El transhumanismo de la Trilogía Cósmica de Víctor Conde

  1. 6 A.M.Introducción

La ciencia ficción es el género de la imaginación disciplinada. Poniéndonos técnicos, toda la literatura es imaginación disciplinada. Si acudimos a una definición más rigurosa, quizás se entienda mejor: «La ciencia ficción es el género no realista que no está basado en fenómenos sobrenaturales», entendiendo lo sobrenatural como aquello que refiere a principios divinos, místicos o mágicos. Por peregrina que sea, el hecho de que exista una justificación científica en la obra implica una visión materialista de la realidad y, por consiguiente, cierta angustia por la falta de sentido y de esperanza en un universo indiferente, así como una reconsideración de lo inamovible de nuestros principios culturales. Por estos motivos, Csicsery Ronay Jr., uno de los mayores expertos en el género, afirma que la cf es uno de los géneros más venerables, porque «fue la primera en dedicar su imaginación al futuro y a las incesantes revoluciones del saber y del deseo que acompañan a la aplicación de los conocimientos científicos y técnicos a la vida social». «Imaginación disciplinada», al fin y al cabo.

Esta visión materialista y este escepticismo hacia las imposiciones culturales, hace que la imaginación pueda especular sobre las más locas ideas respecto a otras formas de entender el Ser y la cultura, sin recurrir a «lo inefable».

La línea más prospectiva ―término que Julián Díez propuso acertadamente en su artículo «Secesión»― de este género desarrolla paradigmas socio-políticos alternativos  y por ello se desarrolla especialmente en distopías.

Sin embargo, hay otra rama que, si bien no suele ignorar lo prospectivo, apuesta más por lo sublime. En filosofía se entiende por «sublime» un sentimiento más o menos perturbador, pero que nuestra imaginación nos permitirá gestionar de algún modo. En general, las obras de cf lo trabajan desde las desaforadas medidas del universo, tanto espaciales como temporales y/o con una evolución extrema del ser humano. Disponemos de dos acercamientos especialmente lúcidos a lo sublime en la cf: el de Csicsery Ronay Jr., en su libro The Seven Beauties of Science Fiction y el de Cornel Robu en diferentes artículos, como los publicados en la revista Hélice.

Lo sublime lleva emparejado en estas obras lo que coloquialmente se ha denominado «vértigo cósmico», un concepto relacionable con la náusea de Sartre: la consciencia de nuestra pequeñez respecto a las colosales dimensiones del universo, que implica además una incapacidad para superar la conciencia de la propia muerte respecto a la idea de una eternidad sin nosotros. Podría vincularse lo sublime con el vértigo cósmico desde miradas como la de Jacques Derrida:

El placer (Lust) provocado por lo sublime es negativo. […] En el sentimiento de lo sublime, el placer solo brota indirectamente. Viene después de la inhibición, la detención, la suspensión (Hemmung) que retienen las fuerzas vitales A esta retención sigue una brusca expansión, un derrame (Ergiessung) aún más potente.

Si bien el concepto tiene cierta relación con el horror cósmico, célebre especialmente por las obras de Lovecraft con polémica relación con lo sublime ―recomiendo los trabajos de Vivian Ralickas sobre Lovecraft y lo sublime―, el vértigo cósmico no se centra tanto en la mentalidad de criaturas que superan nuestro entendimiento como en las dimensiones materiales espacio-temporales. Evidentemente, el horror cósmico lovecraftiano también tiene relación con grandes magnitudes espaciotemporales, pero no se centra tanto en ellas como en las propias criaturas.

Respecto al control de la imaginación, es un concepto complicado de entender entenderlo por cuanto que se trata de una facultad del ser humano que tiene que ver con la proyección de su consciencia hasta más allá de sentirse en contacto con lo ilimitado.

En la cf, la interacción del sentido de lo sublime con la imaginación lleva al «sentido de la maravilla», a través de una posible superación de ese vértigo cósmico. Para ello es necesaria dotar de sentido estético al ser humano respecto a esas dimensiones.

Existen numerosas historias de cf que trabajan estos recursos. Las más famosas quizás sean la película 2001 y su novela. Otras películas en esta línea son Interstellar o Anihilation.

Entre las novelas, hay incluso más ejemplos, como Mundos en el abismo, de Juan Miguel Aguilera y Javier Redal; Casa de soles, de Alastair Reynolds; Starplex, de Robert J. Sawyer; El otoño de las estrellas, de Miquel Barceló y Pedro Jorge Romero; El fin de la infancia, de Arthur C. Clarke, o La guerra interminable, de Joe Haldeman. En español tenemos, por ejemplo, «La estrella», de Elia Barceló, y, ambas de Juan Miguel Aguilera: «Todo lo que un hombre puede imaginar» y La red de Indra.

En televisión, abundan los episodios en Star Trek. La serie Stargate Universe se basa también mucho en esta idea.

En cómic, podemos disfrutar de obras como Moonlight Mile, La casta de los metabarones o Fragments.

Muchas de estas obras comparten además lo que se ha llamado el Punto Omega. Este término fue propuesto por Pierre Teilhard de Chardin para describir una especie de meta última en la evolución humana. Las historias referenciadas no tienen por qué describir exactamente ese Punto Omega, pero sí parte del proceso evolutivo hacia él.

