En quechua Potocsi viene a significar gran estruendo. En castellano, eliminada la letra c, es sinónimo de gran riqueza. Ambas acepciones están relacionadas con el mismo lugar: cerro rico de Potosí. La montaña localizada en el altiplano boliviano de donde España obtuvo cantidades ingentes de plata entre los siglos XVI y XIX para, posteriormente, alimentar la fortuna de una serie de terratenientes y empresas mientras se mantenía a la población nativa en la más absoluta miseria. El relato de este proceso, desde la explotación de las primeras minas a la paupérrima situación de la extracción de minerales en la Bolivia actual, es el objeto de Ander Izagirre en este libro.
Potosí se articula en el territorio donde se encuentran el ensayo histórico y el libro de viajes. Izagirre se sirve de sus desplazamientos a esta ciudad para encontrarse con Alicia Quispe, una adolescente que vive y realiza todo tipo de trabajos en la canchamina del cerro, como encrucijada de los diferentes aspectos de este drama. Los vínculos entre la historia, la actividad económica de toda Bolivia y la minería, las transformaciones sociales iniciadas a mediados del siglo XX y los encontronazos con la política global de EE.UU. son algunos de los fenómenos emergentes en una descripción que constantemente fija su mirada sobre la extrema pobreza surgida a la sombra de la riqueza extrema.
En este repaso es inevitable la mención a los tiempos del Imperio y la explotación durante la dominación española; sobre todo por cómo tomaron forma una serie de prácticas que perviven hasta nuestros días: la explotación de los indígenas para extraer el mineral; la despreocupación por su calidad de vida; la creación de un entorno hostil que sesga su edad media hasta límites devastadores. Sin embargo este pecado original es apenas un preámbulo al oprobio padecido por una población supeditada durante medio milenio a la necesidad de recursos baratos por parte de potencias insensibles a su sufrimiento.
En la secuencia es fundamental el resurgir de la explotación de las materias primas entre finales del siglo XIX y comienzos del XX. Una época de industralización, crecimiento del comercio mundial y conflictos bélicos en la cual un grupo de emprendedores acumuló una riqueza que pocas veces retornó a sus lugares de origen. A la hora de caracterizar este período, Izagirre se aleja de Potosí para acercarse a otro de los núcleos mineros, Llallagua, y la figura de Simón Patiño; el personaje que encontró un filón de estaño brutal, le sacó de la pobreza y fue la base de un emporio que controló Bolivia a todos los niveles durante décadas. Y cómo los intentos por cambiar el status quo han chocado con respuestas que han hundido la economía del país o han bañado en sangre sus calles.
Esta visión de la Historia se mantiene en constante diálogo con la vida de Alicia y su familia. Cómo malvenden a los turistas trozos de roca con cantidades minúsculas de plata para sacarse unos cuartos. Cómo entra a trabajar en la mina cuando se necesita dinero para llegar a fin de mes. Cómo se las ha hecho responsables de una absurda deuda con una cooperativa porque unos hombres robaron la maquinaria que custodiaban. Cómo padecen un modo de vida insalubre donde no sabes si te matará antes un derrumbe, la intoxicación con cualquiera de los químicos utilizados para separar la mena de la ganga, la inevitable acumulación de metal en las vías respiratorias o la violencia sistémica contra la mujer que se reserva para el último capítulo. Pasajes que se leen con un nudo en la garganta y terminan de perfilar una realidad infernal.
Izagirre, con un discurso necesariamente de izquierdas, tapiza su ensayo de citas a textos, documentos y testimonios que acentúan cada acontecimiento. Se hace duro entrar en una Bolivia con demasiados elementos en común con la Inglaterra de Dickens, donde hace 100 años un minero tenía más protección y estaba mejor asistido para desempeñar su trabajo. Donde los propios protagonistas del drama defienden la necesidad del trabajo infantil. Apenas dos de las contradicciones continuas sobre las que gira y gira Potosí, su manera de arrojar sobre el lector los hechos que asientan la precedencia del metal sobre la carne en las raíces del capitalismo. Puede que su lectura no vaya a cambiar nada, pero tras ella resultará más complicado vivir de espaldas a una situación ante la que se hace imposible no sentirse corresponsable.
Potosí (Libros del K.O., 2017)
Rústica. 200pp. 15,9€
Ficha en la web de la editorial