El futuro ya no es lo que era

Sol

Puede que los datos macroeconómicos amaguen con mejorar en los próximos meses, según distintas fuentes. Pero aunque esa tendencia se confirme como cierta, el ciudadano de a pie no intuye un cambio de viento a su favor. A diferencia de otras crisis previas, ésta ha socavado la fe en el progreso.

“La sensación de precariedad es absoluta. Vivimos al día de una forma impensable hace poco, en la era del mileurismo. Hoy un sueldo fijo de mil euros es un sueño. En diez años puede que veamos en España una extensión real de la miseria, como está ocurriendo en Grecia. Ni la Troika sabe qué hacer con este país”, resume Isabel Serrano, integrante de uno de los grupos que forman parte del núcleo duro del 15-M, significativamente denominado Juventud sin Futuro.

No existen muchos estudios para certificar estas sensaciones; el propio barómetro del CIS no las toca. Uno de los pocos realizados en España es responsabilidad de Antonio Alaminos, catedrático de Sociología de la Universidad de Alicante: “Por ejemplo, los datos del Eurobarómetro muestran una caída en la percepción del status social. En 2000, la mayor parte de la población española se consideraba de clase media-alta. Hoy se ven de clase media-media, pero creo que muy pronto se soltarán de ese clavo ardiendo”. Alaminos, que considera que los aspectos más negativos de la crisis se irán extendiendo a otros países, incide en un “proceso local de desfuturización muy acusado en el caso de España”.

Una de las plasmaciones más claras de todo ello es la marcha de jóvenes cualificados, 1.500 a la semana según las estadísticas oficiales del pasado año. Otra, la falta de expectativas para la economía real, la no ligada a grandes números y grandes empresas. José Miguel Echarri, uno de los pocos expertos españoles en prospectiva (es decir, análisis de tendencias futuras) de corte económico, admite que “es obvio que la situación actual es peor que hace ocho o diez años y seguirá siendo difícil durante bastante tiempo, al menos en relación con el empleo, que es la variable con más trascendencia social”. Aunque recuerde que también que “la crisis no afecta a todos de la misma forma”, abriendo la puerta a mejoras macroeconómicas que no repercutan en los ciudadanos.

Su propio campo de actividad muestra, según explica Echarri como responsable del Instituto de Prospectiva Estratégica, parte de las carencias específicas que han conducido a esta situación: “Toda la bibliografía sobre prospectiva que he manejado en los últimos veinte años es extranjera. En España son raras las decisiones sobre planteamientos de futuro, prima el cortoplacismo”.

Los juegos del hambreUno de los termómetros de esta sensación es el arte, en particular el de corte más imaginativo. Mientras la literatura fantástica de hace unas décadas hablaba de exploración espacial y logros humanos, hoy dominan las fantasías medievalistas en las que se sueña con una arcadia lejana o las visiones pesadillescas en las que la civilización se ha venido abajo. Incluso en los productos para jóvenes, con el éxito de las distopías (retratos de sistemas políticos opresivos) dirigidas para lectores de menos de 20 años como Los juegos del hambre, de Suzanne Collins.

“Pocas veces la mal llamada cultura popular ha demostrado tanto acierto a la hora de plasmar la angustia de los ciudadanos”, explica el profesor Fernando Ángel Moreno, experto en géneros literarios de la Universidad Complutense y uno de los coordinadores del movimiento La Uni en la Calle. Para él, resulta significativo por ejemplo el éxito de la serie The Walking Dead, con la civilización destruida por una plaga de zombis. “Soñamos con la destrucción ante la falta de ideas para emprender un cambio global”, señala, recordando las declaraciones del filósofo Jean Baudrillard tras la caída de las Torres Gemelas hablando una especie de satisfacción íntima de los telespectadores al ver cumplidos sus temores apocalípticos.

Cómics como The Authority o The Boys se suman a novelas que retratan el fin de la civilización como La carretera de Cormac McCarthy, Fin de David Monteagudo y Plop de Rafael Pinedo. Emilio Bueso es el autor de otra novela que ha hecho bastante ruido sobre todo en internet, Cenital, en la que señala como causa del colapso el fin del petróleo. Sin embargo, su pesimismo es de carácter más global.

Cenital“Estamos condenados a decrecer, digan lo que digan los figurantes que se supone que nos gobiernan o los vendedores de humo de los medios. Al sistema le sobra gente y anda en el proceso de expulsarla. Viviremos una contracción irremediable durante décadas, con millones de dramas humanos”, afirma. Pese a su formación profesional de carácter técnico, Bueso no espera que una posible salvación llegue de la mano de los avances tecnológicos: en primer lugar, porque insiste en el agotamiento de las materias primas, y en segundo por la propia naturaleza humana: “Hoy tenemos teléfonos móviles que servirían para dirigir una nave a la Luna y los empleamos para enviar mensajes diciendo Ola Ke Ase”.

¿Queda alguna esperanza para el españolito de a pie? Tal vez un cambio de rumbo que no se sabe muy bien cómo podría arrancar. Para Bueso, la única opción está“en que las 1.400 personas que controlan el 80% del PIB en España muevan ficha antes de que la sociedad estalle”.