Otras obras no se centran tanto en la evolución humana como en el contacto con lo inconmensurable, bien por encontrarse ante una civilización que ha llegado a ese Punto Omega, bien por tener que estudiar acontecimientos ocurridos hace millones de años.

La cf española contemporánea se ha interesado a menudo por estas cuestiones, con resultados a menudo muy interesantes. Lo han trabajado con gran acierto autores como Juan Miguel Aguilera o Rodolfo Martínez. Quizás quien más lo ha desarrollado sea Víctor Conde, quien ha trabajado el vértigo cósmico en 6 A.M. en la marisma al borde del universo, Horizonte de estrellas (con Guillem Sánchez) y El ojo de Átropos, que he agrupado bajo el nombre de «Trilogía cósmica».

En todas ellas, resulta fundamental el subgénero del primer contacto con una civilización extraterrestre como recurso narrativo que funciona especialmente en dos sentidos: analogía y motor de la trama.

Por lo general, Conde explora un transhumanismo que puede manifestarse tanto como a partir de una evolución de un individuo en particular a lo largo de millones de años como a partir de una interacción inmediata con la raza extraterrestre. Aclaro que como transhumanismo entiendo «el intento de transformar sustancialmente a los seres humanos mediante la aplicación directa de la tecnología», definición de Antonio Diéguez en su libro Transhumanismo. Lo transhumanista no me interesa como posibilidad real en nuestra existencia, sino como recurso retórico. Por consiguiente, no analizaré el problema científico ni comentaré la bibliografía sobre su viabilidad, por no tener importancia para lo que trabajo. Para esas cuestiones remito a la bibliografía especializada, bien expuesta en ese mismo libro de Antonio Diéguez.

Así, las novelas de Conde se apoyan en un discurso hard, por el cual se incorpora el lenguaje científico para dar cuenta de la posibilidad material de lo que se narra.

Advierto que el resto del artículo contiene bastantes spoilers. Recomiendo leer las novelas, que me han parecido interesantísimas.

  1. Breves resúmenes

Horizonte de estrellasHorizonte de estrellas nos cuenta el encuentro entre una nave espacial de colonos humanos y extraterrestres (los idor) con otra nave de una raza extraterrestre mucho más avanzada tecnológicamente: los ker. Desde la nave colonizadora, se envían exploradores a la nave desconocida. Allí, los cuerpos de los exploradores son invadidos por una especie de plantas y fusionados con la nave desconocida, alcanzando una visión superior del universo.

En 6 A.M. en la marisma al borde del universo, desde Júpiter una raza alienígena crea sobre el planeta Marte unas marcas que afectan trágicamente a colonias humanas. Si el fenómeno no es detenido, todas las colonias quedarán destruidas en pocos años. Por ello, se envía a Ana Ivasova a Júpiter para manipular la luna Fobos y lanzarla contra los alienígenas, mientras su marido, desde una de las colonias marcianas, trata de encontrar otras soluciones científicas al problema. En el proceso, Ana contacta con los alienígenas y, tras arreglarse el conflicto, regresa a la Tierra. Parte de la novela se construye en paralelo, con un dialogo entre Ana y los alienígenas, quienes la han reconstruido mil quinientos años después.

En El ojo de Átropos, Mercurio es sacado de su órbita por una civilización extraterrestre con el fin de crear una serie de acontecimientos que culminarán en una redefinición de las leyes de la física para mirar más allá de los límites del universo. La Tierra envía una nave con científicos para explorar el fenómeno y contactar con los alienígenas.

  1. Lo hard

Como sabemos, el hard es un recurso de la cf que se basa en el empleo estético de (pretendidamente) rigurosas especulaciones científicas. Hay en el hard un disfrute de los alcances de la ciencia y cierto enamoramiento de la capacidad del ser humano para saber ordenar el mundo racionalmente, pues, como explica James Gunn, «la ciencia ficción se basa en la misma motivación que produce la ciencia: el deseo del lector de comprender el universo, y a sí mismo y a la especie humana en relación con ese universo». Por este motivo, suele encontrarse muy involucrado con el sentido de la maravilla.

Víctor Conde acude a menudo a este tipo de explicaciones científicas en busca de connotaciones literarias. Así, en momentos de máxima extrañeza, de alienación desbordante, los científicos se dedican a explicar técnicamente los diferentes fenómenos. Como en la Biblia, al nombrar se entiende y se pierde el miedo. En este sentido, el lenguaje científico se convierte en una eficaz herramienta para dicho entendimiento, porque, como indica Csicsery Ronay Jr., «en lo sublime tecnodinámico, como en lo tecnomatemático, la naturaleza ha dejado de ser un obstáculo». Veamos un ejemplo:

A algún listillo se le ocurrió pensar que si la ecuación de Einstein E=mc2 enlazaba la masa con la energía, y en el mundo digital la energía es información, entonces, por lógica, la información tiene que tener masa. La teoría, nunca demostrada, era que, si para borrar cualquier bit de información del universo es necesario un gasto de energía, pero para mantener esta escrita sin borrarla no hace falta gastar nada, entonces un dispositivo como un disco duro escrito con datos que tengan sentido pesa más que otro vacío. Porque la información es energía, y la energía es masa.

