Reseña que recoge los números 1 al 5 de Orc Stain, recopilados en trade paperback, publicado por primera vez en 2010.
Dentro de la oferta de títulos con los que Image Comics intenta ampliar su abanico de géneros un poco más allá de su universo superheroico, uno de los más divertidos es Orc Stain, de James Stokoe. Como sugiere el título, Orc Stain es fruto de la típica discusión de frikazos (otro sábado sin pillar, a altas horas de la madrugada y con más de media docena de cervezas encima) sobre El señor de los anillos y el papel de los orcos como fuerzas del mal. El orco, ¿es malo por naturaleza o es que Tolkien lo hizo asín? ¿Por qué los orcos van por ahí hechos unos guarros, matando y destruyendo, en vez de dedicarse a la cerámica y entrar en comunión con la naturaleza? La explicación oficial nos dice que el orco es creación de Morgoth, que se burlaría así de los hijos de Ilúvatar, los elfos, tal como Satanás siempre se burla en sus actos de las creaciones de Dios. Otros (yo), en una línea más de materialismo dialéctico, opinan que el orco es la visión que Tolkien tenía de la masa que salía de las fábricas para emborracharse y armar bronca, dejando la Comarca, perdón, su Inglaterra ideal que nunca existió, hecha un asco. Stokoe, más modesto, y en plan Rousseau pajero, tiene sus dudas; ¿y si los orcos tuvieran capacidad de elección?. A la hora de abordar esta pregunta, Stokoe se queda en la parte lúdica y no entra en pajas de cineforum progre.
Estas dudas dan forma a la historia de One-Eye, la peripecia de un orco tuerto en la sociedad orca que puebla el universo de Orc Stain. El argumento no es nada nuevo y le sonará muchísimo a cualquiera que sepa leer, coger un mando de consola, pagar una entrada de cine o, directamente, cualquiera que no esté sordo, ciego, muerto o todo a la vez. A saber, un pringaete se busca la vida en un pueblo perdido en un rincón lejos del corazón del Imperio, mientras las fuerzas del Orc Tzar, el emperador orco que ha logrado al fin unir a las tribus en una guerra de conquista, le busca desesperadamente, puesto que el pringaete es la llave, la clave, el abridor de mayores conquistas futuras. Por supuesto, al final del primer número, los ominosos agentes del gran Orc Tzar rondan por el pueblo, en el tres aparece la figura mágico-guía-espiritual (un pelín peculiar, eso sí) y al final del recopilatorio se vislumbra el que, espero, será primer enfrentamiento espectacular, de esos de romper cosas grandes entre enormes explosiones.
En fin, que de nuevo el héroe de las mil caras. Pero lo que marca la diferencia en cualquier obra es la tela que cubre el armazón. Y en este caso, Frodo es un orco en un entorno brutal, donde las fuerzas que motivan a los personajes son el egoísmo, la avaricia, la violencia, el sexo, la droga, etc, en fin, que les voy a contar que no vean día a día en su trabajo. Así que la búsqueda de One-Eye, que se pasa el tebeo rebotando de una peripecia a otra como una bola de pinball, será evidentemente espiritual, porque es un orco más sutil que bruto, que vislumbra que más allá de beber, matar, saquear y follar debe existir algo más. Alguien, en suma, a quien la manzana del árbol del bien y del mal está a punto de arrearle en toda la cara. Y lo mejor de todo es que el manzanazo se lo va atizar el Gandalf de la historia, una Eva morenaza, una bruja envenenadora, que promete iluminar al inocente mito como Dios manda.
Todo ello tratado con un sentido del humor muy gamberro de crío de doce años, que a mi avanzada edad todavía me hace gracia. Por poner un ejemplo, la moneda orca es el chit, que se fabrica con gronch, es decir, un cimbel arrancado a orco o bestia salvaje, cortado en juliana y luego secado y endurecido, así que, en uno de los anexos finales, Stokoe se complace en contarnos el proceso con todo lujo de detalles, por si les apetece ponerse a acuñar moneda en casa. Por no hablar de esos perturbadores animales-herramientas, puteados grotescamente por los orcos para arrancar unas risas al respetable.
Gráficamente Stokoe no lo hace nada mal, dibuja, entinta y colorea en un estilo muy europeo, cercano a Metal Hurlant, 2000AD (un Slaine, por ejemplo), incluso un Fernando de Felipe, con la inevitable influencia japonesa. Y se le nota como mejora sobre la marcha, el salto de calidad entre los tres primeros números y los dos últimos es notable, en mi opinión creo que no tendría ningún problema en publicar su material como álbum al estilo francés (incluso el mayor formato beneficiaría las abigarradas planchas que dibuja). Es capaz de ser dinámico en la acción y representar el universo de Orc Stain con fuerza y detallismo, regodeándose en los detalles más escabrosos, claro está. Lástima que se le acumulen los proyectos (un Spider-Man en el Vietnam, un Godzilla…), ya que tras la publicación de este volumen, que para más inri se interrumpe en lo más interesante, tan sólo han aparecido dos números más en la colección regular. Así que si prueban, superan el inglés macarrónico de los orcos y les gusta, paciencia.