Hamlet, Catherine Earnshow, Robin Hood, El Quijote, Sherlock Holmes…. La enumeración de personajes que han pasado a la pantalla provenientes de la literatura es extensa, casi siempre manteniendo una (cierta) fidelidad al original, más allá de variaciones en el escenario o cierta libertad en la interpretación de los personajes. El caso de Drácula es paradigmático justo por lo contrario: cualquiera que haya leído la novela de Bram Stoker y haya visto tres o cuatro películas es consciente de todas las alteraciones a las que ha estado sometido este icono de la literatura de terror y, en concreto, el grupo de personajes que cuentan su historia: Harker, Van Helsing, Mina, Lucy, Renfield… Las transformaciones de la novela seminal han llevado a todos ellos a una serie variaciones condicionadas por el medio, el país donde se realizara, el momento del tiempo… En Hollywood gótico, entre otros muchos asuntos, David J. Skal expone todas ellas a lo largo de un libro cuyo peor faceta viene de un título ambiguo que no refleja su contenido: un repaso a la historia de vampiros por excelencia tanto en la literatura como en el teatro y en el cine.
Skal ha realizado un ímprobo trabajo de documentación. Comienza con la aparición del mito vampírico en la literatura, con sus raíces Byronianas, para seguir su evolución y arraigo en el mundo del teatro hasta llegar a Bram Stoker. Skal se detiene para tratar su biografía con amplitud, especialmente su relación con Henry Irving, un importante actor de teatro de la época Victoriana para el cual trabajó como gestor y que le abrió las puertas a la alta sociedad de la época. A continuación se centra en su proceso creativo hasta dar forma a su obra, tratando de dónde pudo venir y desconectándolo del personaje histórico al que se vio unido mucho más tarde. Asimismo aborda un certero análisis del subtexto y las diferentes interpretaciones sobre los personajes, sus relaciones, las situaciones en que se presentan, y, no podía ser de otra manera, sus connotaciones sexuales y religiosas.
Es en esta parte donde comienza a emerger uno de los temas estrella de Hollywood gótico: los derechos del autor (y su familia) sobre su obra. Hay detalles ciertamente divertidos como la lectura pública realizada por Stoker con vistas a mantener los derechos de una posible adaptación a los escenarios, aunque este tema cobra su verdadera dimensión cuando Skal trata el Nosferatu de Murnau, una versión del libro de Stoker rodada sin permiso de la viuda del autor, Florence Balcombe. Sin embargo este tema también da lugar a la parte más árida del libro. Con unos ingresos decrecientes y un tren de vida en decadencia, Drácula era el único asidero que tenía la viuda para mantener un cierto status, lo que desencadenó no sólo la persecución de los rollos de película del clásico de Murnau allí donde aparecieron sino también unas negociaciones leoninas cada vez que se adaptó con ella en vida. Skal no prioriza unos temas sobre otros y expone con el mismo detalle aspectos relevantes e irrelevantes, generando una cincuentena de páginas que podría haber resumido, cuando no ahorrado.
Es en las páginas dedicadas a la adaptación dirigida por Browning donde más se aprecian los criterios de Skal. Su visión de este clásico del cine es ciertamente iconoclasta; no contento con argumentar su opinión a partir tanto de su rodaje como en el acabado final, en un capítulo soberbio lo contrapone con el Drácula en español rodado por las noches en los mismos escenarios de Hollywood. Un proceso de creación paralelo cuyo relato abre las puertas a una experiencia única y unos artesanos mucho menos conocidos que los que han pasado a la historia.
Es en las últimas 100 páginas, centradas sobre todo en las posteriores translaciones de Drácula al cine, donde el libro se convierte de nuevo en un viaje vertiginoso según Skal sigue los estertores de la carrera de Béla Lugosi; el conde de Christopher Lee y la Hammer; la encarnación de Frank Langella tanto en los escenarios de Broadway como en la adaptación dirigida por John Badhan; el espíritu herético del Drácula de Coppola que tiene tanto de Bram Stoker como cualquiera de las otras translaciones; o la ingeniosa interpretación del personaje en el film producido por Wes Craven. Una sucesión donde uno desearía que Hollywood gótico no terminara, que Skal aportara más detalles sobre esas adaptaciones o, por qué no, abordara alguna versión proveniente de otros mundos como el del cómic o el de los videojuegos. Una carencia que los listados de los diferentes Dráculas tanto en los escenarios como en el mundo del cine no hace olvidar y, me temo, no me permite otorgarle la nota de sobresaliente.
Sobre todas las mutaciones que ha desplegado hasta entonces y que no parecen detenerse, Skal se pregunta si veremos un final para Drácula. Y responde…
Desde luego no lo parece. La historia sigue cobrando fuerza con cada nueva versión o reinterpretación, irresistible hasta extremos irracionales y capaz de asumir un millar de transmutaciones. La mutabilidad, en cierto modo, es su esencia. Basta examinar aunque sólo sea una porción de la enorme producción de obras, novelas y, particularmente, películas inspiradas por Drácula para detectar claramente un patrón único. Repitiendo el mismo proceso mediante el que Stoker creó a sus personajes (doblando, dividiendo y reasignando identidades y relaciones), los adaptadores e imitadores de Drácula han seguido mezclando y recombinando obsesivamente las figuras y acontecimientos centrales casi hasta el infinito. De este modo, Mina puede convertise en Lucy para luego volver a ser Mina, o ambas pueden acabar fundidas en una sola. Harker pasa a ser Renfield, Drácula es un animal. Drácula es un caballero. Drácula es malvado. Drácula es un sosias de Cristo. En la película de 1979, Drácula incluso acaba convirtiéndose en cierto modo en Van Helsing, en un momento en el que, invirtiendo los papeles, atraviesa con una estaca al cazavampiros.
Sombras, se diría, persiguiendo sombras.
Tal como observó Bram Stoker en La joya de las siete estrellas, “es en los arcanos de los sueños donde las existencias se funden y se renuevan, cambian para seguir siendo las mismas, como el alma de un músico durante una fuga”.
No quería cerrar esta reseña sin ensalzar el trabajo de edición de Es Pop. Incluye abundante material gráfico excelentemente insertado para enriquecer su lectura. No pagas como otras tantas veces 18 euros sólo por un texto maquetado de cualquier manera.
Hollywood gótico. La enmarañada historia de Drácula (Es Pop Ediciones, 2015)
Hollywood Gothic (1990; revisada en 2004)
Traducción: Öscar Palmer Yáñez
Tapa blanda. 416pp. 18,50 €
Ficha en la web de la editorial