Por supuesto, este razonamiento es una gilipollez -sonrió Marcus-, y la explicación es bien sencilla: es cierto que la masa es energía congelada, y que la luz es masa acelerada. Pero hay un eslabón que hace posible esa conversión, como nos dijo Einstein, y es la velocidad. Sin velocidad, la masa sigue siendo masa, y sin ausencia de ella, la energía es energía. El eslabón que hace que unas células iluminadas al lado de espacios vacíos tengan sentido, es decir, que se conviertan en información, es el factor humano: nuestra mirada es la que interpreta que 10 significa “dos” en binario, porque así lo hemos convenido. Pero para la naturaleza, es solo una mota de calor con un vacío frío a su derecha (6 A.M. 108-9).

La comprensión científica debe expresarse con su propio lenguaje para entrar en el sentido de la maravilla y superar la brutalidad e la naturaleza. Si bien en ocasiones puede costar seguirlo, lo importante es el efecto conjunto del texto, como en el siguiente pasaje de Átropos. Dejo la cita sin la explicación previa con el fin de que se intuya el efecto expresivo de lo hard sin obligación de entender cada palabra:

El infinito está dividido en dos partes: idea y manifestación física. La segunda no ocurre ahí fuera, pero con la primera se pueden crear membranas con un principio de incertidumbre que las haga temblar. Son paredes hecha de infinito sólido, enrolladas sobre sí mismas y que imponen una gravedad oscura, una gravedad insolente y caprichosa que no afecta a nada que no sea ella misma. Esa es la argamasa de cálculos perturbativos. Son dimensiones compactadas muy por debajo de la longitud de Planck y niveladas por una simetría abstracta. Es como si tuvieras una variedad de Kähler compacta con una primera clase de Chern bipolar.

La mejor forma de comprenderlo es que intentéis imaginar que os dais un tremendo golpe en la cabeza, y por un momento os mareáis y perdéis la noción del ahora. De dónde y cuándo estáis. Vuestro cerebro está confuso y cegado por el dolor, y superpone dos o tres imágenes distintas que entran por el ojo. No veis una sola cosa, sino varias ilusiones que se superponen y que intentan enfocarse, fusionándose en una. Lo mismo que pasaría si intentaseis mirar el núcleo del sol.

Ahora tratad de concentrar la vista no en esas ilusiones, sino en el vacío que deja en medio de ellas el desenfoque. ¡Tratad de mirar la niebla del desenfoque en sí, lo que por definición no se puede observar!

Y luego imaginad que esa niebla no tiene fin, pero tampoco dimensiones más allá de la primera.

Eso es una α-brana.

La Interrupción tiembla con una auténtica fiebre de α-branas en colisión. (¡Música!)

Reducción a palabras. D: (¡Puedo escuchar la música del cosmos, y es preciosa!) Cuando alguien ve algo que no existe, solo puede percibirlo como una detención total de otras cosas. De la luz, de la gravedad, del magnetismo, de una fuerza fuerte o débil que sí encontraría su lugar en cualquier otro sitio al que mires. Te da la sensación de que esa inmovilidad extrema es una pared sólida, y que cada cuanto de luz de nuestro universo es polvo desprendido de esa pared. Gotas de energía que se decapan cuando la punta de ese escoplo que es el tiempo raya la pared. La luz, entonces, no es más que el residuo de una capa de pintura. Y la gravedad, bolitas muy pequeñas del cemento del que está hecho el muro (Átropos 276-7).

Explicar científicamente la base material de un proceso que ha generado un efecto de vértigo cósmico puede restar poder a dicho efecto y permitir cierta calma de espíritu e incluso, como en el pasaje anterior, desde esa calma llegar al sentido de la maravilla, expresado mediante una comunión entre ciencia y literatura.

Víctor CondePor lo general, para Conde, el hard no se queda en la mera contemplación, sino que esa comunión entre ciencia, percepción y lenguaje permite solucionar también problemas concretos. Como ejemplo, incluyo este pasaje de Horizonte donde se describe el resultado de una estratagema científica:

La física se pone del revés en la sala y arriba es abajo y dentro es afuera y lo que tiene volumen es plano y lo que vive ha muerto y lo que ha muerto sueña de nuevo. Rhen y los otros idor se aplanan, perdiendo varias dimensiones de golpe, y dejan de existir sin comprender que ahora son el exponente, el elevado a, el 2 y el 3 y el Perdóname de la fórmula. La nave salta, por primera vez en la historia de la humanidad, a lo que podemos llamar los límites extremos de la velo-C-idad.

Música de las esferas.

El privilegio de estar allí para completar la hiriente y ácida belleza de los astros en el espacio etéreo, y tener una mente capaz de conferirle un significado poético. El que realmente importa, al fin y al cabo (Horizonte 300-1).

