Hace ya unos años, cuando Rodolfo Martínez creó su propio sello editorial, Sportula, lo hizo tanto para publicar sus nuevos libros –en concreto la más que interesante serie de Yáxtor Brandan– como para rescatar del olvido otros que habían terminado su vida editorial anterior. Poco a poco el catálogo de Sportula ha ido creciendo, siempre con obras de Rodolfo Martínez, y lo cierto es que el último paso que le quedaba por dar era publicar material de otros autores. Vintage’62, el décimo séptimo libro publicado, es el primero que incluye material original de nuevos autores. Vintage’62 es una antología de relatos seleccionados por Alejandro Castroguer que parte de una curiosa premisa (en 1962 fallecieron al menos ocho personas sin un nexo definido en común pero que, en su mayoría, son iconos populares presentes en el recuerdo de muchos de nosotros) para presentarnos una heterogénea docena de relatos cuyo leivmotiv es la nostalgia. Y quizá sea el punto de partida o las expectativas que como lector tenía antes de leer el libro, pero lo cierto es que me ha dejado un sabor agridulce.
Al principio pensaba que era culpa mía, que me resultaba difícil conectar con las historias, sobre todo con aquellas que prescindían de la figura de Marilyn Monroe, omnipresente, y pretendían acercarse al resto de ilustres fallecidos desde perspectivas en algunos casos más que arriesgadas. Así nos encontrábamos con relatos fallidos como “El alcohol y la flecha” o “Ragtime”, que no consiguen transmitirme ninguna emoción y su lectura hace que el ritmo del libro baje muchos enteros, o con “Convocación”, en la que el peso de la historia se sostiene por la sempiterna reflexión del escritor sobre lo fascinante que es el arte de la escritura. Después uno se pregunta qué relación tiene con la antología “El divorciado”, por ejemplo. Tampoco los dos relatos más breves que hablan de Marilyn van más allá de un ejercicio de estilo, por lo que uno puede pensar que este libro no merece la pena.
Y no es así.
No lo es porque, como habíamos dicho, la nostalgia es el eje narrativo de la mayoría de los relatos, y es la nostalgia la que convierte en imprescindible “Lágrimas en la ducha, pétalos en la corriente”, un excelente relato sobre el inolvidable Tod Browning que cierra la antología y logra dejarte un buen sabor de boca. También me parecen interesantes “Mis huesos por una piscina” y “Ojos de tormenta”, con un final brillante. Y es atrevido el estilo de Javier Cosnava en su relato, aunque la trama no me convenza.
Como curiosidad, no suele parecerme acertado que el seleccionador incluya un relato propio. Lo he visto habitualmente en otras antologías de género y, la verdad, no me cuadra, pero imagino que serán manías mías. Ah, y aunque la edición del libro es más que correcta, con una portada atractiva y una maquetación cuidada, sorprende que todos los errores ortográficos y tipográficos del libro se concentren en el relato de Mario Escobar.
En fin, como decía al principio, sabor agridulce. Una antología con aciertos y errores que, como en todas las antologías, propiciará que muchos de los que leáis esta reseña no estéis de acuerdo con los relatos que destaco y prefiráis otros. En cualquier caso, solo por el relato de Antonio Castro-Guerrero creo que merecería la pena atreverse con ella.