Once años han pasado desde que Gigamesh publicase Declara, aquella perspicaz y a ratos farragosa reescritura de los primeros años de la guerra fría en clave sobrenatural. Once años durante los cuales, si exceptuamos las reediciones, los seguidores de Tim Powers en España apenas hemos podido disfrutar de los cuatro relatos del volumen promocional El reparador de biblias. Sin embargo este 2014 se ha transformado en el año del gran “regreso” del autor de Las puertas de Anubis; además de su visita en verano, hace un par de semanas llegaron a las tiendas dos novedades: la colección de cuentos Tiempo de sembrar piedras, que añade dos relatos largos a El reparador de biblias, y la novela Ocúltame entre las tumbas, su retorno al universo de La fuerza de su mirada.
Como es más o menos sabido, Powers construye muchos argumentos a partir de hechos históricos reinterpretados desde una óptica de fantasía. En La fuerza de su mirada relataba los últimos años de los tres nombres más representativos de la segunda generación de poetas románticos ingleses, John Keats, Percy Shelley y Lord Byron, todos ellos muertos de manera prematura lejos de Inglaterra. El prisma “deformador” bajo el cual observaba sus biografías era el vampirismo; en su novela todos mantenían un vínculo con unas criaturas preternaturales, los nephilim, que al mismo tiempo eran la fuente de inspiración de sus grandes poemas y la causa de sus tragedias personales. Aunque como narrador Powers siempre ha tenido problemas para imprimir una cadencia a sus historias, además de una cierta tendencia a la confusión cuando la acción se precipita, en La fuerza de su mirada ambas debilidades pasaban bastante inadvertidas gracias al indudable carisma de sus personajes, la ingeniosa reconstrucción de sus vidas, cómo conectaba hechos sin relación aparente, una atmósfera densa y enfermiza o el particular calvario que atravesaba su protagonista.
Ocúltame entre las tumbas, escrita veinte años más tarde, regresa a ese mundo a mediados del siglo XIX cuando la entonces adolescente poetisa Christina Rossetti invoca y trae de vuelta a su tío John Polidori; el médico de Lord Byron, autor del relato “El vampiro” y, a la postre, “chupasangre” emparentado con los nephilim. Ese retorno no sólo afecta a los tres hermanos de Christina, entre los cuales figura el pintor Dante Rossetti; también involucra a John Crawford, hijo del protagonista de La fuerza de su mirada y víctima de la renovada atención de estas criaturas. La novela se centra en la búsqueda de una liberación de este influjo y, de paso, la conjura de sus planes parar arrasar Londres a través de tres secuencias que tienen lugar en los años 1862, 1869 y 1877.
La narración queda muy marcada por estos saltos temporales; una consecuencia de la necesidad de ajustarse a los hechos cruciales en la vida de los personajes no ficticios. Por ejemplo, el más relevante atañe a la muerte de la mujer de Dante, Lizzie Siddal, y su posterior sepelio durante el cual fue enterrada junto a un libro de poemas inéditos de su marido, un volumen que recuperaría años más tarde. Todo ello aparece “reformado” tras ligar Powers la muerte a la actuación de los nephilim, siempre celosos de las familias de sus “protegidos”, y alterar las causas para desenterrar el ataúd.
No obstante todo lo que de dinámico tiene reencontrarse con los mismos personajes en diferentes momentos de sus vidas, enfatiza la rigidez de estar atado a hechos que pueden no permitir el lucimiento del autor. De hecho, cada secuencia temporal repite escenarios, situaciones y relaciones entre personajes. Por ejemplo, dos de cada tres veces la información sobre detalles desconocidos se obtiene en sesiones de espiritismo donde se entra en contacto con algún fantasma que revela crípticos mensajes que ponen a los protagonistas sobre la pista de lo que deben hacer. Asimismo, aunque hay marcos potentes y cargados de atmósfera como el cementerio de Highgate o el submundo por debajo de las cloacas, echo en falta la variedad que tenían las anteriores novelas de Powers; la vuelta una y otra vez a escenarios miméticos juega un poco en contra de Ocúltame entre las tumbas.
