En esa contienda de discursos y visiones sobre lo que es y lo que debería/podría ser la ciencia ficción, cotiza al alza la demanda de historias con una perspectiva optimista/positiva del escenario, de las relaciones entre los personajes y/o su desarrollo. Tras años de dominio del fin del mundo, el postapocalíptico o la distopía, se ha activado la demanda de narraciones que combatan ese pesimismo, no sé si sanadoras o terapéuticas. Sin embargo en esta búsqueda parece quedar fuera de cuestionamiento la realidad política, económica y casi diría social de nuestra civilización. El capitalismo se mantiene como ideología imperante y su presencia anega cualquier relato hasta el punto de construir un efectivo muro de contención que impide sobrepasarlo. Pensar en una sociedad libre de su influencia continúa fuera de la ecuación.
Esa prevalencia sistémica, cómo el libre mercado ha colonizado hasta el ámbito más insospechado de nuestras vidas, es el objeto de Realismo capitalista. Mark Fisher se apoya en ideas de Deleuze, Zizek, Jameson y otros filósofos marxistas para cartografiar esta tiranía, las armas de las que se ha servido para someter cualquier otro sistema y domeñar el panorama incluso hasta alentar iniciativas percibidas como anticapitalistas. Esta aparente contradicción, una de las numerosas incoherencias apuntadas por el autor de Lo raro y lo espeluznante caracterizada a través de un film como WALL·E, deja de serlo cuando Fisher profundiza hacia sus cimientos en un mesurado equilibrio entre filosofía, sociología, psicología y semiótica.
Esta armonía, extendida del análisis de fondo a la presentación de las manifestaciones y consecuencias más evidentes, es el común denominador de Realismo capitalista. Cómo Fisher ahonda en las raíces de la ideología para, sin solución de continuidad, regresar a la epidermis, describir las señales más visibles a nuestro alrededor y avanzar en las problemáticas que acarrea. Puede que para los iniciados en el tema se quede corto, pero desde mi desconocimiento el texto me parece más ecuánime e incisivo que cualquiera de los escritos por el mediático, y un tanto superficial, Owen Jones.
La vinculación con nuestra presente, un post fordismo desatado con todos los ámbitos de nuestro cotidianidad convertidos en negocio, se aborda desde una serie de aporías que ponen de manifiesto las paradojas de la ideología cuyo triunfo lleva aparejada la catástrofe del ecosistema planetario. Entre los aspectos discutidos, me han interesado en particular dos: la burocratización de lo educativo y el referente a la salud mental.
Dada mi labor como educador, me ha resultado particularmente incisivo el primero. Cómo el capitalismo ha hecho suyo uno de sus principales ataques del comunismo: la instauración de una burocracia sofocante que ahoga las cualidades que, supuestamente, se postulan desde el liberalismo económico. La adaptación a las necesidades de cada momento, la preparación de las clases o, incluso, la formación en aspectos fundamentales para el desempeño de la función docente, quedan enterradas bajo el peso de una maquinaria de supuesta rendición de cuentas a través de unos currículos y una evaluación regulada hasta extremos ridículos, o la exigencia de documentar cada acción como si estuviera trabajando en una cadena de montaje. Mientras, en el otro ámbito, se exponen las consecuencias de la privatización de la salud mental; una serie de trastornos de incidencia creciente alentados por la prevalencia de un sistema socioeconómico que funciona como catalizador para su germen. El sinsentido de dejar de atender los problemas que fomentan prácticas como la productividad a cualquier precio, la flexibilidad laboral, la competencia sin fin en el puesto de trabajo…
La edición de Caja Negra hubiera ganado con un índice onomástico y una serie de referencias bibliográficas que permitieran profundizar en las ideas o recuperar las fuentes de donde Fisher las cita. Aun así nada enturbia la lectura de una obra que pone de manifiesto la necesidad de romper con la noción del fin de la historia. Dejar atrás una ideología que pone en riesgo al ser humano, algo que, al menos en el campo de la ficción, debiera resultar más sencillo de esquivar y donde los ejemplos se cuentan con los dedos de una mano. Resulta triste que a estas alturas del siglo XXI la ruptura de las normas establecidas se siga reduciendo al entorno cercano de los protagonistas o el aislamiento frente a las toxicidades del exterior prevalezca sobre cualquier intento de imaginar otro contexto. Mientras esto siga así, tendremos que seguir recurriendo a Los desposeídos y toda la serie de La cultura, prácticamente los únicos ejemplos sobresalientes de las últimas décadas con los cuáles soñar en otro mundo posible.
Realismo capitalista (Caja Negra, col. Futuros Próximos nº8, 2016)
Capitalist Realism, Is There No Alternative? (2009)
Traducción: Claudio Iglesias
Tapa blanda. 160pp. 16 €
Ficha en la web de la editorial
“una maquinaria de supuesta rendición de cuentas a través de unos currículos y una evaluación regulada hasta extremos ridículos, o la exigencia de documentar cada acción como si estuviera trabajando en una cadena de montaje”.
‘Puta competitivad y puto estado policial en el laburo’.