A veces es difícil romper ciertos prejuicios firmemente anclados en el ánimo del buen lector español de literatura fantástica y, quizás, el más acendrado e indestructible sea aquel que jura y perjura que los libros de nuestros géneros preferidos son caros. Bueno, más bien carísimos. Rebuscando por los foros y artículos que se pueden leer por internet veremos que esta idea es recurrente e indestructible y que por más que editores, escritores y aficionados varios la hayan intentado poner en entredicho persiste incólume en la mente de un buen número de lectores. Y si hablamos de la colección Gótica de la Editorial Valdemar para qué queremos más. Da igual que juremos que sus libros son de una calidad editorial exquisita (papel de alto gramaje, tapa dura, lomos cosidos), que sus traducciones son de las mejores del mercado y que tengan la más impresionante selección de autores clásicos de terror jamás reunida. La frase final siempre es la misma: “Sí, pero vaya precio…”
Me temo que con este nuevo título, Maestros del horror de Arkham House, la excusa del coste alcanzará carácter de auténtico histerismo. Y, la verdad, uno coge el libro, ve el precio de 27,90 euros (unas 4600 pesetas de las de antes) y no puede menos que echarse a temblar. Quizás su carácter de tocho pueda llegar a animarlo (606 páginas en edición de gran formato) pero 27,90 euros son muchos euros. Cierto, puede que lo sean para un solo libro pero es que, en este caso, estamos ante dos. Y creo yo que 14 euritos por libro ya no es tan exagerado.
Porque, efectivamente, la recopilación realizada por Peter Ruber son dos libros en uno. Por un lado, una historia de la editorial Arkham House, que no deja de ser una biografía de su fundador August Derleth y de muchos de sus principales autores. Y por otro, una antología de relatos de terror clásicos de la primera mitad del siglo XX, de clara filiación lovecraftiana y pulp.
El primer libro, la historia de Arkham House y la vida de August Derleth, no deja de ser fascinante y arroja una luz interesantísima sobre las figuras de Derleth y Lovecraft, pero también sobre las de autores tan conocidos como Clark Ashton Smith, Robert E. Howard, Robert Bloch, Frank Belknap Long, Seabury Quinn, Ray Bradbury o John Ramsey Campbell, amén de otros tantos autores menos conocidos en España.
Mucho habría que decir aquí pero Peter Ruber lo hace mejor que yo y a sus palabras remito a los lectores. Es cierto que en ocasiones el texto no deja de parecer una hagiografía de Derleth, una defensa a ultranza de este autor y editor frente a las críticas vertidas contra él. Pero no es menos cierto que Ruber no duda en hablar claramente sobre la vida de muchos de estos escritores, algunos claramente estrafalarios, sin esconder ni siquiera los detalles más escabrosos. Y así, somos testigos de cómo Derleth creó la editorial para publicar el legado de Lovecraft, cómo se animó a extender sus ediciones a las de otros autores de similares características y cómo este loable afán fue mantenido con un fervor cuasi-religioso durante años a pesar de los tremendos problemas económicos que vivió la editorial a lo largo de toda su existencia.
Pero, a la vez, somos testigos de la vida de personajes tan peculiares como esta pléyade de escritores pulp que dividían sus esfuerzos entre la revista Weid Tales y la editorial Arkham House. Descubriremos así a autores de un racismo casi nazi, a alguno que oscilaba entre el escritor y el mendigo, otros con tendencias depresivas y suicidas, alcohólicos, un misionero, un fanático de la documentación más exhaustiva, un auténtico profesional del pulp capaz de escribir varios miles de palabras diarias, un par de damas más que excepcionales para su época, un psiquiatra que veía la literatura como un ejercicio de salud mental, vástagos arruinados de antiguas y ricas familias, delincuentes, escritores que tuvieron éxito y otros que sólo vivieron de fracaso en fracaso, gente generosa y redomados tacaños, e, incluso, un joven fan de 17 años que consiguió publicar su primer libro a esa edad… Indudablemente toda una galería que merece la pena conocer.
En cuanto al segundo libro, la antología, resulta, desde luego, mucho menos perfecto e interesante que su hermano. Una cosa queda clara, la literatura de terror pulp que publicaba Arkham House era cualquier cosa menos delicada. Los aficionados a los artificios literarios de Henry James, Edgar Allan Poe, Guy de Maupassant, Mary Shelley o cualquier otro de los escritores con gusto y sentido de la estética que cultivaban el terror en el XIX se sentirán aquí un tanto desconcertados porque, desde luego, no hay nada más crudo, bizarro y poco literario que el pulp de la época de la Gran Depresión.
Dicho esto, no significa que no se pueda disfrutar de muchos de los relatos, aunque dejando claro que, como toda antología, resulta irregular. Además, Ruber sigue el criterio de publicar muchos inéditos encontrados en los archivos de Arkham House y aunque eso le da originalidad al libro no es menos cierto que muchos de ellos no necesitaban en absoluto ser redescubiertos.
En este sentido, son claramente prescindibles los cuentos de Ashton Smith, Carl Jacobi, Hoffman Price (probablemente, el peor del libro) y Vincent Starret. Otros son la obra de buenos artesanos que sólo quieren agradar a un público fiel con todos los clichés del género, gente honrada pero, todo hay que decirlo, bastante rutinaria, caso de Robert Bloch, Russell Wakefield, Henry Whitehead, Frank Belknap Long, Greye La Spina, Arthur Burks, Howard Wandrei y el propio August Derleth.
Y, finalmente, está ese puñado de relatos por encima de la media que pueden llegar a sorprendernos por buenas razones, como en el caso del ingenioso final de Donald Wandrei, el increíble y atractivo pastiche entre Lovecraft y el western de Robert Howard, la poesía de David Keller (quizás el mejor cuento de la antología), la maestría de Ray Bradbury, el morbo de Mary Elizabeth Couselman, la revitalización del género de John Campbell, la profesionalidad de Seabury Quin y el homenaje a Machen que realiza Nelson Bond. Y, por supuesto, las sabrosas cartas de Lovecraft.
En cualquier caso, ya sea por los cuentos o por el ensayo de Ruber, un consejo: olvidaos del precio y comprad este libro. Será una buena inversión.
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