Isabel Serrano señala por su parte: “No me parece imposible un cambio, aunque sí difícil”. En la misma línea, Fernando Moreno cree que ese posible cambio de rumbo debería incluir “el fin del actual modelo político-económico”. Por su parte, José Miguel Echarri cree que aún son posibles, que no probables, vías menos traumáticas, que incluirían una explicación realista de la situación por parte de los poderes públicos y “una distribución de los sacrificios con justicia y equidad. A partir de ahí se podría generar una tendencia positiva. Pero dudo que esto ocurra en los próximos años”.

El fin de la idea de progreso

El modelo capitalista cimentado en el crecimiento económico y el progreso se ha instalado con tanta fuerza en nuestra sociedad que parece consustancial a ella. Sin embargo, la historia demuestra que se trata de algo reciente. José María Faraldo, profesor de Historia de la Economía Contemporánea en la Universidad Complutense, explica que nace en la Ilustración: “La idea de progreso está ligada a la extensión de la educación como mecanismo de ascenso social, para romper el clasismo de carácter hereditario. Antes no se consideraba que la historia fuera un desarrollo continuo: el Renacimiento, por ejemplo, buscaba volver a la época dorada de la antigüedad”. Esa idea de progreso estuvo luego en duda durante todo el siglo XX: “Primero con los decadentistas, luego con los totalitarismos que, como el nazismo o el estalinismo, consideraban el progreso liberal como un ciclo concluido. Sin olvidar a teóricos como Spengler”. En cuanto a los paralelismos con crisis previas, algunas cerradas con procesos bélicos, Faraldo se muestra prudente: “También hubo alguna crisis, como la financiera de 1870-71, que por cierto guarda muchos paralelismos con la actual, que tuvo un final positivo: entonces nació de alguna forma la socialdemocracia con las primeras medidas de cobertura promulgadas por Bismarck. Respecto a las crisis del siglo XX, por ejemplo, se olvidan con frecuencia datos básicos: puede que ahora las caídas porcentuales sean importantes, pero el PIB sigue estando muy por encima del de cualquier crisis anterior, lo que supone un buen punto de partida para una eventual recuperación”.


Nota final

Hace algo más de un año empecé a colaborar con un medio del que me cansé pronto por las cosas que hoy nos pasan con frecuencia a los periodistas: pagos tardíos o por debajo de lo inicialmente prometido, excesivo afán por manipular lo que uno escribe… Algunas veces no te queda más remedio que tirar adelante, por prestigio, por dinero o por falta de otras cosas que hacer más productivas, pero en otras ocasiones terminas por cerrar el contacto porque simplemente no vale la pena y te lo puedes permitir.

El caso es que, da igual para quién, me trabajé bastante un reportaje sobre un tema que les gustó como propuesta: el cambio en la percepción del futuro en la sociedad. El paso de la idea de progreso a la idea de desastre inminente, plasmada sobre todo en distintas manifestaciones artísticas.

Por razones de extensión, siempre acuciantes en los medios, el texto se extendió bastante menos de las posibilidades que ofrecían las entrevistas que realicé. Sin embargo, quedó varado: otro reportaje que preparé para ellos después salió antes. Las pegas para esta historia se multiplicaban, el pago por ese material ya aparecido estuvo por debajo de lo esperado, y al fin dejé de contestar los emails de ese cliente que descubrí que en realidad no me importaba.

Si los escritores tienen horror a la página en blanco, los periodistas, que no podemos darnos ese lujo porque debemos trabajar con plazos, lo tenemos a la inutilidad de nuestro esfuerzo. Intenté colocar el tema en otro par de sitios. Pero si bien es posible que la percepción de la gente sobre los próximos años sea pesimista, los medios siguen dependiendo en su mayoría de la publicidad de clientes que quieren transmitir la sensación de que el consumo avanza rampante como si no hubiera un mañana. Así que no hubo dónde colocarlo, ni siquiera asegurando que eran posibles versiones mucho más extendidas.

A la postre, ha llegado el momento de darle salida aunque sea en una web especializada, donde parecerá superficial. Quizá debería tomarme la molestia de ampliarlo, y de hecho siguen guardadas en una carpeta todas las transcripciones. Me permitirán sin embargo que, ya que un trabajo que hice esperando cobrar voy a regalarlo, al menos no me tome más molestias con él.

Un comentario en «El futuro ya no es lo que era»

  1. Supongo que lo que digo es un tópico, pero creo que de vez en cuando conviene tenerlo presente: la prospectiva es uno de los motivos por los que existe la ciencia ficción. A lectores y escritores siempre nos ha apasionado esta especulación del “qué pasará”, o mejor dicho, “el qué pasaría sí”, a modo de advertencia o bien como una reflexión sobre el presente (exagerando algunas tendencias o aspectos).

    Por descontado, como comentas, los temas a tocar varían dependiendo de las preocupaciones del momento. Por ejemplo, de los temores sobre la superpoblación (Informe sobre los límites del crecimiento del Club de Roma) motivaron tres grandes novelas: “Todos sobre Zanzíbar” de John Brunner, “¡Hagan sitio, hagan sitio! de Harry Harrison y “El mundo interior” de Robert Silvelberg. Cada una a su nivel era una respuesta a los temores de una época.

    Me gustaría ver más novelas como las anteriores referidas a nuestro país, sobre los desafios y preocupaciones actuales. En este sentido el Visiones de este año tratará sobre especulaciones de futuro cercano por lo que promete ser una antología muy interesante.

    Gracias por publicar aquí tu trabajo.

    Carles.

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