Larga (y discontinua) ha sido la gestación de este proyecto con más de diez años a su espalda. En 2005 iba a ser la editorial Bibliópolis quien se encargara de él. Incluso llegué a fantasear con una posible división en volúmenes. Aquél era FIAWOL del bueno. Sin embargo la realidad de un mercado editorial reacio al formato breve dio al traste con la iniciativa; la pieza de dominó nonata de la cadena de antologías Semillas de tiempo, Artifex y Paura. Tuvo que ser una editorial mucho más modesta y versátil, Sportula, con la publicación de colecciones de relatos y antologías en su ADN, la que recuperara la idea y diera a luz el primero de los volúmenes con los ganadores de la categoría de relato otorgados en el siglo XX. Una década más tarde.
Me parece un acierto la estructura incorporada al libro, en gran parte derivada de aquellos volúmenes de Los premios Hugo traducidos por Martínez Roca a finales de los años 80. Cada relato se acompaña de una introducción escrita por Rodolfo Martínez, muy alejada de lo habitual en estos casos. No hay semblanzas biográficas o descripciones de las claves de las historias prologadas sino anécdotas que Martínez recuerda de su relación con cada autor. Cómo se conocieron, cómo ha evolucionado su relación, algún detalle que admire, anécdotas… Un reflejo de aquellos textos de Asimov un tanto egocéntricos pero repletos de cercanía.
Además, y es lo más relevante del volumen aparte de los relatos, si alguien busca información más canónica, Los premios Ignotus 1991-2000 se abre con un ensayo de Juanma Santiago sobre la intrahistoria de los Ignotus. Medio centenar de páginas a modo de recuerdo de lo que fue la afición durante la década: la creación de la aefcft, el nacimiento de las antologías Visiones, la gestación de los premios, recuerdos año a años de los cuentos ganadores, algunos finalistas, las circunstancias importantes para llevarse el galardón… Memoria viva del fandom contada con un estilo espontáneo y autorreferencial, posiblemente tan apreciado por los iniciados en el sacrosanto misterio del fandom como extraño para el lego.
Entrando ya en las historias en sí, a priori llama la atención la presencia de un par de novelas cortas: “A tumba abierta”, de Rafa Marín, y “Estado crepuscular”, de Javier Negrete. El Ignotus no incluyó una categoría para esta extensión hasta 1995 y en las primeras ediciones cualquier narración más breve que una novela podía ser premiada en la categoría. “A tumba abierta” me ha gustado más que mi primera lectura hace más de una década. Es una tensa historia de acción que arrebata cualquier atisbo de grandeza, épica, heroicidad a los relatos de marines espaciales. Sus protagonistas, un grupo de desertores, están condenados a luchar a muerte para conseguir la única cura para una enfermedad mortal. Segmentada en pequeñas secuencias de apenas dos o tres párrafos según qué protagonista ocupe el foco del narrador, conecta a la perfección la putrefacta condición física y mental de sus protagonistas con el miasmático paisaje exterior. Lo menos conseguido, aparte de una cierta saturación de podredumbre, está en la pérdida de dinamismo a medida que pasan las páginas y la contienda se extiende y se extiende. Mientras, “Estado crepuscular” da pie a una ciencia ficción más luminosa: una sátira sin paliativos de las historias de aventuras más clásicas. Su protagonista, un pícaro irredento, se hace pasar por su padre y es contratado para tratar el problema psicológico de una IA alienígena. En esta segunda lectura se me ha hecho un poco más pesada, aun así he vuelto a disfrutar de su acidez. Sigo prefiriendo otras novelas cortas de Negrete como La luna quieta o El Mito de Er, pero mantiene intacto su ingenio.
Pasando ya a las historias más breves, es inevitable la presencia de dos de los relatos más reeditados de la ciencia ficción española, buena muestra de la popularidad de sus autores: “La estrella”, de Elia Barceló, y “El bosque de hielo”, de Juan Miguel Aguilera. El primero contrapone dos planos: el ocupado por la mente de un gestalt en proceso de comunicarse, y hacerse entender, por los protagonistas del otro; unos exploradores recién llegados a su mundo de origen tras cientos de años exiliados después de un holocausto planetario. El contraste entre el primero, narrativamente más experimental, centrado en trasladar otra manera de percibir y sentir, y el segundo, pura ciencia ficción clásica, más cercano a nuestra experiencia, es efectivo y permite a Barceló tocar una serie de prejuicios y visiones sumamente humanas. La más evidente de todas ese sentimiento de incomprensión cuando las culturas, o las posiciones, apenas comparten zonas de contacto donde pueda emerger la empatía. Mientras, “El bosque de hielo” es un relato mucho más convencional, una aventura espacial en la nube de Oort sobre una partida de rescate a un pecio reaparecido después de unos cuantos años. El lugar narrativo que construye Aguilera es deslumbrante y el enigma y su resolución son puro sentido de la maravilla, hasta el punto de hacer olvidar una componente romántica demasiado engolada.
