Hay que felicitar a Satori Ediciones por recuperar esta colección de cuentos, traducida al inglés y lanzada en el año 2007 coincidiendo con la celebración de la 65 WorldCon en Yokohama. Una puerta abierta a la ciencia ficción japonesa de los años 60 y 70, aderezada con varios textos de acompañamiento: una introducción de David Brin, breves comentarios de los antólogos Gene Van Troyer y Grania Davis y uno de Asakura Hisashi sobre cómo se abordó la traducción. Aunque mantengo alguna reserva que expresaré más adelante, recomiendo mucho su lectura. Japón especulativo ofrece una inmersión en una ciencia ficción diferente donde, además de una ambientación local, sobresale un enfoque basado en unos códigos propios. Como testimonio de ello, lo primero que me viene a la cabeza son los relatos más largos aquí reunidos: “¿A dónde vuelan ahora los pájaros?” y “La leyenda de la nave espacial de papel”. De la quincena de ficciones seleccionadas es donde mejor percibo ese aroma singular exigible en una antología de este tipo.
“¿A dónde vuelan ahora los pájaros?”, de Yamano Kōichi (1971), es desde un punto de vista estructural la pieza más elaborada. El autor parte de un hilo de acontecimientos y lo fracciona en diversos pasajes, desordenados y recolocados en una secuencia que sitúa al lector in media res y le obliga a recomponer la cadena de principio a fin. Este recurso, lejos de ser gratuito, va en consonancia a la confusión de sus personajes, obligados a enfrentarse a una invasión sutil que se desenvuelve en un plano metafísico: unas criaturas que dan pie a una realidad en descomposición. No contento con esto, Kōichi también se desenvuelve con soltura por la historia de universos paralelos, la pequeña distopía y la búsqueda personal gracias a leves pinceladas que imprimen una deliciosa complejidad.
Mientras “La leyenda de la nave espacial de papel”, de Yano Tetsu (1975), es un relato más clásico con tintes legendarios centrado en cómo una mujer, la última superviviente de su familia, es alienada por los habitantes de un poblado y convertida en su prostituta. Su aspecto físico diferente, indemne al paso del tiempo, aumenta esa distancia multiplicada con la llegada de un hijo que hereda ciertas características e incorpora habilidades telepáticas. Aparte de su duro retrato sobre la represión de la mujer y la otredad, lo atractivo de “La leyenda de la nave espacial de papel” radica en cómo se introduce el misterio del origen de ambos personajes. Se transcriben canciones populares arraigadas en el imaginario de los habitantes del poblado, que han mutado su sentido original hacia otro ahora más significativo. Sin embargo en su interior conservan las claves para recuperarlo siempre que al cantarlas se realicen mínimos cambios en la pronunciación de las palabras o en la agrupación de las “sílabas”. En este giro ejercen un papel indispensable las diferentes formas del japonés; permiten una serie de “juegos” difícilmente traducibles que fuerzan a incluir el texto original de los cantos para mostrar cómo se mantienen los versos tras su evolución.
Ambos relatos, en su extrañeza apegada a un presente resbaladizo, son los que más me han deslumbrado de Japón especulativo, pero ni mucho menos son los únicos destacables. Así el primero de la selección, “Fauces salvajes”, de Komatsu Sakyō (1969), se aproxima más a la imagen de la ciencia ficción japonesa arraigada en el imaginario occidental. Pone al lector ante un personaje a priori enajenado que se automutila y devora partes de su cuerpo para reemplazarlas por otras mecánicas. Esta imparable metamorfosis de humano a cyborg y rasgos de nueva carne, puede hacerse dura no tanto por su atención al detalle, llevadera al fijarse las descripciones en los aspectos objetivos sin profundizar en demasía, como por la rabia aparejada a un personaje entregado con saña a una obsesión y en trámite de romper su último vínculo con la “normalidad”. No puede hablarse de una historia plenamente cyberpunk, pero la puerta abierta por la tecnología a una humanidad transformada da indicios de que esta temática no ha sido absorbida únicamente por la colonización cultural estadounidense. Esta mezcolanza entre drama humano y tecnología es también protagonista de “La vida de las flores es corta”, de Fukushima Masami (1967), la emocionante historia de una artista efímera que modela flores de luz con un sintetizador, obligada a lidiar con su pasado.