Al contrario, algo similar ocurre cuando se emplea el hard para trabajar el contacto amable con el Otro. Así, este recurso hace ver al extraterrestre no como algo completamente ajeno e incognoscible, sino como otro científico que ha conseguido desde una misma naturaleza material llegar a un objetivo que también los humanos han buscado. Como dice Csicsery Ronay Jr., «El alienígena es un ser por definición extraño, corpóreo y aproximadamente tan complejo como un ser humano. A diferencia del fantástico monstruo onírico del Ello, es reconocible como un ser distinto y autónomo, y es lo suficientemente conocible como para que puedan deducirse sus diferencias con las entidades familiares. Esperamos que un alienígena sea manifiestamente el resultado de una lógica científico-evolutiva…». Lo hard aporta accesibilidad, entendimiento, calma, como en este pasaje:

―Comprendo lo que quieres decir ―asintió Kate, sentándose en el suelo. No tenía fuerzas para seguir de pie―. La expansión del universo no es realmente una expansión. Es un cambio constante de la resolución fina del espacio.

― ¡Eso es! Muy bien, ente Kate Jordan. Al cambiar de resolución constantemente, el espacio entre los iconos, es decir, entre las galaxias, aumenta. Pero el tamaño de estas no, ni tampoco los objetos que lo componen. Lo que sucede es que si una especie de seres vivos de ese cambio de resolución fina desde dentro, lo interpretará como que el espacio crece. El cosmos se expande alejando las galaxias de vosotros a un ritmo constante, hasta un máximo de noventa y tres mil millones de años luz de radio, que es la anchura que habéis calculado que tiene vuestro universo. Vuestro famoso volumen de Hubble (Átropos 266).

En cuanto a cómo usa Conde el hard para describir una cultura extraterrestre, parte de una idea común del género: el mutuo conocimiento a través de las matemáticas, con antecedentes como «La historia de tu vida», de Ted Chiang, o Babel 17, de Samuel R. Delany.

Por otra parte, lo hard también aporta un aspecto sublime: la sensación de que una existencia de proporciones tan enormes obedece siempre a unas mismas reglas. Veamos un ejemplo:

Un mosaico de placas fotográficas de amplias regiones de la atmósfera se desplegó por paneles, y en todos ellos se veían destellos, pulsaciones, descargas elementales que adquirieron un cinético resplandor. El planeta retrocedió varias veces en el espectro luminoso y dejó que resaltaran las chispas, una textura química dividida en peldaños celestes. La nueva química de aquel mundo entraba en ignición consigo misma y con algo más, una especie de sombra que hacía de océano en el que las relaciones salvajes encontraban su proscenio. […]

Pero lo que hizo que sus mejillas perdieran color muy lentamente fueron los números que acompañaban aquellas fotos. Eran las mediciones tomográficas y termográficas de la atmósfera, pasadas a curvas estadísticas. […]

― Madre mía, esto es… Evidentemente, las descargas energéticas de esos compuestos químicos no son aleatorias. Si miramos solo esta región como representativa del resto… ―su mano abarcó una superficie del hemisferio norte equivalente a mil kilómetros cuadrados― encontramos ciclones de progresiones aritméticas fractales, y anticiclones de derivadas. Vientos de conjuntos no lineales de Julia y lloviznas de factores primos encerrados en conjuntos de Mandelbrot. ―Se llevó las manos a la cabeza―. ¡Es increíble! ¿Esto está pasando de verdad? (Átropos 190-1).

En este sentido, la explicación científica adquiere carácter literario, al entender números y fórmulas como expresiones poéticas que nos unen con el universo mediante lo sublime y el sentido de la maravilla.

Esta yuxtaposición entre ciencia, estética, sentido de la maravilla, lucha contra el vértigo cósmico. Su aplicación como resolución de problemas genera un horizonte de expectativas dirigido al avance del espíritu humano a través del conocimiento científico y la fascinación estética, como indica Csicsery Ronay Jr.: «Todos sus objetos están mediados por la ciencia. Se comprenden, se descubren o se inventan a través de ella, y su misterio se ve limitado por ello. […] Los objetos científicamente sublimes de la ciencia ficción están implicados en una tecnosfera que sobrepasa la comprensión de sus creadores, haciendo de la tecnología tanto la causa del choque sublime como el medio de recuperación».

Así, en las novelas de Víctor Conde, la tecnología no se emplea para el Mal ni aliena al ser humano, sino que nos salva de nosotros mismos y nos permite entender a otras culturas y comunicarnos con ellas. El lector debe, es cierto, hacer un esfuerzo si quiere entender cada página en que se desarrollan explicaciones científicas. No es gratuito. Se le exige que entienda la ciencia como se le exige a la Humanidad que entienda científicamente el universo. Recomiendo para un mayor desarrollo de esta idea el artículo de James Gunn: «The Readers of Hard Science Fiction», en Speculations on Speculations. Theories of Science Fiction.

En estas novelas de Conde, lo estético y la ciencia son, por consiguiente, elementos complementarios.

  1. Civilizaciones extraterrestres

Regreso a BelzagorLas historias de primer contacto suelen implicar un encuentro con el Otro en cuanto a los problemas de entendimiento entre culturas diferentes. Explica Csicsery Ronay Jr.: «SF audiences expect disturbing anomalies that fulfill two requirements: (a) they appear as immediate challenges, threats, puzzles, or wonders to human characters, and (b) they are perceived as general challenges to the conception of reality as something stable enough to be understood by human beings. In the sublime mode, these anomalies threaten to make the human subject feel insignificant and powerless against manifestly superior natural order and power».

