Experimental film, de Gemma Files

Lois Cairns es una profesora y especialista en cinematografía de Toronto que se encuentra al borde de la debacle psicológica y emocional. Tras varios años en paro después de ser despedida de su plaza docente por recortes presupuestarios, y sin perspectivas laborales en el horizonte, sobrevive publicando escasas críticas en revistas minoritarias. Además, su vida familiar tampoco contribuye a mejorar su estabilidad emocional; Lois es madre de un niño autista, Clark, incapaz de expresar sus sentimientos y emociones y con quien apenas puede comunicarse, lo que genera una dinámica extenuante de frustración, rechazo y culpabilidad. Hasta que un día, medio de casualidad, Lois asiste a un festival de cortometrajes en el que uno de los gurús del underground presenta una pieza que samplea antiguo metraje de nitrato de plata, una cinta perdida de principios del siglo XX donde se representa un oscuro mito eslavo, la Dama del Mediodía o Polednice, la diosa de las insolaciones currando en el campo, quien recuerda vagamente a una diosa madre, una Deméter muy venida a menos. Impresionada por este metraje, Lois comienza a investigar estas cintas que podrían resucitar su carrera profesional, puesto que su autora, la señora Iris Withcombe, desaparecida en extrañas circunstancias mientras viajaba a Toronto en tren, podría ser la primera cineasta canadiense de la historia, algo que supondría una sustanciosa beca de investigación. Así que Lois se pone en marcha, obviando sus dificultades familiares, involucrándose obsesivamente en una absorbente intriga de crecientes elementos sobrenaturales que le conducirá a la catársis o la muerte.

Experimental film es una novela de terror psicológico sobre los fantasmas del interior (subcategoría “familias en peligro”), que arranca y se mantiene estupendamente en su primera mitad, gracias, sobre todo, a su protagonista, Lois, cuya personalísima voz es la que nos narra la novela. Lois resulta ser un personaje muy de esta época de nueva normalidad social y económica, alguien con quien resulta fácil identificarse, ese encontrarte de repente con cuarenta y muchos años y en paro, las expectativas de juventud aniquiladas y una aplastante sensación de fracaso, de vacío y de falta de perspectivas, dejándose llevar por una mansa desesperación que, combinada con un punto de narcisismo egoísta y otro de autodesprecio, le conducen irremediablemente hacia una depresión profunda. Asimismo, la relación de Lois y su hijo Clark se presenta de forma habilidosa y realista; lejos de convertir a Lois en una madre sufrida y abnegada, se expresa con precisión lo mucho que desgasta convivir con una persona dependiente, como pueden llegar a sacarte de quicio, lo complicado que es relacionarse con ellos y el tremendo sentimiento de culpa que se deriva de todo ello. Finalmente, la estructura que pone en pie la trama está construida con mucha astucia, jugando abiertamente con el montaje. Es decir, quizá no resulte muy orgánico empezar la novela con la entrevista a un erudito sobre el misterio de la desaparición de la señora Withcomb, una escena que siguiendo la lógica temporal encajaría mejor en un momento más avanzado de la narración, pero funciona muy bien porque pica el interés del lector y le permite a Files presentar con libertad y a su gusto el largo planteamiento que vendrá después. Un planteamiento que trata quizá con demasiado detalle no sólo la escena cinematográfica underground de Toronto y las instituciones culturales canadienses, sino el pasado, vida y milagros de cada circunstancia argumental y cada personaje secundario. A mí en particular esto no me ha supuesto mayor problema en esta primera mitad, porque ya digo que Files maneja muy bien la intriga, agitando con habilidad la zanahoria delante del lector en un relato de ritmo pausado pero consistente, con una buena atmósfera, los habituales detalles sobrenaturales e inquietantes que presagian el caos terrorífico que uno supone vendrá después, y que va ganando tracción poco a poco hasta que Lois y Safie, su ayudante, visitan la Casa Vinagre, la mansión donde la señora Withcombe rodaba sus misteriosas películas.

No sé si les ha pasado alguna vez que están viendo una película que les está gustando, la paran en cierto punto para saborearla con más calma después de ponerse un café, preparar otra bolsa de palomitas o echar un meo y cuando la vuelven a retomar como que se ha desvanecido la magia o se ha roto el hechizo. Eso mismo me ocurrió con Experimental film en este punto. Abandoné, por circunstancias de la vida, la lectura de la novela durante unos días y al retomarla me parecía otro libro. Por resumir y no cansar mucho con mis quejas, tras este momento álgido en la trama que supone la visita a la Casa Vinagre, la novela se empantana en un marasmo de capítulos meramente expositivos donde se nos cuenta el fondo de la trama mediante la lectura de los legajos encontrados en la mansión Withcombe, visitas al hospital, improductivas vueltas en círculo alrededor del conflicto de Lois, quien comienza a dar visos de convertirse en un agujero negro que amenaza con tragarse al resto de personajes secundarios, que ya sólo funcionan como mecanismos del argumento y un final en dos partes a todo correr. Cuando el elemento terrorífico, o fantástico, o de horror, o como lo quieran llamar, ha de entrar en escena tomando el relevo del desarrollo argumental para resolver (o no) el conflicto psicológico planteado en la primera mitad, dicho elemento no está a la altura y no se integra del todo bien con el subtexto psicológico de la historia de Lois, afectando gravemente a la estructura y la resolución. Desde lo floja que resulta la Antagonista, la Dama del Mediodía, una olvidada diosa de tercera regional que urde un rocambolesco y absurdo plan para que la gente vuelva a hacerle casito, hasta esa manía de Files de romper la tensión de las escenas de horror con elipsis que suelen acabar con Lois en el hospital retomando el conflicto familiar sin que este avance, para luego contarte lo que ocurrió varias páginas después, con lo que la acumulación de tensión se evapora perdiéndose el efecto impactante que ha de producir en el lector el momento terrorífico, la aparición de lo sobrenatural. Algo que ocurre tanto al final de la visita a la Casa Vinagre, como, ya de forma más frustrante, en la entrevista con Sidlo, los dos momentos “de miedo” de la novela (no incluyo entre ellos el inevitable enfrentamiento con el boss final, la propia Dama del Mediodía que deriva en la típica escena “arreglalotodo” de cualquier medianía cinematográfica de terror que se les venga a la cabeza). Toda la trama sobrenatural acaba pareciendo una simple excusa mal entretejida con el motor de la novela, el conflicto psicológico de Lois, que si bien se resuelve con acierto en lo conceptual, en un momento catártico de autoconocimiento y aceptación de sí misma y su vida que Lois arroja a la diosa despojándola de su poder, resulta apresurado, forzado y sin tensión ninguna en lo argumental, por lo que dicho conflicto se ve perjudicado en este tramo final, carente de la progresión dramática adecuada que le otorgue el peso necesario para que me afecte como lector.

Una verdadera lástima que el excelente planteamiento de Experimental film no culmine con acierto en su segunda mitad, diluyéndose en una maraña mal equilibrada y peor rematada. Un poco injusto que la valoración de la obra empeore por esta circunstancia, es cierto, pero ya decía el popular bardo inglés que bien está lo que bien acaba y, desgraciadamente, este no es el caso.

Experimental film, de Gemma Files. La Biblioteca de Carfax (2017)
Experimental Film, ChiZine Publications (2015)
Traducción de Elisa Rivera.
352 pp. Rústica. 20.50€

 

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