El formato novela corta goza de buena salud entre un pequeño grupo de editoriales que le dan cancha pasando de puntillas sobre su mayor handicap: la relación entre el número de páginas y el precio. Su extensión, entre las 20000 y las 40000 palabras, es la mar de resultona. Permite desarrollar aspectos más propios de la novela (personajes con una cierta profundidad, tramas elaboradas) manteniendo la precisión en el desarrollo de las ideas sin caer en la reiteración y el agotamiento. También es un formato complicado y para justificar la apuesta debe mantener un equilibrio que en muchos casos cuesta encontrar. Esto es lo que me ha pasado con esta Plomo al cuadrado, novela corta sobre 25000 palabras donde Stark Holborn plantea un universo narrativo en el cual el western se cruza con las Matemáticas. Así, con mayúscula.
Su argumento se encuadra en el relato pulp. Una historia de a duro de aquellos bolsilibros de los 60 y los 70 cuyo principal atractivo está en vestir una trama típica de los relatos de vaqueros, bastante alocada, con unos ropajes alejados de ese mundo. En este caso los forajidos no son buscavidas perseguidos por su participación en diversas tropelías sino matemáticos cuya habilidad es aplicable a la realidad hasta el punto de convertirles en seres extraordinarios. Dotados de una escuadra, un transportador de ángulos y un revolver no fallarán un tiro, por poner uno de los escasos ejemplos de los que Stark Holborn se sirve (en varias ocasiones).
Este conocimiento y su desempeño los convierte en enemigos del estado. Las habilidades matemáticas han sido proscritas y sólo se tolera su uso controlado. Esto convierte la gestión del día a día en un pequeño galimatías para la mayoría de las personas (imagínense un mundo gobernado por Jonah Ryan), y a los versados en su arte en fueras de la ley en continuo estado de alerta para mantenerse fuera del radar de los cazarrecompensas que los persiguen. Así sobrevive Malago Browne hasta que Pierre Fermat (guiño), su antiguo compinche, le propone retormar su modo de vida para un último trabajo. Un encargo de David Hilbert (guiño guiño), que deja pasar, en una decisión que lleva a Fermat a revelar su poder oculto. Un pequeño empujón que la pone en marcha.
El uso de matemáticos históricos como personajes es uno de los aditivos que Holborn añade a la mezcla, sin alaracas. Aparte de algún guiño (ey, el teorema de Fermat), apenas la extravagante personalidad de Emmy Noether goza de un cierto relieve. El peso narrativo de la mayoría de las traslaciones es tan superficial que Plomo al cuadrado podría haber pasado sin ellas. Más relevante es la defensa de las Matemáticas y cómo anida dentro de la narración el anumerismo y la fobia a este ámbito del conocimiento entre la población general. Las serias complicaciones que tienen la mayoría de las personas para desenvolverse en cuestiones básicas en un sistema capitalista o la intendencia hablan por sí solas. Además de pequeños comentarios casi al margen que Holborn hace a medida que cuenta las desventuras de Browne y Fermat.
La escasa hondura de esta construcción del mundo unido a un relato de asalto al tren del dinero más viejo y visto que la criba de Eratóstenes me han dejado un sentimiento agridulce. La edición de El Transbordador, con una magnífica traducción de Manuel de los Reyes y una maquetación vistosa, no compensan la inversión en un libro que se lee en un par de horas. Entretenido, con intención y humor, pero con un recorrido limitado en la mayoría de los aspectos que comentaba al principio. Ni sus personajes, ni su trama pasan del suficiente. No me animan a recomendar el pago de 17 euros por un libro que, es triste decirlo, en este mercado en continua contracción y sin posibilidad de una revista que pueda ofrecer un producto así, es la única manera de publicarlo. Bueno, quizás en su edición electrónica a 4,90 o un 2×1 con su continuación, Plomo al cubo. Pero esto último no ocurrió en nuestro universo.
Plomo al cuadrado (Ediciones El Transbordador, 2001)
Triggernometry (2020)
Trad. Manuel de los Reyes
153 pp. Tapa Blanda. 17€
Ficha en La Tercera Fundación