Por este motivo, resultan especialmente interesantes para estudios de postcolonialismo, como en Regreso a Belzagor, de Robert Silverberg, o sobre xenofobia, como en Un caso de conciencia, de James Blish, en choque con el concepto de utopía.

Menos habituales, aunque tampoco extrañas, son las historias de primer contacto para mostrar un equivalente a divinidades que implique un sentido de la maravilla. Por lo general, estas razas alienígenas siguen las reglas materialistas de la cf, como en la saga de la Cultura de Banks, El otoño de las estrellas, 2001, o Las naves del tiempo, de Stephen Baxter. En este sentido, tienen más relación con la mitología griega o con la hindú que con las religiones del libro en cuanto a que presenta seres muy poderosos, pero ni omniscientes ni omnipotentes. No obstante, si bien son seres con limitaciones espacio-temporales, no se encuentran tan humanizados como un Zeus o un Krishna. No es raro que los autores les muestren con formas de pensamiento difíciles de comprender para un ser humano, con un férreo control de las emociones alienantes y una conversación de varias páginas marcada por temas trascendentes como en 6 A.M. (pp. 90-6); Horizonte (pp. 267-73) o Átropos (pp. 259-68).

Así, las novelas de cf con civilizaciones evolucionadas hasta la manipulación del tiempo o hasta una presciencia que puede abarcar miles de años luz suelen describir las relaciones entre el ser humano y una conciencia enormemente superior, en el sentido en que un ser humano podría plantearse al verse a sí mismo hablando con un dios. Esto permite a menudo explorar tanto nuestra pequeñez como nuestras posibilidades evolutivas. También, como toda cf, el contraste con ideas muy trascendentes permite contrastarlas con la contingencia de nuestra cultura.

En esta línea, Conde trabaja básicamente con dos tipos de extraterrestres: unos desde cierta convivencia por unos conocimientos tecnológicos similares y con esperanzas de vida que no son comparables a la de una estrella, como en Horizonte. La relación con ellos es propia del encuentro con el otro a partir de ciertas diferencias culturales, no demasiado pronunciadas en términos espacio-temporales. En este sentido, se exploran diferentes maneras de entender las emociones o la convivencia social, sin grandes especulaciones metafísicas. Es el tipo de civilización extraterrestre desde la cual la cf tradicional ha jugado con colonialismos, xenofobias o mestizajes de todo tipo.

El segundo tipo de extraterrestres es aquel que ha trascendido esas limitaciones físicas y se mueve a escalas espacio-temporales cósmicas: pueden trasladarse sin problema (ellos o sus conciencias) a miles de años luz de distancia y pueden vivir miles e incluso millones de años, como la factocolectividad de 6 A.M. Entienden las leyes de la física y el universo de un modo mucho más trascendente, pues han encontrado sentidos y percepciones de la realidad que superan enormemente los que nosotros podríamos alcanzar. La propia existencia de estos seres ya es sublime.

La caracterización física de la raza extraterrestre que suele hacer Conde es interesante. Veamos tres ejemplos, empezando por En 6.A.M.:

Eran formas fluctuantes que colgaban del aire, liberadas de las cadenas de la gravedad […]. Estaban compuestas por dos elementos, uno que parecía una bolsa de plástico fluctuante, que emitía brillos, y otro indudablemente artificial, aunque no metálico ni plástico ni de ningún otro material conocido, que hacía las veces de asiento. O de vehículo. Era como estar mirando esponjas marinas de dos metros de largo, relucientes como bolsas orgánicas de luz, sentadas en cochecitos aerodeslizantes (33-4).

En ese momento se dio cuenta de algo: las esponjas no eran Ellos, sino meros vehículos creados para establecer una comunicación oral y visual. Lo supo cuando miró hacia una pared que creía sólida, pero que no era más que una plancha translúcida. Y vio sombras detrás, manchas enormes que se movían y que no tenían una forma concreta que el ojo pudiera fijar (35).

Aquí incluyo la descripción de la raza de Horizonte:

Estaba claro que lo que veía de él no era su forma natural, sino que estaba envuelto por una especie de traje de vacío. […] Dentro de ese gas [dentro del traje de vacío] flotaba algo: era una entidad viva con forma de palo de varios metros que se abría en un racimo de cuerdas. Estas acababan en una especie de sábana. O de ala, como si el ser fuera una cometa con conciencia de sí misma. En la parte del palo donde salían los hilos que sujetaban esa ala había un ensanche, una especie de bulbo, que parecía una grasienta masa de neuronas cuyos axones se combinaban en una telaraña, agregándose más y más y tornándose más viscosa, hasta trenzarse como en una rueca para formar aquellos hilos. Puede que esas cuerdas orgánicas fueran como carreteras para impulsos nerviosos, o para paquetes discretos de pensamiento, porque eran surcadas por destellos que partían del bulbo y, al llegar a la vela, se expandían como arabescos de color. Paquetes de luz fractal (193).