De Rodolfo Martínez se incluyen dos relatos ganadores en años consecutivos: “Castillos en el aire” y “El robot”. El primero pertenece a su secuencia Horizonte de sucesos, la particular revisión de Cuentos de la Taberna del ciervo blanco. En ellos el llamado Narrador Inverosímil cuenta una serie de historias centradas en algún suceso de ciencia “extraña” a un grupo de amigos aficionados a la cf entre los cuales figura el propio Martínez. En el caso de “Castillos en el aire”, las consecuencias de probar en el desierto de Tabernas un campo protector perfecto. Como el resto de historias de Horizonte de sucesos la explicación lo es todo y los personajes, sus personalidades, sus “voces”, se aprecian mucho mejor cuando se leen el resto de historias. Mientras, “El robot” es un homenaje a las historias de androides de Asimov, al investigar una posible vulneración a la primera ley de la robótica en un caso de asesinato. De nuevo, el misterio es el 90% del relato. El resto de elementos quedan en comparación muy difuminados.
El único cuento entre los aquí recogidos que no conocía es, a la postre, el que más me ha decepcionado. “Mi esposa, mi hija” de Domingo Santos. Sobre todo por algunos tics habituales en Santos, caso de la ausencia de elipsis y la excesiva sobreexplicación de hechos prescindibles (todo el tema de la clonación). O, lo más cargante, cómo destruye en unas pocas páginas todo el mal rollo creado hasta ese momento. La mujer del protagonista muere de un cáncer terminal y, con el pesar de perderla para siempre, decide clonarla y criarla como si fuera su propia hija. Replicar la personalidad resulta del todo imposible, así que la rodea de un complejo entramado orientado a lograr una lo más semejante posible a su “madre”. Lo más interesante de “Mi esposa, mi hija” es la atmósfera insana cuando se descubre lo cerca que está de conseguir su propósito. Cómo comienza a experimentar una atracción claramente sexual hacia quien ha convertido en su hija. Lamentablemente este acercamiento descabalga cuando los tabúes se conjuran y el aire turbio se transforma, tras un giro cobarde, en una fábula moralista con un final en falso. Aunque estoy lejos de ser el juez más ecuánime para los relatos de Santos. Con un estilo expositivo parecido, aunque mucho más ágil al prescindir de detalles innecesarios, “El décimo quinto movimiento” de César Mallorquí es una notable historia de intriga sobre una partida de ajedrez en marcha desde hace siglos y cuyas jugadas llevan décadas de preparación.
Cierra el libro “En las fraguas marcianas”, de León Arsenal, el cuento que marca perfectamente el cambio de década con la irrupción en el palmarés de Artifex Segunda Época, la revista dirigida por Luis G. Prado y Julián Díez que reemplazaría durante el lustro siguiente a los habituales BEM, Gigamesh o Visiones. Un relato de frontera a mitad de camino entre el western y la historia de exploradores de lo ignoto en un Marte casi mítico.
Ha pasado más de un año desde el lanzamiento del libro. Miro las opiniones en Goodreads, su puesto entre los libros más vendidos de Sportula, y tengo la impresión que no ha recibido demasiada atención. Muy lejos de la merecida por este pedacito de la historia del género en España. Mantengo los dedos cruzados por que el proyecto continúe y no se convierta en otro de las múltiples iniciativas de la ciencia ficción en nuestro país abortadas nada más comenzar. Como es habitual, de nosotros los lectores depende.
Los premios Ignotus: 1991-2000 (Sportula 2014)
Rústica. 472 pp. 23 €
Ficha en La web de la editorial
Cuando mi cuenta bancaria llegue a cero, te buscaré como el T1000 a su némesis. 😛
Si quieres ahorrar un poco y acercarte a una visión más “completa” de la ciencia ficción escrita en España, con un precio un poco más asequible, Cátedra publicó hace poco más de un año una Historia y Antología de la Ciencia Ficción Española por menos de 16€ http://www.ccyberdark.net/1706/antologia-e-historia-de-la-ciencia-ficcion-espanola-seleccion-de-julian-diez-y-fernando-angel-moreno-1-de-2/ Con la sensible rebaja igual entras en modo T800 y tengo alguna posibilidad de librarme :p