Casa de soles, de Alastair Reynolds

Casa de solesLos (contados) nostálgicos de La Fucktoría de Ideas, sección ciencia ficción, se hacen notar ocasionalmente en las redes sociales con un suspiro “ya no hay editoriales que apuesten por la cf como ellos”. Un lamento-desiderata que se puede compartir hasta que emergen detalles que harían hoy inviable aquella iniciativa. Primero, el derrumbe del mercado de lectores de cf más sostenida en la aventura y apegada a la base científico-tecnológica. Y, después, todo lo aparejado a unas ediciones entre lo mejorable y lo intolerable, con todo tipo de trapacerías en el trato a traductores y correctores, chapuzas editoriales de diversa índole… Dicho lo cual, de vez en cuando me leo alguno de los libros pendientes que tengo en la estantería y comparto esa desazón por la falta de un sello donde se publiquen libros como Casa de soles.

Alastair Reynolds vuelve a exhibir su ambición en la escala de espacio, tiempo y los elementos de los que se sirve para construir el relato. La trama principal abarca seis millones de años y tiene como protagonistas a Purslane y Campion, dos miembros del clan Gentian; un grupo de clones que viaja por la Vía Láctea negociando con información y creando diques que contienen estrellas cuya secuencia puede llevarlas a estallar. La primera parte del libro cuenta sus peripecias previas a una reunión de todo el Clan; el momento en el cual, tras 200.000 años, los shatterlings del grupo se juntan en un lugar prefijado para compartir/conjugar sus vivencias durante ese tiempo, antes de una nueva diáspora. A esa cita van a llegar con unas décadas de retraso, lo que les expone a una reprimenda. Sin embargo, este hecho desafortunado termina convirtiéndose en bienaventurado. En ese encuentro los Gentian van a darse de bruces con la posibilidad de su completa aniquilación.

Mientras Reynolds lleva a Purslane y Campion hasta ese momento recurre constantemente al arma de Chéjov. Toda la novela sigue las claves del “quién lo hizo”, con sus dos protagonistas en diálogo con las personas a su alrededor para desentrañar un entramado de enigmas interconectados que terminan siendo uno solo. Esta búsqueda se tapiza de pequeñas anécdotas, recuerdos, situaciones, que terminarán teniendo su relevancia; sobre todo lo que atañe a la incógnita detrás de la desaparición de la galaxia de Andrómeda. Una ausencia descomunal que la primera vez que aparece sorprende por el escaso peso que se le da. Es uno de los incontables detalles que sumen al lector en una normalización de lo maravilloso gracias a la cotidianidad de lo extraordinario.

Alastair ReynoldsEl dominio de esta fórmula, la grandeza en la descripción de ciertos conceptos y su uso para hacer avanzar el relato deparan los mejores momentos de Casa de soles. Es difícil no sentir admiración ante la composición interior de las naves de los personajes y su desempeño en las diferentes batallas espaciales; la tecnología utilizada para realizar interrogatorios en los cuales se tortura a los prisioneros para obtener información; todo lo que rodea al Espíritu del Aire…

Me ha funcionado peor el cambio de registro a una ciencia ficción más intimista en los interludios que interrumpen la historia de Purslane o Campion. Reynolds relata el crecimiento de una joven en un orbital varios millones de años antes, clave para entender las causas detrás de los acontecimientos principales. Aquí la inventiva flaquea. Estas secuencias terminan dominadas por la existencia de un interfaz que ejerce de ventana de la joven hacia el mundo y cuyas interacciones tienen consecuencias fuera de la representación. Esta es otra de las ideas reutilizadas (El juego de Ender, La era del diamante), pero Reynolds no acierta a dotarla de ese cariz arrollador de las andanzas de Purslane y Campion, naufragando en la construcción de la faceta emotiva.

Prácticamente nada en Casa de soles es nuevo. Es fácil encontrar en ella rastros que remiten a las historias de La Cultura; parte de las últimas cien páginas ocurren en hangares y cabinas de naves espaciales, como si estuviéramos en una de las novelas más conocidas de C. J. Cherryh o David Weber; y el final es un calco del de Contacto. Sin embargo, el alineamiento de estas referencias y la pretensión con la cual Reynolds las integra en una secuencia que resuena sentido de la maravilla, ayuda a sobrellevar sus limitaciones. Caso de unos diálogos risibles cuando trata de darles una frescura que recuerda al Señor Burns entrando en aquella clase el día que se hizo pasar alumno del colegio de Bart y Lisa Simpson.

Volviendo un poco al comienzo, Casa de soles es también la explicación de por qué La Factoría se fue por el desagüe. El libro costaba 20,85 € en noviembre de 2011 y fue saldado a 5 tres años más tarde; precio al que todavía se puede conseguir. Además sus condiciones objetivas de edición son injustificables. La caja de lectura y el tamaño de letra convierten la lectura del libro físico en un auténtico dolor. Sin llegar al extremo de aquella antología del disparate editorial que fue Espacio revelación, pero lo intenta.

Casa de Soles, de Alastair Reynolds (La Factoría de Ideas, Col. Solaris Ficción 158, 2011)
House of Suns (2008)
Traducción: Álvaro Sánchez-Elvira Carrillo
Rústica. 352pp.
Ficha en la web de La tercera fundación

3 comentarios en “Casa de soles, de Alastair Reynolds

  1. Muchos de la Factoría llegaron al otro lado del charco de saldo. En Lima, Perú, conseguí muchos a 4 euros apx, en Bogotá igual, en México un poco más caros, como a 5, y en Buenos Aires igual. Lo curioso es que algunos títulos que llegaron a Buenos Aires nunca llegaron a Lima, por ejemplo.

  2. Para los roleros, hay un juego de rol / story game llamado “Archives of the Sky”, de Aaron A. Reed, que está directamente inspirado en “House of Suns”. No lo digo yo, lo dice el autor del juego en los créditos; aunque daría igual que no lo dijese, es bastante evidente si lees el juego y has leído el libro antes. 😉

  3. Excelente análisis. A mí sus defectos me resulta. Disculpables por increíble sentido de la maravilla que sostiene la novela. Pero es cuestión de gustos, claro.

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