Jack Womack debutó en 1987 con Ambiente, una feroz distopía en un el futuro cercano, que bien podría definirse como el 334 de Disch convertido en una serie de animación de las que salen en Adultswim. El Nueva York chungo de los setenta, el de Taxi Driver o The Warriors, al que Womack había huido desde su Kentucky natal, era escenario y protagonista de una aventura violenta, incandescente, rabiosa, estrafalaria y muy divertida, escrita en primera persona en una curiosa jerga, el womackspeak, un inglés de manual de instrucciones chino con el sello de aprobación del Ministerio del Verdad, reflejo de ese futuro caótico y despiadado. Pero todo el frenesí y el sarcasmo no eran más que árboles que ocultaban el corazón de las tinieblas. Womack, tras olisquear el humo del campo de batalla post-reagan, había extrapolado la serena acción neoliberal de la administración estadounidense de la época a un futuro más o menos próximo. El resultado arrojó la caricatura de un país que, tras el colapso económico, se descomponía sin remedio, generando una estructura social a medio camino del Baltimore Oeste, Somalia, Zimbabwe y la Rusia post-comunista. Una sociedad formada por amos, siervos y gentuza, una vez aniquiladas la clase media y trabajadora. Todo ello bajo la benévola y armoniosa supervisión de Dryco, la corporación que domina ese mundo, metáfora de un capitalismo extremo liberado de toda restricción estatal en su labor de creación de riqueza. Un vigoroso entorno económico donde las fusiones empresariales se dirimen en batallas corporativas en las que guerreras semidesnudas sobre patines, armadas con hachas de guerra, parten en dos a los ejecutivos de empresas rivales. Fina sátira de lo que realmente palpita debajo de los consejos de administración, los edificios inteligentes y las presentaciones de powerpoint; el primitivo afán de acumular cosas.
Ambiente se convirtió en una hexalogía sobre ese futuro de pesadilla, la serie de Dryco. Tras las dos siguientes entregas, Terraplane y Heathern, que analizaban la religión como método de legitimación del poder y control social y se descubría otra línea temporal alternativa en la que la historia de Estados Unidos se adivinaba aún más terrorífica que la del universo Dryco, en 1993 se publicó la cuarta novela de la serie y la primera en orden cronológico; Random Acts of Senseless Violence.
Random Acts es la historia de la llegada a la madurez de Lola Hart, una muchacha de catorce años de clase media liberal (lo que en España entendemos por socialdemócratas, o boboprogres en taxispeak). Una dolorosa peripecia de sufrimiento y cambio a la que asistiremos en primera fila, leyendo un diario que arranca en el último día perfecto de su vida, y que irá desmoronándose poco a poco, mientras el país se va hundiendo en el caos económico y político y el tejido social de la urbe se desintegra a su alrededor. Esa progresiva degradación del entorno se refleja en la destrucción de su familia, en el descubrimiento de una realidad que desconocía (emocional, sexual y social) y, finalmente, en la aceptación de un nuevo estado de las cosas, la adaptación a un entorno hostil en el que la violencia es la respuesta y el darwinismo social la moneda corriente. Madurando al fin y al cabo, de una forma perversa, quizá metafórica, quizá lírica, según va adoptando el womackspeak como el lenguaje más adecuado para expresar sus nuevas emociones y su nueva visión del mundo. Y su transformación es completa cuando abandona la redacción de ese diario, que ya carece de sentido. Así culmina la metamorfosis de Lola que, irónicamente, era un personaje efímero y caricaturesco en Ambiente (Crazy Lola, una guerrera de las batallas empresariales del mundo Dryco), y Womack convierte en el más memorable y emotivo de la serie, a la altura de todo un Charlie Gordon, acertando plenamente a la hora de encontrar el tono y la voz adecuados al personaje, sabedor de que esa es la clave que ha de sostener toda la novela.
Por otro lado, el desarrollo del desastre económico que arrastra a Estados Unidos a la catástrofe da hasta miedo de lo cercano que resulta, asistiendo delante del televisor a la sucesión de pequeños apocalipsis semanales con esa sensación de angustia y ansiedad constantes. Un detalle resulta especialmente perturbador, y es el paralelismo entre la relación gobierno/ciudadanos y padres/hijas en la familia Hart, ambas relaciones de poder reproducen el mismo comportamiento; un burdo e irritante paternalismo de los primeros por el bien de los segundos, sea negando la realidad, o mintiendo compulsivamente, simulando que mantienen el control, entregados ciegamente al desastre. Y, sobre todo, al final queda la certeza de que estamos a una nómina, a un mal ERE, a dos meses tontos del fin del mundo. Porque, aunque no queremos pensar en ello, como no queremos pensar en el día de nuestra muerte, la historia humana no es una línea de progreso infinito en continuo ascenso, nuestras vidas no están cimentadas en nada más sólido que una fina capa de hielo frágil que en cualquier momento puede abrirse y tragarnos. Y más rápido de lo que pensamos.
Me leí esta novela allá por 2006 o 2007, creo que por haber visto tu recomendación, y mi impresión fue que al describirla parece mejor de lo que es, aunque por desgracia no recuerdo exactamente las razones para que me pareciera insuficiente. Eso sí, el título me sigue encantando 🙂
“Una sociedad formada por amos, siervos y gentuza.” Espectacular frase.
Luis,
Sí, seguro que era yo que he dado mucho el coñazo con esta novela por los internecs. Lástima que no te convenciera, a lo mejor me pasé con los ditirambos, pero me parece una novela muy vigente que podría interesar a un público muy amplio. El título es tan bueno que solo traduciéndolo como “Ondonadas de hostias a voleo” llegaría a su altura.
A mí también me pareció magnífica, no sólo por cómo está escrita, sino por su forma de señalar con el dedito. Una novela de esas que parecen escritas con una rabia inmensa, y que luzco orgulloso en la risigstantería.
“RAOSV”, alias “Ondonadas…” Se reedita estos días en la colección SF Masterworks.
Dice W. Gibson al respecto:
‘If you dropped the characters from Neuromancer into Womack’s Manhattan, they’d fall down screaming and have nervous breakdowns’.
https://www.orionbooks.co.uk/books/detail.page?isbn=9780575132306
http://www.sfgateway.com/books/r/random-acts-of-senseless-violence/
Gracias por el aviso. Ese “blurb” de Gibson creo que salía en la primera edición del libro, la de la portada psicodélica. Recuerdo tenerlo entre manos y acojonarme un pelín, jajaja.
Por cierto, la portada que le ha cascado Gollancz es fea hasta decir basta, sólo faltan unas jeringuillas y el perfil de Charles Bronson para que parezca un thriller de derribo de los setenta, de esos que te encuentras amontonados, apolillados y amarillentos, en las librerías de viejo.
No podría estar más de acuerdo con lo de la portada. Es una pena lo de las portadas de la colección SF Masterworks, que a mí, en general, me gustaban mucho. Sirvan como ejemplo las de Roadside Picnic; The Penultimate Truth; Flow My Tears, The Policeman Said; Valis; Nova; o Star Maker.
Primero empezaron a sacar los libros con las mismas portadas pero en mate y en un solo tono (rojo, verde, amarillo, etc.), con lo que la ilustración original se va a la mierda y algunos libros parecen que han estado tostándose al sol en un escaparate durante siglos.
Ahora ya directamente los sacan así, una verdadera pena.
Y está claro que a “RAOSV” le ha tocado una portada de las terribles, que también las hay en la colección, sirva como ejemplo la de Time Out Of Joint.