. Su memoria escrita por su mejor cronista. ’nuff said.
Moriremos por fuego amigo (Cazador de ratas, col. Zambrano – ensayo, 2019)
Rústica. 504pp. 20€
Ficha en la web de la editorial
“título random”… Ay, las redes sociales… grandes unificadores de idiomas, grandes evolucionadoras del lenguaje. Eres un tío leído, ¿que te pasó por la cabeza para no escribir “título aleatorio”, “título al azar”, “título cualquiera”…
Añádele a las redes sociales que trabajo con adolescentes que utilizan mucho la expresión. Soy el meme del señor Burns entrando en clase vestido como si tuviera 14 años.
Me imagino al praeceptor echando pestes de las expresiones griegas que sus jóvenes discipulus intercalaban en su jerga juvenil XD
Los ensayos de Juanma y su labor como aficionado son imprescindibles en la historia del fandom. Por la calidad de los ensayos biográficos y por el valor testimonial de esas pequeñas crónicas de sociedad fandomita que su memoria prodigiosa ha ayudado a conservar. Coincido contigo en la frustración de aquellos años en los que Juanma publicaba dos o tres ensayos de miles de palabras y calidad académica y sin embargo el Ignotus iba a parar a una entrada de blog de 500 palabras. Años de inocencia en los que aún desconocía la auténtica naturaleza de esos premios.
Coincido también en echar en falta algunos de esos artículos aquí, y supongo y espero, como tú, que su ausencia se deba a que esperan a formar parte de otro libro. Juanma es parte de ese fandom olvidado actualmente y que tanto bien dejó.