Y aquí tenemos la de Átropos, donde la mirada va desde lo familiar hacia lo grotesco, para luego desdecir toda la descripción:

La imagen que se había hecho de cómo sería un anhema básico a partir del diseño del traje no difería mucho de la real. Acertó en muchas cosas, como la distribución de las patas y cómo andaban de una manera arqueada, patizamba, otorgándole un aire gracioso. Sus articulaciones parecían ser universales, y le conferían la capacidad de desplazarse en todas direcciones a igual velocidad. Un caparazón surgía serenamente de lo que podría llamarse su lomo; bajo él, la piel tenía el rasgo inconsútil y duradero de la corteza de un árbol. El torso central medía como metro y medio de largo, y no se elevaba más de esa cantidad del suelo, pero de sus extremos surgían sendos tallos cartilaginosos de casi un metro cada uno, su cortezuela de una nudosidad complicada. Los tallos se abrían en flores, o en algo que recordaba la cabeza de una flor, quizá un girasol con el bulbo muy grande y hasta cierto punto triangular.

Lo más espeluznante para ella eran los tentáculos prensiles que le brotaban desde el anillo del cuello delantero y del trasero ―si es que aquel engendro tenía direccionalidad― (257-8).

Como recurso habitual en la cf, estos alejamientos de lo humano inciden en la relación con el Otro, aunque en la línea que nos ocupa puede sugerir dos ideas interesantes: la obligación de dar forma material al ente superior, lo cual lo aleja de los dioses de las actuales religiones monoteístas, y marcar una idea más de lo extraño y ajeno que es el universo.

Sin embargo, el aspecto externo no es esencial para las tramas de Conde, pues poco influyen en la interacción entre los personajes, una vez cumplen esa impresión de extrañamiento. Lo que resulta fundamental para lo sublime y el vértigo cósmico es la mentalidad y la experiencia acumulada por los extraterrestres. En 6 A.M., por ejemplo, hay tres complejas páginas en las que los extraterrestres explican su cosmogonía desde un punto de vista alternativo al de las culturas humanas uniendo lo hard, lo grotesco y lo sublime. Se puede apreciar en los siguientes pasajes; en primer lugar, de 6 A.M.:

Sí. Hemos experimentado muchos cambios gracias a las formas de vida que encontramos en nuestros viajes. La propia capacidad de mantener una charla como esta, intercambiando ideas con otro ser sapiente, nos era desconocida hasta que la aprendimos de vosotros. Hemos visto muchas cosas, ser-Ana, y experimentado muchas realidades simultáneas. Hemos buscado en los palimpsestos de cuásares y púlsares binarios intentando hallar los rastros de escrituras cósmicas anteriores. Hemos leído en el código de esas insólitas proteínas interestelares. Hemos contemplado un cosmos tan caliente que había una cierta estructura inteligente dentro de sus reacciones térmicas, y otro desprovisto de todo excepto de rituales pozos gravitatorios. Agujeros negros en una eterna danza circular (6 A.M. 62).

Para explicártelo de un modo muy sencillo, para que lo puedas entender, te diré que la inteligencia es el bien más escaso y precioso del universo. Y siempre deja un rastro, una huella, tanto a nivel cuántico como macroscópico. Si a un campo de energía lo suficientemente extenso se le deja volverse complejo, muy complejo, terminará dibujando unas estructuras que podrían ser las necesarias para «dar a luz una idea». Eso ha pasado innumerables veces desde el estallido primordial.

[…]

Nuestros «científicos», por usar una palabra de tu idioma, dedujeron hace millones de años que, si esas estructuras complejas son habituales en el cosmos, quizás habría una protoidea primaria, la primera que surgió de un estado complejo de las cosas. Quizás la tuvo un campo electromagnético de una enana marrón que se mezcló con el de dos gigantes rojas, y sus espirales y vectores axiales se volvieron tan complicados que, por un nanosegundo, pudieron tener una idea. Esa es la que nosotros buscamos. El Pensamiento Original (6 A.M. 63).

A continuación, incluyo parte del planteamiento cosmológico de Átropos. En este caso son nueve páginas de interesantes y atrevidos planteamientos de vértigo cósmico (Conde 2023: 260-8), de las que selecciono solo algunos párrafos:

Hace billones de años, como nuestra interfaz ya te ha implantado en la memoria, se produjeron dos estallidos gemelos en un cosmos primordial de Falso Vacío. Tú los llamarías Big Bang. Cada uno envió hacia el otro una onda de probabilidad, un universo, el primero viajando hacia delante en el tiempo, su gemelo yendo hacia atrás, en trayectoria de colisión. Ese cruce de universos empezó a tener lugar hará unos seis millones de años, y desde entonces se están solapando, solo que ninguno puede percibir al otro (Átropos 260).

La necesidad de invadir vuestro espacio mediante una anomalía transcomológica, eso que llamáis Solitón, y preparar uno de vuestros mundos para que nos sirviera de punto de apoyo para el experimento, radica en que lo que pretendemos hacer no se puede conseguir en nuestra realidad. Hay leyes muy estrictas e insalvables que lo impiden (Átropos 261).

Una de ellas [de posibles teorías] postula que, en realidad, estos campos vibratorios no son universos, sino… teorías. Teorías postuladas sobre la línea base del tiempo, en función a cómo vibra esta y las dimensiones comprimidas que crea tal vibración. Se parece mucho a vuestra teoría M de las supercuerdas: si la línea de tiempo es coherente y única, y además supersimétrica, podría resonar como una cuerda de violín, produciendo agitaciones. Estas agitaciones crean dimensiones comprimidas, con armónicos que vendrían a ser la gravedad. Si hay gravedad y energía, hay masa. Y eso daría origen a esta forma de universos en expansión que es donde todos vivimos. Esto nos llevó a pensar que no solo puede haber materia oscura, sino también gravedad oscura, limitando y redirigiendo la gravedad normal (Átropos 262-3).

