Aunque Tim Powers parecía haber encontrado su fórmula con la escritura de novelas en las que mezclaba fantasía e Historia (Esencia oscura y el asedio de Viena por los turcos, Las puertas de Anubis y el Londres de comienzos del XIX, En costas extrañas y el Caribe de la piratería), no fue hasta la publicación de La fuerza de su mirada cuando marcó el máximo grado de integración entre ambas. Hasta entonces la Historia había sido simplemente el lugar donde situar esas ficciones; alocadas, sin buscar una conexión decisiva entre ambas salvo en momentos puntuales. Por contra, en La fuerza de su mirada los hechos históricos en todo momento se supeditan a la ficción fantástica hasta el punto que resulta imposible desligar ambas facetas; forman un todo inseparable con la voluntad de llevar al lector a la paranoia de preguntarse si los hechos no sucedieron tal y como los relata.
En el corazón de esta novela, que Gigamesh reeditó hace apenas tres meses con una nueva traducción, se encuentra lo más granado de la segunda generación de poetas románticos ingleses: John Keats, Percy Shelley y Lord Byron. Cada uno mantiene una particular relación con unas criaturas preternaturales, los nephilim, que potencian su aliento creativo mientras alimentan sus respectivas tragedias personales. Ciertos hechos oscuros de su pasado, la muerte de varios de sus familiares más cercanos o la extravagancia de su vida cotidiana se reinterpretan en clave fantástica a la vez que ganan unas dosis de fatalismo y de inevitabilidad que llegan a rozar lo enfermizo. Aunque no parece el fin principal de la narración, mediante estas musas de naturaleza vampírica Powers explora cómo el fuego creador puede tomar el timón de la vida de un autor, empujándolo a transgredir todo tipo de límites.
Digo que no parece el fin principal porque La fuerza de su mirada es antes de nada una notable novela de aventuras neogótica. Una peripecia que arranca cuando, en plena melopea de la noche previa a su matrimonio, William Crawford pone su anillo en el dedo de una estatua de piedra y queda ligado a una de esas terribles criaturas. Así, durante la noche de bodas, su mujer es salvajemente descuartizada en el lecho nupcial por su nueva protectora, amante y fuente de desgracias insospechadas, y Crawford se ve obligado a huir, acusado del crimen y perseguido por la hermana de su difunta esposa. En su periplo por una Europa en proceso de reorganización tras la caída de Napoleón entra en contacto con una serie de personajes y sociedades. Los más relevantes los mencionados Keats, Shelley y Byron, cuyos versos se reinterpretan bajo la luz de los hechos sobrenaturales que Powers cincela en sus vidas.
La primera mitad de La fuerza de su mirada construye ese mundo oculto. Su funcionamiento se expone a través de los sucesos que le acontecen a Crawford, los personajes que conoce y sus conversaciones, con una estructura episódica un tanto simplona. En ocasiones la densidad de hechos/situaciones/explicaciones es elevada y la verosimilitud histórica o fantástica parecen imponerse sobre la propia narración. Hasta más allá de su ecuador, la novela no termina de tener la deseable fluidez, aunque recompensas como las locas interpretaciones de Powers, la recreación de un puñado de personajes históricos, su inevitable sufrimiento físico y psicológico o la sensación de angustia compensan sus carencias.
En esa visión de lo sobrenatural destaca la importancia del mundo físico; cómo Powers impone una perspectiva materialista a la a priori vena irracional de los monstruos. Una de las facetas más evidentes es cómo arraiga en la trama la ciencia moderna. Por ejemplo en el pasaje en el cual recrea el enigma de la esfinge en clave atómica, durante el cual describe un átomo tal y como alguien del siglo XIX haría si pudiera “ver” uno. También tiene su punto de interés el tránsito entre una realidad determinista e indeterminista cuando la trama llega a Venecia y que conduce la resolución de la historia; más en el límite de lo “creíble” pero no por ello menos fascinante. Aunque este cuidado a la hora de reformular ciertos eventos transgrede la frontera de lo verosímil y entra del todo en lo anacrónico cuando introduce expresiones sobre la velocidad de la luz y perturbaciones de campo cerca del desenlace.
Acerca de la nueva traducción de Ana Quijada, he podido compararla con mi viejo ejemplar de Martínez Roca traducido por Albert Solé y la edición de Corvus para el Reino Unido. Lo primero que llama la atención es la extensión de la nueva edición de Gigamesh: Unas 75 páginas menos que su anterior versión, de 2004, que mantenía la traducción de Solé. Una “compresión” que no se debe a una reducción en el tamaño de la letra puesto que esta editorial mantiene la “caja” de maquetación de unos libros a otros. A la hora de narrar, Powers acostumbra a encadenar enumeraciones de acciones en su mayoría puntuadas con adverbios, gerundios, acotaciones entre comas… todos sustanciales. Perder una palabra generalmente supone perder el hilo y obliga a releer para retomar el sentido de lo que contaba. Para verter ese estilo al español Solé altera las oraciones de manera significativa, acudiendo por ejemplo a perifrasis buscando la mayor claridad pero separándose de la frescura del original. De ahí que en “su” libro el texto ocupe un 15% más que la labor de Quijada. Que se dice pronto. Mientras, la nueva edición mantiene la agilidad del texto de Powers… a costa de que a veces quede más expuesto en sus pequeñas imperfecciones.
Pero lo interesante de esta nueva traducción es lo que también supone a nivel editorial: la necesidad de que el texto después de un par de décadas en el mercado sea adaptado de nuevo, especialmente por profesionales que reinterpreten el original y renueven el muchas veces apolillado fondo editorial. Algo a lo que parecen más sensibles sellos pequeños como Gigamesh o Alamut/Bibliópolis mientras casas de mayor tamaño y más medios como Minotauro o Ediciones B se muestran reacias y mantienen traducciones con dos, tres, cuatro o, incluso, cinco décadas a sus espaldas en ocasiones realizados por gente de formación… heterodoxa.
Lo único negativo que puedo achacar a esta edición de La fuerza de su mirada es que llegara a las librerías mes y medio más tarde que Ocúltame entre las tumbas, la continuación de la que hablaba aquí hace unos meses y cuya lectura está supeditada a haber leído anteriormente La fuerza de su mirada. Una narración de aventuras descomunal, quizás un tanto desproporcionada, sobre la pasión del creador y el poder redentor del amor que me sigue pareciendo el mejor libro de su autor, por delante de obras generalmente más celebradas como Las puertas de Anubis o En costas extrañas.
La fuerza de su mirada (Gigamesh, col. Gigamesh Ficción nº27, 2014)
The Stress Of Her Regard (1989)
Traducción: Ana Quijada
Rústica. 445pp. 24 €
Ficha en la web de La tercera fundación
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