Aun así, como fantasía histórica de carácter urbano tiene su interés la manera en la cual Powers acentúa el lugar y el momento en el cuál ocurre la narración; ese Londres como gran urbe mundial en plena transformación donde convivían saneados barrios modernos y la más extrema pobreza de las zonas más antiguas, genialmente plasmada a través de los correlimos o el ecosistema humano que vivía gracias a ese Gran Támesis, en trámite de ser obliterado por el progreso. También en cómo aparece la fascinación por la ciencia tan propia de la época victoriana de la mano de los descubrimientos de Faraday alrededor del electromagnetismo, que además realzan la base materialista de los nephilim y el plano en el que tiene lugar todo el enfrentamiento con ellos. Una vez más, la magia tiene para Powers una componente física ligada al barro, el metal, la sangre…
Pasando a hablar de los personajes en sí, al lado de los excesos de Byron o un matrimonio Shelley condenado a redimensionar el significado de la palabra tragedia, los Rossetti podrían parecer un grupo un tanto insípido. Aunque si uno logra abstraerse de aquellos personajes, están trazados con esmero e introducen un ingrediente novedoso: la tragicomedia familiar. También destaca Adelaide McKee, un personalidad impulsiva y con chispa, antigua prostituta reformada que se “come” a su partenaire John Crawford, un pusilánime de folletín. Sin embargo, si hay un personaje equipotente a la pandilla de Villa Diodati ése es Edward John Trelawny. Aventurero, escritor, amigo personal de Shelley y Byron (que, si no me falla la memoria, también aparecía brevemente en La fuerza de su mirada), y nexo entre el mundo humano y el de los nephelim; un tipo ambiguo y con carácter protagonista de varios de los mejores pasajes. Como curiosidad, Tiempo de sembrar piedras incluye el relato donde se cuenta su vinculación con estas criaturas.
Se puede señalar que mi semblanza está demasiado centrada en una comparación con la anterior novela. No obstante ha sido el propio Powers quien ha puesto esa variable en juego. La lectura de Ocúltame entre las tumbas está bastante supeditada a haber leído La fuerza de su mirada. Al comienzo el narrador se preocupa de relatar los acontecimientos necesarios para entender el origen de los nephilim y de cada personaje, pero la visión plena de su argumento, del modo de comportarse de estas criaturas, su influencia sobre la creatividad de los artistas… me temo que sólo está al alcance de los que hayan leído la primera historia. Asimismo, muchas revelaciones de la primera quedan aquí al desnudo, por lo que cualquier sorpresa que pudiera deparar quedarían destruidas. La única ventaja que le encuentro está en que, tras dos décadas de experiencia, Powers domina mejor todos los aspectos de la narración. Y al convertir la historia en una narración coral y mantener un equilibrio entre descripción y narración, logra un ritmo homogéneo y vivo.
Llegados a este punto, para el fan de Powers la lectura de Ocúltame entre las tumbas se asemeja al reencuentro con ese viejo amigo al que no veías desde hacía tiempo y que te da igual que ya no sea tan intenso o ingenioso. Así obra la indulgencia con quien ha hecho méritos para ganársela. Pero para un lector que apenas haya disfrutado de Las puertas de Anubis o En costas extrañas, y no haya leído La fuerza de su mirada, recomiendo encarecidamente su lectura previa. Algo que en breve será de nuevo posible: está por llegar una reedición con una nueva traducción, también de la mano de Ana Quijada. Una inmejorable oportunidad para (re)encontrarse con este clásico de la fantasía moderna.
Ocúltame entre las tumbas (Gigamesh, col. Gigamesh Ficción nº54, 2014)
Hide me among the graves (2012)
Traducción: Ana Quijada
Rústica. 445pp. 24 €
Ficha en la web de La tercera fundación