Nosotros creemos que realmente los dos universos-“teoría del tiempo” son finitos, y que su área total nunca cambia. Que tienen volúmenes fijos, y se acaban allí donde el frente de onda enviado por la explosión pierde fuerza y, por lo tanto, probabilidad. Cuando la existencia de masa y materia baja al cero absoluto, encuentras una frontera. Y más de ella… lo desconocido (Átropos 264).

La falta de omnisciencia también separa a estos extraterrestres del dios judeo-cristiano, pero además existe una distancia cognitiva que no existe tampoco en la mitología grecorromana. Los extraterrestres muestran en las novelas de Conde una sana curiosidad por los seres humanos, sin actitudes caprichosas ni despreciativas, como en 6 A.M.: «Moriste, y nosotros te resucitamos. Necesitábamos a alguien que nos contara cosas, que hiciera de observador imparcial para las consecuencias de los actos de su época de sus semejantes. Te elegimos a ti» (6 A.M. 33). Disfrutamos de pasajes muy parecidos en Horizonte y en Átropos.

Por otra parte, es habitual en las tres novelas que la superioridad extraterrestre se perciba a través de su amplio dominio de la metodología y el lenguaje científicos, como hemos visto al tratar de lo hard.

Todo ello lleva a una búsqueda pacífica de conocimiento por parte de los extraterrestres. Estas sanas intenciones no siempre evitan el daño. Aunque la hostilidad del colonizador no aparece en las novelas de Conde, en las tres novelas se muestra el daño producido por un primer contacto desafortunado: en Horizonte a través de las mutaciones en la tripulación, en 6 A.M. por las destructivas emisiones sobre Marte y en Átropos por el movimiento ocasionado a los planetas y el juego con las leyes de la física. Queda así reflejada la dificultad de tratar con una cultura extraña, especialmente si es una cultura superior.

Así, el primer contacto con una civilización extraterrestre es siempre sublime. Si autores como Kant o Burke configuran siempre lo sublime en torno a colosales magnitudes espacio-temporales, la cf y en particular Víctor Conde añaden la variable psicológica: una mente tan diferente a la nuestra que nos sobrepasa y que nos hace recurrir a nuestras facultades de entendimiento para gestionar dicho impacto.

En este proceso de descubrimiento entre las dos culturas, aparece un importante factor que separa esta cf de la simple plasmación de los choques culturales: la idea de que, si otra raza extraterrestre ha evolucionado a tales límites, el propio ser humano pueda hacerlo.

El transhumanismo en la cf está muy evolucionado ya desde los principios del género. Son célebres novelas que tocan el tema como El fin de la infancia; Homo Plus, de Frederik Pohl; Dios emperador de Dune, de Frank Herbert, o Starplex. En España, las más representativas serían seguramente Mundos en el abismo y El otoño de las estrellas.

Víctor Conde apunta a estas ideas siempre a través del encuentro con el extraterrestre, que bien aparece como modelo a seguir, bien como guía directa para los seres humanos en su camino evolutivo. No obstante, al contrario que en las novelas citadas, en las obras de Conde el proceso solo queda apuntado.

Veamos este proceso en las protagonistas de las tres novelas.

  1. El ojo de ÁtroposProtagonistas

En las tres novelas la protagonista es una mujer, aunque en 6 A.M. dicho protagonismo está compartido en parte con el personaje de su marido. La naturaleza femenina de los personajes tiene relevancia en pequeños momentos para marcar relaciones interpersonales (por ejemplo: 6 A.M. 24-5, al hablar de la búsqueda del embarazo en relación con la carrera profesional), pero apenas tiene influencia en las tramas cósmicas.

Ninguna de las tres mujeres se dedica a profesiones de humanidades. Kate Jordan, en Átropos, es doctora en ciencias de la computación; Ana Ivasova, en 6 A.M. es piloto de nave espacial, y Soleyko en Horizonte es ingeniera proyectiva, disciplina dedicada al análisis de tecnología extraterrestre. Estas profesiones tienen mucho que ver con el aspecto hard de conocimiento de lo tecnológico.

Las tres canalizan el proceso siguiente:

  1. Descubrimiento de una raza extraterrestre superavanzada. Puesta en escena de la relación de la cultura humana con el cosmos.
  2. Expedición (colectiva o individual) al encuentro con la raza. Trama de aventuras.
  3. Diálogo con un representante de los extraterrestres hasta descubrir un secreto trascendental del universo, entendible por las ciencias exactas.
  4. Entendimiento del extraterrestre y logro de un conocimiento superior tras un proceso tecnológico.
  5. La protagonista vuelve con los seres humanos y tiene una vida feliz.

Hay algo de proceso místico en todo ello, pero no desde/hacia lo divino, sino desde lo científico hacia lo humano.

