La presencia de mujeres en el mundo televisivo detrás de las cámaras, dirigiendo episodios, escribiendo en la sala de guionistas, produciendo los shows, ha ganado relevancia cuando nombres como Jenji Kohan, Jill Soloway o Amy Sherman-Palladino se han convertido en reclamo para producciones al nivel que hace una década podían serlo David E. Kelley, David Miltch o J. J. Abrams. Esta tendencia a la normalización en las entrañas de la televisión yanqui, todavía lejos de la equidad, es consecuencia de una batalla librada durante las últimas tres décadas. El progresivo éxito de un grupo de profesionales ha abierto huecos a nuevas voces y formas de mirar la ficción, resquebrajando un entorno previo eminentemente masculino. Ese proceso es una de las guías que conducen a Joy Press en Dueñas del show. El relato de cómo una docena de mujeres han triunfando y, de paso, impulsado el cambio en un medio a priori bastante reacio a él.
Aunque hay una introducción en la cual Press hace un repaso a los shows donde mujeres tuvieron su peso en las tareas de escritura y producción antes de los 90, la estructura que le ha dado al libro es homogénea: nueve artículos de fondo centrados en guionistas, productoras y shows que han concitado la atención del gran público y/o la crítica durante las últimas tres décadas. De manera recurrente se acerca a sus comienzos en el medio, cómo se hicieron con el timón de sus series icónicas, y cuenta su aprendizaje del rol de showrunner, las dificultades y tensiones en la gestación de las diferentes temporadas, los temas y la mirada que han introducido, algunas interioridades de la sala de guionistas relacionadas con episodios concretos, las ocasionales polémicas asociadas y la repercusión a todos los niveles.
Los dos primeros capítulos, dedicados Diane English y Murphy Brown y Roseanne Barr y Roseanne, son paradigmáticos. Estrenadas con un mes de diferencia, ambas telecomedias dominaron la parrilla y sus respectivas categorías en los Emmys durante más de un lustro. Sobre todo gracias a dos protagonistas y sus interpretaciones de mujeres apenas vistas en la televisión previa: una profesional comprometida políticamente que, llegado el momento, se convierte en madre soltera, y una caótica madre enfrentada a los asuntos cotidianos de la clase trabajadora. El orden y el control de English, la relativa placidez con la sacó adelante la decisión de su protagonista de gestar a su hijo, lo que le llevó a convertirse en sujeto de los ataques conservadores durante la campaña de presidencial del año 92, contrasta con el tempestuoso entorno en el cuál Barr se desenvolvió en su durante los diez años de emisión de Roseanne.
Press es sutil al tratar estas interioridades. No evita la polémica pero tampoco cae en el sensacionalismo. Si hay opiniones contrapuestas las expone sin recrearse ni, por tanto, restarle protagonismo al objeto central de Dueñas del show. Independientemente del relato periodístico sobre la historia de cada producción o la enumeración de chascarrillos o curiosidades, lo relevante es cómo cada creadora y cada obra insuflan aire fresco y se transforman en pilares de lo que vendrá después. Press sitúa cada producción en su respectivo contexto, y es lo suficientemente persuasiva como para convencer con algunas de las apuestas más arriesgadas. Por ejemplo, me ha hecho valorar de manera diferente algo para mi tan escasamente apetecible como el Shondaverse.
Existen cuestiones que se pueden rastrear en varios capítulos, un poco las huellas ideológicas que articulan el discurso. La más evidente es cómo estas producciones contribuyen extender la diversidad racial y genérica del medio para acercarse a los de la sociedad estadounidense, una faceta casi marginal hasta los 80 e inexcusable en cualquier estudio sobre la televisión. Ya sea desde la utopía del mencionado Shondaverse, una equidad total que da lugar a entornos deseables pero inexistentes, a la (casi) absoluta ausencia de ella de Girls, pasando por el festival representativo de la prisión de Orange is the New Black, Press explicita cómo se ha llegado a cada puesta en escena y sopesa su construcción, el efecto conseguido y la recepción. Tampoco conviene olvidar cómo muchas de las productoras comenzaron sus carreras en la sala de guionistas de algunas de esas series. Aprendieron el oficio e incorporaron (o desecharon) determinadas pautas y guías a su libro de estilo.
Entre los capítulos, he encontrado particularmente provechoso “Chicas sin vergüenzas” por descubrirme Broad City e Inside Amy Schumer; comedias surgidas de los nuevos medios, portavoces de mujeres contemporáneas ingeniosas en su crítica de prejuicios arraigados y ausentes de pudor a la hora de centrarse en sus historias.
Además “Cuerpo político” es convincente sobre el papel revolucionario de Transparent, no sólo a la hora de tocar la diversidad genérica. El diálogo entre creadora y creación mientras Press cuenta cómo Soloway fue conduciéndose desde la preproducción hasta la última temporada, revela una serie de sinergias que trascienden los vínculos más comunes entre ficción y realidad.
Tanto para los interesados en los entresijos de una parte sustancial de la televisión estadounidense como quienes deseen acercarse a una de las manifestaciones de creatividad más transformadoras de la cultura popular contemporánea, Dueñas del show es una lectura recomendable. Además puede suponer el descubrimiento de algunas obras que hayan pasado desapercibidas en la abrumadora oferta actual. Su mayor flaqueza está en una edición apresurada, da la sensación pensada para llegar para la campaña navideña, que ha dejado el volumen a falta de una última corrección. No es ya la falta de consistencia a la hora de dejar los títulos en inglés o traducirlos (p.e. ese The Wire como Bajo escucha cuando Dawson’s Creek se queda tal cual) o si acudir a la versión española o latina (p.e. la película Baby Boom no se referencia como Babe, tú vales mucho sino como ¿Quién llamó a la cigüeña?). La literalidad de multitud de frases hechas (quedar en estado de choque, hacer el caso), confundir nombres con cargos (el alcaide Caputo convertido en Warden Caputo)… El tema era complejo dada la cantidad de referentes y, por fortuna, no es impedimento para comprender, y disfrutar, del contenido. Sin embargo son descuidos molesto, más cuando el libro roza los 25 euros.
Dueñas del show (Alpha Decay, nº114, 2018)
Stealing the Show (2018)
Traducción: Juan Manuel Salmerón Arjona
Rústica. 368pp. 24,90 €
Ficha en la web de la editorial