No se puede tomar Goodreads como una medida proporcionada de la base de lectores. Sí como una fuente de información para considerar los hábitos de una parte caracterizada por su grado de militancia. Ese sector que pierde el culo por alardear de sus lecturas, poner muchas estrellitas e, incluso, escribir valoraciones. Si nos atenemos a la ficha de Ecce Monstrum en esa red social, la inmensa mayoría de opiniones proceden de un intervalo de tiempo de un par de meses posteriores a su publicación. Menos de una cuarta parte se han acercado a él en los últimos seis meses. Un ejemplo tan específico no puede convertirse en ley, pero esta casuística recuerda el triste sino de las novedades unas semanas después de llegar a las librerías, aquí aplicada a un libro digital. Un formato cuyo modus vivendi debiera suponer una diferencia frente a su primo de papel choca igualmente con la estrecha campana de “atención”.
Esta situación dista mucho de ser una crítica; es más bien la constatación de una obviedad a modo de desahogo para aligerar la tristeza que me produce. En general, en particular al escribir sobre los libros de Fata Libeli, y en concreto sobre este Ecce Monstrum, de Nathan Ballingrud. Si no me equivoco, contiene sus primeros relatos publicados en castellano; una selección proveniente de su colección North American Lake Monsters. Como es habitual, este en apariencia inconveniente (no se traducen todos los cuentos de la edición original) se transforma en una de las fortalezas del volumen: los posibles desequilibrios entre las diversas piezas se han minimizado y se muestra un catálogo cohesionado alrededor de los puntos fuertes del autor. Un libro que, como las anteriores colecciones seleccionadas por Fata Libelli (Peter Watts, Elizabeth Bear, Tim Pratt…), funciona como acerada tarjeta de presentación de un nombre prácticamente desconocido en España. Por menos de 5 euros.
“El buen marido”, primer relato de Ecce Monstrum, ya pone en tesitura del tipo de historia cultivado por Ballingrud (o el Ballingrud tal y como Fata Libelli ha decidido mostrarlo). Es una narración donde el hastío existencial de los personajes abre las puertas a un padecimiento físico y/o psicológico extremo. Tal es la intensidad de este sufrimiento que tardé meses en pasar de sus primeras “pantallas”. Ballingrud describe una situación no del todo extraordinaria (un hombre se encuentra a su mujer en pleno trámite de morir desangrada en la bañera de su casa) para poner a prueba la sensibilidad del más aguerrido lector mediante su relato pormenorizado desde una distancia equivalente a la del marido, decidido a que la tentativa sea un éxito. Sin embargo esta exhibición de frialdad no son más que los prolegómenos: la mujer regresa de la muerte para atormentar a su pareja.
Ballingrud sostiene “El buen marido” sobre la culpa; en sus manos un arma de destrucción personal sumamente efectiva gracias a un uso del fantástico a mitad de camino entre el clasicismo y la postmodernidad. La figura de la mujer retornada se aborda en su inicio desde ciertos tópicos para terminar modelada en el torno del horror de lo incomprensible, caracterizado a través de un altar que erige en el sótano de la casa. El clímax final es aterrador.
Ese sentimiento de culpa es uno de los hilos conductores de Ecce Monstrum junto al castigo de ver ciertos deseos satisfechos. Es el motor de “Estación de paso”, la diatriba de un sin techo en busca de una hija con la que perdió el contacto. Como relato funciona peor al dispersarse en su aproximación (la pérdida del padre, el trauma del Katrina y sus secuelas). Pero además es una valiente muestra de la aproximación personal en la construcción narrativa de Ballingrud. La frontera que separa una vida de la pesadilla es exigua y bastan el azar, una mala elección o caer en la exasperación para franquearla sin retorno. Y en los ambientes en los que sitúa sus textos, personajes de clase trabajadora abandonados por un estado reducido a la mínima expresión, atravesar el límite es cuestión de tiempo. En este entorno el fantástico ejerce de vínculo entre el protagonista y el recuerdo de su sufrimiento.
Este contexto social adverso y sus repercusiones sobre sus protagonistas toma también forma en “Bajo el sol abrasador”, quizás el relato más convencional de Ecce Monstrum. En esta ocasión su criatura es un vampiro que acecha a un chaval desde los cimientos de su ruinoso hogar, una casa destrozada por la acción de un huracán en varios sentidos. La conexión entre la amenaza física, la psicológica y el drama familiar se encarna a medida que transcurre el diálogo entre víctima y monstruo. Un escalpelo que deja al descubierto la situación de un joven cuya única y desesperada salida es saltar de la sartén a las brasas. Es en este punto de Ecce Monstrum donde termina de caer sobre el lector toda la opresión emboscada en el libro. Ese sufrimiento irreversible al que se ven abocados sus personajes. Cualquier consuelo es temporal, casi un engaño, superado por las circunstancias internas y externas. La vida se revela como una prisión sin posibilidad de escape. La realidad se muestra, una vez más, insensible a su dolor.
Quizás por eso “Monstruos de los lagos de Norteamérica” sea un pequeño oasis entre tanta angustia. No porque sea menos acuciante (la lucha de un exconvicto por recuperar su lugar con su mujer y su hija), como por el peso que tiene en esta ocasión el paisaje externo; un lugar de Estados Unidos donde unas criaturas ciclópeas viven y mueren creando una atmósfera en consonancia con las relaciones de los personajes: estancadas. Descompuestas. En cierta forma este pequeño “respiro” no es más que el ojo de un huracán que vuelve a arreciar con “Los monstruos del cielo”, un duro relato centrado en la obsesión y la venganza, y el tremendo “Acre salvaje”, donde los sueños de la clase trabajadora mueren entre los esqueletos de la crisis económica. Como en los cuentos anteriores, las experiencias traumáticas no sólo dejan cicatrices. Marcan sin posibilidad de sanación.
Para poder disfrutar de este muestrario de tristeza exacerbada es necesario aceptar desenlaces en ocasiones demasiado abiertos, en algún caso de manera un tanto gratuita. Y estar dispuesto a sumergirse en esta perspectiva vital donde la esperanza ni está ni se la espera. Si se acepta el envite, la ganancia merece la pena.
Ecce Monstrum, de Nathan Ballingrud
Trad. de Silvia Schettin.
Fata Libelli 2016
Libro electrónico, 4,90€
Ficha en Lektu
Magnífico libro, magnífica reseña. Increíble cómo desperdiciamos la ventaja de los ebooks, que permite su difusión más rápida y barata que nunca.
Muchas gracias.
Es una pena que, fuera de un pequeño círculo, se preste tan poca atención a los libros de Fata Libelli. Todos los que he leído abren las puertas a universos de ficción únicos. Ahora mismo estoy con Verbum y, una vez más, se pone de manifiesto su necesidad.