Ya hemos visto algún ejemplo de los descubrimientos y de los diálogos en los epígrafes anteriores. La expedición, si bien metafórica respecto a los conceptos de la novela, exigiría análisis narratológicos innecesarios para este estudio.

Me detengo por tanto brevemente en las dos últimas fases.

Cabría la posibilidad de que el encuentro con los extraterrestres conllevara inmediatamente evoluciones físicas de las protagonistas, que perdieran completamente su vinculación con la sociedad de la que parten. Sin embargo, Conde siempre defiende lo cotidiano. Otorga importancia a las vidas mundanas de los seres humanos, al contrario que en mitologías que desprecian los placeres mundanos o que consideran esta vida como un mero tránsito hacia una superior. Tampoco entendemos la vuelta a lo humano con nostalgia respecto a lo vivido, como en las odas de Fray Luis de León, sino que Conde le otorga una enorme importancia a que con lo transhumano se disfrute lo humano. Podemos verlo en Átropos:

Yo, la que una vez me llamé Kate y que ahora soy Átropos, observo con pupilas que se forjaron dentro el vientre de mi madre, y las uso para mirar al supremo dios que nos creó a todos, el sol, el titán que se sienta en el trono y nos calienta con su lenta muerte (Átropos 271).

Kate miró aquellos relámpagos que formaban cuerdas, vibrando en tonos perfectos, y se dio cuenta de cómo de lejos estaba la humanidad de semejantes maravillas. Qué ancho era el abismo del tiempo que aún tenía que recorrer para alcanza ese grado de comprensión del cosmos (Átropos 179).

Sé lo que he visto, y aún tengo lágrimas rodando por la mejilla que lo atestiguan.

En una de esas lágrimas se reflejan millones de burbujas diminutas, cada una con nebulosas y clústeres de galaxias en su interior. Es una de las teorías sobre los infinitos universos probables que acabamos de triturar, de negar para siempre. Quedará como un recuerdo encerrado en mis lágrimas, de lo que pudo haber sido y no fue. En la gota siguiente cabrá otra teoría, y otra más, y así hasta que mi alegría forme una α-brana que solo yo sea capaz de entender.

He estado Más Allá. He oído la sinfonía de la Interrupción. Y me siento más viva que nunca. Feliz como en el preciso instante en que nací, y ese misterioso fulgor dorado que veía a través de la pared cobró sentido.

Era luz, solo que yo no lo sabía.

Y no hay nada más simple y bello en este o en cualquier otro universo (Átropos 278).

En un terreno del sur de Francia, donde Kate se había comprado una casita hacía tiempo, apareció en aquel instante una persona. Cualquiera que la viera pensaría que estaba loca, pues vestía algo que parecía un traje espacial bastante castigado. […]

La mujer entró en la casa, se desnudó y se acostó en la cama. Un rictus de placer le entrecerró los ojos al notar la comodidad del colchón. Hacía mucho que no… Y además, necesitaba compañía. Llamaría a su novio, y si era preciso le pagaría el billete, solo para poder gozar de unas cuantas noches desmedidas antes de volver a la AEI y entregar su informe. […]

Kate Jordan se subió la manta hasta el mentón y, dejando vagar la vista por la ventana, intentó contar las estrellas (Átropos 282).

 

  1. Conclusiones: lo sublime

Hay diferentes maneras de entender el concepto de «lo sublime». En común tienen el impacto de una percepción que supera nuestro entendimiento y, ya según el autor, ese impacto es más o menos gestionable por nuestra mente. Como he señalado, en la cf es frecuente que ese impacto esté relacionado con el vértigo cósmico. Hay diferentes maneras de afrontar dicho vértigo, según los subgéneros, los autores y las obras. En la trilogía de Víctor Conde, el vértigo cósmico parece asumido sin mucho desarrollo: se nos mencionan dimensiones cósmicas, pero apenas se detiene el narrador en sus implicaciones. Donde va a insistir el narrador es en la sensación de que ese vértigo puede ser superado mediante una evolución transhumanista de la humanidad basada en adelantos científicos. Como en tantas historias de cf, explica Csicsery Ronay, Jr., «Lo sublime conlleva en sí insinuaciones de divinidad, pero nunca más que eso». No se considera en ningún sitio que dicha superación pueda darse a través de lo divino o de lo espiritual.  En sus tres novelas, lo religioso o lo metafísico no salvan a al ser humano por sí mismos, sino que son necesarios la comprensión científica del universo y el desarrollo tecnológico. Sin embargo, puede entenderse una invitación al lector a superar ese vértigo mediante la gestión sublime a través de lo hard. Funciona como base extradiegética de posibilidad de salvación a partir de la confianza que podemos depositar en la ciencia durante nuestras vidas cotidianas. Así, el extraterrestre crea una analogía con el ser humano como espejo sobre el que trabajar la superación sublime, como proyección de nuestra posible transhumanización. Las protagonistas son canalizaciones narrativas de ese transhumanismo.

En el fondo, disponemos de tres fases: la conciencia de que el pensamiento científico permite esperanzas (lo hard y su sentido de la maravilla), la plasmación de una parte del proceso en su camino de evolución transhumanista (las protagonistas) y el punto omega de esa evolución (los extraterrestres).

Cada novela de Víctor Conde muestra una manera de entender la relación entre lo sublime, lo científico y lo poético.

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