En cuestión de poco tiempo, Pálido Fuego se ha transformado en una de mis editoriales de referencia. Gracias a la publicación de Vollmann, Coover, Wallace y un interesante abanico de autores, muchos desconocidos para mí, me mantengo atento a su catálogo y las novedades por las que apuestan. Del autor de Planos del otro mundo, Ryan Boudinot, no conocía nada, lo mismo que de una obra en cuya contraportada se compara con casi una veintena de referencias que van desde Chuck Palahniuk a Philip K. Dick, China Miéville o los hermanos Coen. En fin, de vez en cuando apetece entrar a ciegas en una novela.
Leer Planos del otro mundo exige abandonarse a la narración y creer en la historia desde las primeras páginas. En el primer capítulo se presenta a Woo-jin, campeón mundial de lavaplatos que trabaja en una franquicia de hamburguesas y vive en un lugar desolado de Norteamérica. Comparte caravana con su hermana, una mujer horriblemente obesa a la que pagan por extraerle componentes de su cuerpo. Una tarde al regresar del trabajo encuentra un cadáver y, tras informar a la policía, al día siguiente vuelve a encontrar el mismo cadáver. En realidad es otro distinto, pero según la autopsia es idéntico al primero; en la hora de la muerte y cada detalle de su cuerpo es una réplica exacta.
Esta historia continúa en capítulos alternos, lo mismo que la larga entrevista a Luke Piper, donde narra la vida antes de que llegase el Apocalipsis. Una historia llena de paranoia, búsqueda de organizaciones secretas y cierto toque hippie que critica sin piedad las empresas punto com y el artificioso mundo emprendedor de la época. En otros capítulos, Abby Fogg es contratada para recuperar los datos perdidos de la antigua entrevista a un tal Luke Piper. Al acercarse a la fortaleza donde están guardados, se encuentra con cientos de clones que la visten de conejo gigante y empujan a bailar sobre un escenario…
A la par de estas historias, también existe un mesías, los años se enumeran desde la época CAHOS, se narran alucinaciones, existen cabezas gigantes que levitan, El Último Nota –personaje cercano a El Gran Lebowski-, capacidad para programar a los humanos… En definitiva, una historia excesiva que a veces puede ser exigente pero que al dejarse llevar resulta muy amena.
El evidente postmodernismo de la narración también incluye al estilo narrativo. Demasiado autoconsciente, y puede que en algunos momentos irritante, pero que se ajusta a la perspectiva de cada personaje. No es extraño encontrar extractos como este:
Aquello era como la versión televisiva de algo que sucediese en realidad, una reconstrucción instantánea donde los protagonistas de un evento reprotagonizaban de inmediato sus experiencias ante las cámaras y fingían sus reacciones iniciales.
Tal y como he comentado más arriba, Planos del otro mundo es una pequeña gran locura que exige abandonar las cadenas de la realidad y dejarse llevar. A mitad de novela, Abby Fogg “ansiaba una trama pero en cambio aparecían ante ella absurdo tras absurdo que aludían a propósitos oscuros”, y puede que el lector también. Pero a pesar de los saltos temporales y las distintas realidades interiores y ulteriores en donde se representa la acción, se observa que Ryan Boudinot no lanza dardos al azar sino que sabe conducir perfectamente la historia. La gran cantidad de detalles que dispara durante las 427 páginas encuentran su justificación en algún punto de la novela. Aunque, como la mayoría de libros de Pálido Fuego, exige de un compromiso con la narración: se debe evitar la lectura en diagonal y disfrutar de la necesaria lentitud para asimilar la información.
Planos del otro mundo es una novela ambiciosa que, sin ser brillante, ofrece un gran espectáculo a cualquier lector que busque un revolcón narrativo sin prejuicios. En definitiva, otro interesante título que juega entre distintos géneros y que resulta coherente con el catálogo de la editorial.
Planos del otro mundo (Pálido fuego, 2015)
Blueprints of the Afterlife (2012)
Traducción: José Luis Amores
Rústica. 427pp. 23,90 €
Ficha en la web de la editorial
La leí en su día y me gustó bastante. Sobre todo por lo locuraza que es. La narración es un tanto deslavazada para mi gusto y cuesta sumergirse un poco en ella (no ayudan los constantes cambios de escena), pero coincido con EO: sólo por lo ida de olla que es merece la pena.
También coincido en que Pálido Fuego es una editorial cojonuda. Personalmente sólo le encuentro un pequeño pero y es que prácticamente todas las traducciones corren a cargo de J.L. Amores (que también es el editor). Es comprensible (la cosa editorial no es que esté para dar muchos saltos) y no dudo que esté a la altura que la labor requiere, pero por muy bueno que se sea, uno siempre acaba teniendo ciertos tics, ciertas manías subconscientes que no se puede evitar que acaben aflorando en el texto. Pero como digo, un pero muy pejiguero. Joder, si acaban de publicar (por fin) una novela de Steve Erickson.
Así que recomiendas Zeroville…
Recomiendo, recomiendo. Sobre todo para cinéfilos.