Los inevitables holocausto nuclear y las mutaciones en la población aparecen en “La hora de la revolución”, de Hirai Kazumasa (1963), y de forma más tácita en “Hikari”, de Kōno Tensei (1976). El primero, más próximo a lo que podemos estar acostumbrados (refugios, salida a un paisaje desolado), incluye un cambio de escenario brutal que esconde una preciosa alegoría sobre la importancia del arte para conjurar los males de nuestra sociedad. El segundo participa de una perspectiva positiva, una sensibilidad más onírica y un subtexto polisémico. Dado que mi único acercamiento a la ciencia ficción literaria japonesa es a través de Yatsuka Tutsui, me resulta inevitable percibir el carácter surrealista de parte de esta selección, lo que me hace pensar cómo los límites del género son mucho más difusos que en la ciencia ficción anglosajona.
En este último registro hay historias más fáciles de aceptar por el lector más afecto a la acepción clásica de ciencia ficción. Tal es el caso de “El sendero hacia el mar” (1970), de Ishikawa Takashi, una evocadora historia de cosmonautas en un entorno hostil que me ha recordado a “Las maravillas del universo“, de Andreas Eschbach, aunque logra su efecto en una extensión mucho más contenida. En el extremo opuesto situaría “Mogera Wogura”, de Kawakami Hiromi (2002), la obra más moderna incluida en Japón especulativo. Una fábula pesadillesca más cercana a la fantasía oscura que a la ciencia ficción stricto sensu, con una potente carga simbólica sobre la alienación en el Japón moderno. A mitad de recorrido entre ambos queda “Mujer de pie”, de Tsutsui Yasutaka (1974), una magnífica distopía en quince páginas donde los disidentes son convertidos bien en objetos decorativos, bien en árboles, testimonio cotidiano de las consecuencias de ir contra el orden establecido.
Este alejamiento de las convenciones occidentales, el chocar con una textura ajena a la preponderante en los relatos y novelas de ciencia ficción que nos llegan fundamentalmente desde el Reino Unido y Estados Unidos, es el corazón de Japón especulativo. Aunque nada resulta tan chocante como “Razón colectiva: Una propuesta”, de Shibano Takumi (1971), un ensayo que busca una definición de la ciencia ficción a través de un texto con una doble lectura. Se puede interpretar tanto a la manera de los ensayos Lemianos, primo hermano de los recogidos en Vacío perfecto o Un valor imaginario, como en clave de la canónica búsqueda de una acotación de la ciencia ficción a partir de un sustrato muy diferente al que estamos acostumbrados en el fandom. En su razonamiento Takumi se aleja de la materia prima narrativa, esencial en las definiciones más extendidas, y la afronta desde terrenos antropológicos y filosóficos.
Antes de concluir, es inevitable tratar el aspecto más controvertido de la edición de Satori. Japón especulativo nos llega íntegramente desde el texto en inglés. Esta decisión es peliaguda porque implica una doble traducción, algo que hace treinta o cuarenta años podía tener su razón de ser y, afortunadamente, comienza a ser una excepción. No hace falta recordar lo problemático de esta elección, ni tampoco lo extraño que además resulta en un sello especializado en literatura japonesa con traducciones realizadas directamente desde esa lengua. Sin embargo… Sin embargo a medida que desfilan los textos de acompañamiento una idea comienza a asentarse relacionada con Judith Merrill y su trabajo como editora.
Merrill, escritora de ciencia ficción y, sobre todo, editora y divulgadora realizó varios viajes a Japón y se interesó por la ciencia ficción del país. Contribuyó a la traducción de textos y a su divulgación en EE.UU. y Canadá, utilizando un método un tanto heterodoxo: reuniones grupales durante las cuales, con un relato entre manos, se discutía su texto frase a frase, palabra a palabra, hasta llegar a una forma final donde el fondo y la forma, muy dependiente de las cualidades de una lengua tan versátil como el japonés, quedaran plasmados de la manera más satisfactoria para los participantes. Esta labor, con una carga emocional ineludible para los autores y sus editores, se habría perdido de haber partido de los textos originales en un libro que le debe todo a esa forma de trabajo. Quizás por eso, aunque mantenga mis reservas y hubiera preferido una interpretación directa, no me supone un handicap insalvable para un título tan necesario que, a su conclusión, genera automáticamente una pregunta: ¿para cuándo una nueva antología con relatos más recientes?
Japón especulativo (Satori Ediciones, col. Satori Ficción nº14, 2017)
Speculative Japan (2007)
Traducción: Alexander Páez
Rústica. 336pp. 19 €
Ficha en La web de la editorial